Lecturas: El tiempo de las moscas, de Claudia Piñeiro
La nueva novela de Claudia Piñeiro retoma a la protagonista de Tuya que, tras la cárcel, debe adaptarse a un mundo que cambió
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Algunas ficciones muestran mejor que la realidad eso que la sociedad insiste en esconder bajo la alfombra de la corrección. En algunos casos, sus protagonistas encarnan incluso el retrato más honesto de una época. ¿Qué pasaría si uno de esos personajes de comienzos de siglo XXI regresara hoy, apenas unas décadas más tarde? ¿Podría adaptarse a los cambios vertiginosos que impusieron la tecnología y los movimientos sociales más recientes?
Ese es el desafío que se propone Claudia Piñeiro (Burzaco, 1960) en su nueva novela El tiempo de las moscas: retoma la vida de Inés, la protagonista de una obra previa de la autora, Tuya, solo que dieciséis años más tarde cuando esta mujer, patriarcal hasta la obsesión, recupera su libertad después de cumplir en prisión la condena por haber matado a la amante de su marido.
En la primera novela, Inés personifica a cierto tipo de mujer de clase media, conservadora, que insiste en la idea de centrar su vida en un hombre proveedor, y en eso basa su identidad. En su regreso a la vida libre, que cuenta El tiempo de las moscas, tiene que vivir en una sociedad con nuevos códigos. El salto en el tiempo, sin duda, evidencia los cambios culturales, de valores y de percepción que traman nuevos modos de convivencia.
La historia empieza cuando Inés recupera su libertad, funda una empresa fumigadora, y se asocia a una amiga de la prisión, la Manca, que trabaja como investigadora privada. Las dos se alían para regresar a un mundo que las excluyó y les da otra oportunidad de reinsertarse, pero ninguna herramienta para hacerlo. La alianza entre ambas revela de qué modo los vínculos entre las mujeres conforman un tejido central en la vida, eso que hoy suele llamarse sororidad, pero en verdad existió desde siempre. ¿Acaso las amigas no son el vínculo más noble, menos demandante y más generoso? Quien tenga una amiga no está sola nunca, parece decir la trama, que saca del centro de los conflictos a los varones, y arma un tejido alrededor de diversas mujeres, más o menos poderosas, más o menos nobles, pero siempre decididas a salir adelante. Como las moscas, perseverantes y omnipresentes, que son la obsesión de Inés.
Claro que la pregunta que circula en toda la historia es si una mujer que funcionó toda su vida adulta como satélite de un hombre, al punto de asesinar para conservar su estructura, es capaz de cambiar su percepción de sí misma y de los otros. Es decir, ¿puede transformarse al punto de incluirse en la nueva comunidad? Las respuestas no están solo en la historia. Piñeiro intercala algunos capítulos con una suerte de coro, al estilo de las tragedias griegas, que contiene la diversidad de voces del colectivo feminista.
No por eso se trata de una trama sociológica, aunque, ¿qué es el policial negro sino la sociología de las sombras? El argumento gira alrededor de un crimen que todavía no se cometió. Inés y la Manca tienen que esclarecerlo antes de que suceda para quedarse tranquilas y seguir con sus vidas. Las dos encarnan un dúo de detectives desopilante y entrañable a la vez: ambas son expresidiarias, con una necesidad de amor que se esconde detrás de sus miedos y sus manías. Tienen familias rotas y se acompañan y sostienen con una generosidad genuina.
Observar, vacilar, elegir y actuar parecen ser las maneras de enfrentar ese nuevo mundo al que Inés sale. Ella asesinó y fue condenada; parió, pero no se considera madre de la chica que dejó atrás. Años más tarde, cuando los feminismos tomaron la calle y lograron instalar otros modos de habitar, incluida la legalización del aborto, Inés descubre que la sociedad tiene nuevas reglas. “Hay palabras que son así, infectan peor que un virus”, piensa y entiende que hay algunas que ya no puede decir, y otras que empieza a usar, como “transicionar”.
En ese sentido, el cuerpo, la maternidad, las formas nuevas de ser mujer y el lenguaje la interpelan a medida que procura volver a vivir tranquila. A veces se adapta al presente, cambia sus viejas maneras, otras prefiere seguir como era. Encarna, por supuesto, a muchas mujeres que como ella, y aun sin haber estado aisladas durante más de una década, habitan el presente desde la distancia de una mirada de otro tiempo, con otras exigencias. Si algo queda claro es que los imperativos cambian, la libertad es mayor, pero aún así, hay mandatos a los que es imposible desobedecer. ¿Puede imponerse la libertad de ser más auténticas, más abiertas, más diferentes?
Por supuesto, Inés no es la única protagonista de principios de siglo que podría adaptarse a los cambios sociales. Podría pensarse, por ejemplo, en la protagonista de El verano sin hombres, de la escritora norteamericana Siri Hustvedt. Mía es una mujer en la mediana edad que ve tambalear su vida y su salud mental cuando su esposo la abandona por una joven francesa. Sus reflexiones sobre el género, la disquisición entre hombres y mujeres, los vínculos seguramente hoy la llevarían a pensarse de un modo menos hegemónico, menos centrado en una institución como el matrimonio, y por qué no, menos binario. ¿Sería su marido el centro de sus reflexiones o se plantearía hoy otra configuración distinta para su futuro como poeta?
Otro personaje que tendría motivos para reflexionar y adoptar otra actitud sería Sofía, el amor roto de Rimini, ambos protagonistas de la novela ganadora del Premio Herralde en 2003, El pasado, de Alan Pauls. Ella experimenta una clase de amor único, romántico que se proyecta hacia un Rimini en ruinas, con los restos de una relación que avanza de modo espectral para devorarlo y devorarla. Se dice que la historia de la novela es un tratado de educación sentimental, pero hoy en día podría leerse mejor como el canto de cisne de una era en la que el amor romantizado alimentó una idea siniestra de los vínculos, maquillada de rosa. Tal vez por eso, de reaparecer en el presente Rimini se vería obligado a replantearse en parte su masculinidad, ególatra y autocomplaciente, frente a esas mujeres que lastima en nombre de su dolor, sin darse cuenta, o bien, dándose cuenta pero sin importarle.
Resulta estimulante el ejercicio de pensar a qué desafíos se expondrían los viejos personajes que funcionan como arquetipos de una época. De hecho, Piñeiro lo hace y da en la tecla de un presente que resuena en Inés con preguntas que cuestionan con irreverencia la idea de ser contemporáneos y absolutamente genuinos al mismo tiempo.
El tiempo de las moscas
Por Claudia Piñeiro
Alfaguara
408 páginas, $ 3999
Tuya
Por Claudia Piñeiro
Alfaguara