Lecturas: La más recóndita memoria de los hombres, de Mohamed Mbougar Sarr
En esta vertiginosa novela, que obtuvo el Premio Goncourt 2021, el joven y celebrado autor senegalés explora de modo notable los dilemas del mestizaje literario africano con lo europeo
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La colonización europea de África cambió también a Occidente. La población negra, que cruzó el océano Atlántico en barcos esclavistas hacia América modificó la vida, las costumbres y la cultura del nuevo continente (la música es un buen ejemplo); y en tiempos más recientes, la migración en barcos a través del Mediterráneo hizo lo mismo con Europa. Ese mestizaje cultural se lee con claridad en la obra de los escritores africanos contemporáneos que, para usar la fórmula de otras culturas mestizas –las de los amerindios estadounidenses–, “reinventan el idioma del enemigo” (es decir, los idiomas de los colonizadores inglés, francés, portugués) para expresar sus vidas multiculturales.
Como gran parte de la literatura occidental contemporánea (a la que pertenece geográficamente), La más recóndita memoria de los hombres (el título es parte del epígrafe de la novela, una larga cita del chileno Roberto Bolaño) es un libro complejo, con múltiples voces que giran alrededor del narrador principal, Diégane Faye, un escritor senegalés trasladado a Francia. Como el mismo autor, Mohamed Mbougar Sarr (Dakar, 1990), que con esta novela obtuvo, a sus apenas 31 años, el prestigioso Premio Goncourt.
"El extraordinario remolino de historias de Sarr está atravesado por dos ejes: un debate (muy francés) sobre la naturaleza de la ‘literatura’ y una crítica feroz al colonialismo europeo y su legado"
Faye busca las huellas de T. C. Elimane, otro senegalés, que se hizo famoso con un único libro y después desapareció cuando lo acusaron de plagio. A lo largo de su investigación, Faye recibe testimonios de muchos que conocieron a Elimane a través de cartas, ensayos, diarios y diálogos en diversos lugares del mundo. La geografía es tan diversa como las voces: el relato va de Europa (París, Ámsterdam) a Buenos Aires, donde las huellas de Elimane se cruzan con Witold Gombrowicz y Ernesto Sabato en la década de 1960 (además de nombrarse al pasar a la revista Sur, Victoria Ocampo, Borges, Bioy, Mallea), y termina en África (Dakar, Senegal) en un movimiento circular de vuelta al origen.
Ese extraordinario remolino de historias está atravesado por dos ejes: un debate (muy francés) sobre la naturaleza de la “literatura” y una crítica feroz al colonialismo europeo y su legado, tema constante de los escritores africanos, tanto los negros (por ejemplo, los anglófonos Chimamanda N. Adichie, Wole Soyinka o Chinua Achebe) como los blancos (entre otros, los sudafricanos Nadine Gordimer, J. M. Coetzee o el angoleño J. E. Agualusa).
Sarr vuelve sobre una discusión fundamental de la teoría literaria: ¿existe relación entre la literatura y el “mundo”?, ¿importa esa relación?, ¿puede la buena literatura hablar sobre el mundo, ser “política”, o debe hablar solo de sí misma? La crítica europea (de la que habla la cita completa de Bolaño), sobre todo la francesa (y Sarr es francófono), afirma que lo único que importa en la literatura es el lenguaje. En un relato solo hay palabras, decía Roland Barthes. Pero Sarr es africano y su novela va en sentido contrario: pasa constantemente de la escritura al mundo y del mundo a la escritura hasta que queda claro que los dos están inextricablemente unidos.
Y es que, en esta historia, África importa, material y espiritualmente. Por eso, ni Elimane ni Faye consiguen dejarla atrás. Por eso los dos vuelven como volvieron también (física o simbólicamente) todos los descendientes de africanos esclavizados en el continente americano; por eso aquí África habla a través de su herencia y el viaje va de Norte a Sur, de Francia a Senegal, hacia las raíces.
A lo largo de la historia, hay muchos debates críticos sobre el único libro del ficticio Elimane y las opiniones son tantas y tan diferentes que se anulan unas a otras: algunos creen que su escritura no parece africana sino europea; otros, que es copia vergonzosa de un mito nativo de África; otros, que es puro plagio de autores occidentales. La escritura de Elimane se convierte en un misterio tan grande como la persona de su autor desaparecido: los retratos de los dos, obra y autor, se forman con las piezas que aportan los personajes pero, al final, tanto él como su obra siguen siendo un enigma. Y así debe ser porque Elimane es, en cierto modo, la cultura africana, y esa cultura no puede sino ser muy compleja con su historia colonial trágica, cuya marca lleva en el cuerpo. Sarr lo dice con una metáfora: la conquista europea se define como una espina cuya marca va a quedar para siempre como cicatriz y esa cicatriz es visible en toda la literatura del continente, blanca y negra.
Al respecto, uno de los personajes sostiene que todos los escritores africanos se ven obligados a “inventar una tradición propia”. Eso es lo que tratan de hacer Elimane y Faye (y Sarr, claro), cuando reinventan el idioma del colonizador y sus herramientas literarias. Lo que producen no es plagio: es una transformación de lo europeo en otra cosa. Como dice el brasileño Oswald de Andrade en su Manifiesto antropófago: hay aquí un “comerse” lo europeo para expresar lo propio.
La más recóndita memoria de los hombres habla sobre todo de los rasgos políticos de la literatura africana. De ahí, el fabuloso título de la primera parte del Libro III: “Amistad – Amor x literatura/política = ?”, que resume de manera juguetona el debate fundamental del libro, una fórmula irónica en la que se mezclan sentimientos humanos, literatura y mundo, una fórmula sin resultado fijo. Porque, ¿qué hacer con Francia (o Inglaterra o Portugal) desde África? Las respuestas son muchas. Algunos personajes escritores sienten que no deberían “correr detrás de Europa”; otros, como Faye, se buscan en África pero terminan volviendo a París. Todo es válido pero el resultado es que ninguno de ellos puede ni debe evitar los temas de la colonización y la esclavitud.
Igual que el jamaicano Marlon James, otro descendiente de africanos esclavizados, en su extraordinaria novela fantástica Leopardo negro, Lobo Rojo, Sarr no solo se expresa en el idioma reinventado del colonizador (francés) sino que además apela a todo el bagaje de la literatura europea contemporánea (incluyendo la enorme diversidad de voces y tipos de texto, y la variación del tipo de letra como espejo de esa mezcla) para contar una historia expresamente africana.
La más recóndita memoria de los hombres
Por Mohamed Mbougar Sarr
Anagrama. Trad.: Rubén Martín Giráldez
448 páginas, $ 5950
Leopardo Negro, Lobo Rojo
Por Marlon James
Seix Barral