Lecturas: El anhelo imposible de un saber sobre el amor
Abrevando en Banquete, de Platón, y en otros textos, el último libro de Darío Sztajnszrajber sondea en una pasión que nunca llega a consumarse del todo
- 6 minutos de lectura'
Probablemente nadie se atreva a poner en cuestión el hecho de que el amor es una de las experiencias vitales más ansiadas por los seres humanos. Pero, no menos insoslayables son sus dificultades. No solo para vivirlo, sino también para pensarlo. Por ello, aún cuando ha sido un tema recurrente para la filosofía desde sus inicios, su abordaje requiere de una especial sensibilidad. Cualquier filósofo que se arrogara la posesión de un saber acabado acerca del amor (o, peor aún, que se atreviera a añadir a ese supuesto saber una técnica para alcanzarlo) difícilmente lograría librarse de los juicios lapidarios de sus pares.
Uno de los primeros autores que supo presentar con maestría las variantes del amor fue, por supuesto, Platón. Cada uno de los discursos de los personajes de su Banquete pone en escena la multiplicidad de factores que hacen a aquello que irreflexivamente agrupamos bajo el término “amor”. Lamentablemente las lecturas tradicionales del texto han tendido a reducir su complejidad y a centrar toda la atención en el discurso de Sócrates y Diotima, como si allí se encontrara el gran mensaje que Platón pensara legar a la posteridad. Por ello siempre es recomendable volver al texto mismo (del que, afortunadamente, desde hace unos años contamos con una memorable traducción del griego a nuestro dialecto rioplantense, realizada por la especialista en lengua y cultura griegas de la UBA Claudia Mársico para la editorial Miluno, que permite que un lector de estas latitudes pueda disfrutar del tono coloquial del texto platónico sin ceder en rigurosidad).
Si ya en Platón podemos apreciar las dificultades que puede implicar adentrarse en los intrincados senderos del amor, estas se hacen más evidentes aún en el libro El amor es imposible, del licenciado en Filosofía por la UBA y conocido divulgador Darío Sztajnszrajber. A diferencia de Platón, que eligió poner en escena las diversas perspectivas sobre el tema encarnándolas en una multiplicidad de personajes conceptuales que debaten entre sí, Sztajnszrajber opta aquí por exponer ocho tesis recurriendo a una suerte de soliloquio que construye un lector/espectador pasible de ser interpelado por sus palabras. Las provocadoras tesis del texto señalan que el amor es imposible porque todo amor remite a uno anterior (que nunca existió), porque es inefable, porque ocurre a destiempo, porque es incalculable, porque siempre implica un desamor, por los condicionamientos institucionales, por su fallido intento de llegar al otro. Sin embargo, que se trate de algo imposible no significa que no se pueda seguir apostando por él, razón por la cual se hace preciso discutir lo imposible.
A lo largo del texto, el planteo que el autor presenta como su antagonista es el del “sentido común”, que se atiene al “mundo de lo posible”. Porque, precisamente, lo que Sztajnszrajber pretende, siguiendo a Derrida, es realizar una deconstrucción de aquello que la metafísica occidental ha consolidado como lugares comunes de nuestra cultura, demarcando nítidamente las fronteras de lo posible y lo imposible. Por ello, si bien el trabajo se centra en el amor y sus derivas, el análisis se extiende en numerosas páginas a temas más generales como la deconstrucción del sujeto moderno, del capitalismo, del logocentrismo, del binarismo y de otras categorías que a lo largo de los últimos siglos hemos naturalizado y que nos constituyen. En este caso particular, la tarea deconstructiva invita al lector a asumir que el amor es imposible pero que ello, en lugar de desalentarlo, podría constituir el motor que lo impulse a persistir en su búsqueda: “Ni bien el amor se vuelve algo posible –advierte el filósofo– ingresa en el dispositivo ontológico binario que lo cosifica, lo diferencia y lo jerarquiza”.
Uno de los capítulos más atractivos es el que desarrolla la tesis que afirma que el amor es imposible porque siempre es a destiempo. Allí se postula una tensión ente el tiempo lineal, secuencial, cuantitativo y productivo y el tiempo amoroso como experiencia de lo incalculable, lo impredecible, lo improductivo: “El rato amoroso –sostiene el autor– tiene la virulencia del instante. No dura, pero derrocha. Un rato es un derroche de intensidad que no transcurre, sino que acaece en un instante. Poder vivir el instante es poder detener el tiempo”. También resulta inquietante la relación que se establece entre amor y desamor: “El desamor no es posterior al amor, sino que el amor es el intento por salirnos del estado de desamor originario”. Si el amor es la búsqueda de algo que no se tiene, la falta es originaria. Pero, además, si se asumen la finitud humana, la inestabilidad constitutiva de la identidad personal y la variabilidad infinita de intereses que puede ir teniendo cualquier persona, el desamor es inevitablemente el destino último de cualquier amor.
De los filósofos citados en el libro, Derrida es indudablemente el más mencionado. A la distancia aparecen Nietzsche, Heidegger, Agamben, Foucault. No obstante, el libro con citas más extensas es, como era de suponer habida cuenta del tema abordado, el Banquete de Platón. En varios capítulos el autor comenta el discurso de Fedro, que postula una asimetría entre amado y amante (asimetría que para Sztajnszrajber se agiganta en el desamor: siempre hay uno de los involucrados que se desenamora antes, con más determinación y de un modo más irrevocable que el otro); también trabaja sobre el discurso de Sócrates que postula que el amor es siempre amor de lo que no se tiene, vinculándolo con la idea de “falta” lacaniana. Pero, sobre todo, se detiene en el discurso de Aristófanes. Recordemos que en Banquete dicho personaje narra un mito según el cual los seres humanos originariamente eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas y estaban dotados de una fuerza tal que se sienten tentados de desafiar a los dioses. Estos, para castigarlos, deciden cortarlos por la mitad. Desde entonces, cada cual busca su “media naranja”, según la versión popularizada. Sztajnszrajber va atribuir a este mito la fantasía de una plenitud prometida, la infructuosa búsqueda de simetrías y, sobre todo, el sustento conceptual del modelo heteronormativo de pareja que predomina desde hace siglos en la sociedad occidental. En relación con esto último, cabe señalar que Platón afirma que estos seres originarios eran de tres géneros: varón-varón, mujer-mujer, varón-mujer (el famoso “andrógino”). La búsqueda de la media naranja, es cierto, puede ser una fallida búsqueda de restitución de plenitud. Pero es responsabilidad de la tradición, no de Platón, haber enfatizado en las naranjas heterosexuales.
Valiéndose de la etimología, Sztajnszrajber recuerda al lector que la filosofía es un caso particular del amor. Amor que no es posesión de la sabiduría, sino anhelo siempre insatisfecho (imposible) de ella. En ese sentido, ni su libro ni el de Platón ofrecen –ni podrían ofrecer– un saber sobre el amor. Pero cumplen, con creces, la función de alimentar la inquietud por recorrer su laberinto.
El amor es imposible, de Darío Sztajnszrajber (Paidós), 384 páginas / $ 23.000
Banquete, de Platón (Miluno), Trad.: Claudia Mársico, 280 páginas