Lecturas: La observación de los animales y lo que dice de la condición humana
Nuevos libros exploran el mundo natural, en particular el de las aves, para descubrir qué nos une y qué nos separa, y encontrar nuevas formas de cohabitar un mundo común
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Hay una larga historia de observaciones, de acechos, de vínculos entre animales y humanos. ¿Qué aprendimos de ellos a lo largo de los siglos? ¿Qué aprendieron de nosotros? ¿Qué aprendimos de nosotros mismos al observarlos? Tres libros recientes –desde intereses y perspectivas diferentes y, en algunos aspectos antagónicos– exploran estas complejas relaciones entre seres humanos y animales. Nos referimos a Esa cosa con plumas, de Noah Strycker; El sentido artístico de los animales, de Etienne Souriau; y Habitar como un pájaro, de Vinciane Despret.
"Strycker habla de la prodigiosa memoria de los cascanueces americanos, capaces de recordar cinco mil escondrijos distintos de semillas"
Noah Strycker (Oregon, 1986) es un ornitólogo y fotógrafo estadounidense que ostenta el particular récord de haber registrado en un año más de la mitad de las especies de aves del mundo, fotografiando en ese lapso más de seis mil especies. En Esa cosa con plumas. La sorprendente vida de las aves y lo que nos revela sobre la condición humana, el autor despliega una gran cantidad de anécdotas basadas en observaciones propias o en trabajos de sus predecesores con las que pretende mostrar que comportamientos o habilidades que habitualmente se consideran exclusivamente humanos están presentes en algunas aves. Así, nos anoticia, por ejemplo, de la prodigiosa memoria de los cascanueces americanos, capaces de recordar cinco mil escondrijos distintos de semillas; de las habilidades para la danza de las cacatúas (únicas aves que compartirían con los elefantes y los humanos la facultad de bailar en sentido estricto; esto es, no por adiestramiento ni mecánicamente, sino como respuesta al estímulo de la música); de las capacidades arquitectónicas y diseñadoras de los pergoleros australianos que no solo construyen complejas estructuras habitacionales, sino que además las decoran adoptando una paleta de colores específica y atendiendo a la perspectiva desde la que pueden ser observadas.
¿Qué nos revela esto acerca de la condición humana? Según se desprende del texto de Strycker, que los seres humanos son menos excepcionales de lo que a veces se considera. Pero, además, que nuestra especie no conoce límites a la hora de estudiar o explotar a las demás. Baste mencionar como ejemplos el hecho de que para probar la memoria de los cascanueces, los investigadores no dudaron en alterar los escondrijos, lo que les permitió observar la obstinación con la que los pájaros cavaban infructuosamente en los lugares en los que habían escondido el alimento sin percatarse de que habían sido reubicados apenas veinte centímetros al costado; o los “exitosos” entrenamientos de palomas para carreras en los que cerca del 70 por ciento de los animales muere al no encontrar la meta o al no poder soportar trayectos de más de 500 kilómetros.
Con El sentido artístico de los animales, pasamos a otro tipo de libro. Si bien en él siguen abundando los ejemplos, estos se encuentran menos desarrollados y están más subordinados a la argumentación teórica. Es que Etienne Souriau (Lille, 1892-París, 1979), no fue un naturalista, sino un filósofo especializado en estética. En este bello texto, acompañado de inquietantes ilustraciones, Souriau se propone combatir dos prejuicios: el del “animal máquina”, cuyo origen atribuye a Descartes, en el que todo se explica por mecanismos de estímulo–respuesta, y se les niega cualquier clase de apertura sensorial y psíquica a los animales y, por otro lado, el prejuicio que sostiene que el arte es algo demasiado puro y noble como para rebajarlo al terreno animal. Souriau afirma que los animales son agentes activos en la construcción de sus obras: toman decisiones, corrigen errores, producen variaciones de un mismo modelo. Para el filósofo, esto pone de manifiesto que los animales poseen dos tipos de sensibilidad, que también resultan esenciales en la producción estética de los humanos: una sensibilidad emisiva, “que se ejerce desde el interior durante una acción creadora volcada hacia afuera”, y una sensibilidad receptiva, “que se conmueve, se exalta –o a veces se rebela– a propósito de una cosa del afuera que se topa con nuestros sentidos”. Para el autor resulta evidente que en la producción de formas (estáticas o en movimiento), en las simulaciones teatrales de sus juegos de agresión o de cortejo, en las construcciones arquitectónicas y en las creaciones musicales los animales producen obras de arte, se expresan a través de ellas, y son sensibles a las respuestas que provocan en los demás. En un inteligente planteo, Souriau sostiene que si solo se considerara como arte las producciones más sublimes de los grandes maestros, los animales tendrían muy pocas posibilidades de ser considerados artistas. Pero junto con ellos caería un altísimo porcentaje de las obras humanas. Si, en cambio, se amplía el criterio habría que aceptar que “cada arte, por debajo de las cimas elevadas alcanzadas tan raramente, se diversifica en formas cada vez más humildes”. ¿Con qué derecho se excluiría en esas zonas amplias las producciones animales?
Vinciane Despret (Anderlecht, 1959) es una filósofa y psicóloga particularmente interesada en la vida animal. Como epistemóloga es muy crítica de las metodologías de observación y experimentación empleadas tradicionalmente con los animales. Aquello que a un observador de aves como Strycker no le despertaba mayor inquietud, a Despret le desata una fuerte indignación. Habitar como un pájaro aporta contundentes ejemplos de violencia: desde matanzas masivas de aves para observar la reacción de los congéneres ante la ausencia de sus rivales o compañeros hasta mutilaciones y cautiverios injustificables. Pero, además, expone cómo un gran número de investigaciones consideradas canónicas estuvieron viciadas de antropocentrismo. En lo que concierne a la construcción de territorios, son usuales los textos en los que todo se reduce a conflictos entre machos por una propiedad en la que pudieran garantizarse el aprovisionamiento para ellos y su descendencia o a una lucha por el cortejo de las hembras. Basándose en estudios contemporáneos –y en un marco teórico atravesado por el pensamiento de Gilles Deleuze–, Despret sostendrá que “el comportamiento territorial es ante todo un comportamiento expresivo”. “La marcación territorial sería una forma de extensión en el espacio del cuerpo del animal […] no se trata tanto de transformar el espacio en ‘suyo’, sino en ‘sí mismo’”. En el caso de las aves esto se percibe particularmente en el canto: “Un espacio cantado toma cuerpo y deviene el cuerpo del pájaro”. Que no es una cuestión de propiedad privada queda claro por el hecho de que pájaros de la misma o de diferentes especies coordinan sus voces de modo coral superponiéndose en un mismo espacio físico. Allí donde los investigadores tradicionales solo ponían su atención en los conflictos, Despret invita a percibir la cooperación comunitaria de la que las aves rinden cuenta cotidianamente.
Mientras que el texto de Strycker invita a valorar las capacidades de los animales y el de Souriau a abrirles las puertas al mundo del arte, Despret va más allá. No pretende concederles algo, sino aprender algo de ellos (y con ellos): nuevas formas de cohabitar en un mundo común.
Esa cosa con plumas
Noah Strycker
FCE
Trad.: A. Pérez Sáez
234 págs./ $ 3500
Habitar como un pájaro
Vinciane Despret
Cactus
Trad.: S. Puente
176 págs./ $ 2900