Lecturas: La maternidad, antes de la maternidad
En Bad Girl, de Nancy Huston, una madre le cuenta a su hija por venir cómo será su vida cuando abandone su cuerpo al nacer; Fantasticland, de Ana Wajszczuk, narra el peregrinaje en busca de una fertilidad esquiva
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“El amor no es solo un asunto privado –se lee en Bad Girl. Clases de literatura–. Cada uno de nosotros desciende y depende de otros miembros de nuestra especie, y no de cualquiera”. Ensayista y novelista, alumna de Roland Barthes en los años setenta, Nancy Huston (Calgary, Canadá, 1953) construye en Bad Girl un personaje –la pequeña Dorrit, aún en el seno materno – y la voz de una narradora que le cuenta cómo será su vida una vez que abandone el cuerpo de la madre. Por sobre todo, le describe la sucesión de encuentros y desencuentros que conducirán a un instante preciso: la noche en que dos jóvenes estudiantes “pletóricos de hormonas” desatarán el alboroto de células que, tras fusionarse, dividirse y multiplicarse, darán forma a Dorrit, el embrión.
"Si en el útero conviven lo inasible del misterio y la crudeza de lo real, la presencia materna es, en la mirada de Huston, motor del trauma y canal para la expresión literaria"
Bad Girl es una novela donde la mirada ensayística asoma con delicadeza. Es también una ficción declaradamente autobiográfica. Y una reflexión sobre la necesidad de escribir.
La autora ubica el ejercicio de la escritura en una zona difícil de precisar, allí donde la palabra se entrelaza con el cuerpo. Si en el útero conviven lo inasible del misterio y la crudeza de lo real, la presencia materna es, en la mirada de Huston, motor del trauma y canal para la expresión literaria. Un núcleo poderoso de Bad Girl es el relato del abandono de la madre, plasmado en el momento en que, antes de desentenderse definitivamente de sus hijos, le entrega un ramo de flores a la futura madrastra. “El noventa por ciento de tu obra literaria está contenida en esa sola tarde, un poco como la energía nuclear está comprimida en una bomba atómica”, le explica la narradora a una Dorrit que no habla, no ve, solo subsiste en la profundidad uterina.
Tempranamente identificada con el feminismo, Huston reconoce ese mismo ideario en Alison, la madre de Dorrit. Hay incluso un intento de acercamiento, la posibilidad de entender a esa chica radiante y talentosa que en algún momento de la década de 1950 se vio obligada a poner en suspenso el sueño de una vida profesional e intentó llevar adelante una vida doméstica que pronto se le tornaría insoportable.
“¿Qué huellas recibiste de Alison antes de ser tú misma, cuando tu cuerpo estaba mezclado al de ella? –se lee en Bad Girl–. ¿Qué huellas dejaste en tus hijos cuando estaban aún mezclados a tu cuerpo?”. Ser madre, sugiere esta novela, es ofrecer una mirada donde el hijo pueda encontrarse. Es también negar esa mirada. Y supone, de manera decisiva, habitar un cuerpo implicado en la trama de un nuevo ser.
Aunque desde otro registro, algo muy similar plantea la escritora y periodista Ana Wajszczuk (Quilmes, 1975) en Fantasticland. En esta novela, la autora reconstruye –desde una primera persona con rasgos autobiográficos– el peregrinaje de una pareja que durante varios años recorre clínicas especializadas en fertilidad, acata las sentencias de alguna que otra “eminencia” en ese campo, fracasa y persiste en el intento, sostenida sobre todo en la empecinada obsesión de la narradora. En absoluto condescendiente ni con ella misma ni con los demás, por momentos harta del estilo “fordista” de las clínicas, apuntará: “Qué clase de capricho me hace aguantar algo así”. O enumerará, en un arrebato de exasperación: “Odio a las sociedades de fertilidad, a las clínicas de fertilidad, a los expertos en fertilidad, a los laboratorios de fertilidad, a los congresos de fertilidad, a las influencers de fertilidad, a los nutricionistas y a las gurúes de fertilidad, a todos los fértiles que guían y aconsejan infértiles, empezando por el primer médico al cual acudimos hace tanto tiempo que parece otra vida”.
"La narradora de Fantasticland acepta el peso de la decisión: no hubo banco de óvulos anónimos, los genes de su hermana se mezclaron con los de su marido y ahora, transformados en embrión, laten en su interior"
La escritura de Wajszczuk es precisa, ágil, de a ratos descarnada, siempre atenta a lograr el punto justo donde la palabra impacta sin caer en el barro de la autoconmiseración. Fantasticland es, en cierto modo, un riguroso ejercicio de honestidad. La narradora reconoce su deseo, arremete para alcanzarlo, pero también se pregunta por qué, para qué, con qué sentido. Sabe que existe la opción de la adopción y admite que no es el camino que quiere seguir. Apunta cada contradicción. Señala miserias, obsesiones, absurdos. Los asume.
Narra, asimismo, una historia de amor. El de la pareja que quiere tener un hijo, desde ya. Pero también el del gesto fraterno que, podría decirse, define la historia. Porque el embarazo finalmente llega gracias a la donación de óvulos que realiza la hermana menor de la narradora. Será el embrión 3C1 –una futura niña– el que, en un ambiente estrictamente estéril y aséptico, realizará el viaje desde la cámara refrigerada a una cánula y de allí al cuerpo de quien será su madre.
“Nosotros no caemos del cielo, crecemos en un árbol genealógico”, escribe Nancy Huston en Bad Girl. La narradora de Fantasticland acepta el peso de la decisión: no hubo banco de óvulos anónimos, los genes de su hermana se mezclaron con los de su marido y ahora, transformados en embrión, laten en su interior: “una suerte de incesto de laboratorio”, define. Y sigue con un relato que abarcará el embarazo, la primera infancia de la hija y un nuevo cúmulo de contradicciones, éxtasis, agotamientos, reflexiones sobre el costado político de la maternidad y situaciones inconfesables que no obstante se cuentan.
“¿Me encanta ser madre? No –escribe Wajszczuk–. Pero tampoco me encanta escribir, por caso.” Más que honestidad brutal, lo suyo es de una vitalidad sostenida a conciencia, plena en el dolor y en la dicha, en el relato y en la forma con que se lo busca encauzar.
Bad Girl. Lecciones de literatura
Por Nancy Huston
Mardulce. Trad.: Vivian Lofiego
245 páginas, $ 6000
Fantasticland
Por Ana Wajszczuk
Sudamericana
189 páginas, $ 5199