Lectura: El pasajero de la noche, de Maurice Pons
En 1957, el francés Maurice Pons (1927-2016) escribió el guión de Los mocosos para François Truffaut, en el que un grupo de niños espiaba sin tapujos a una pareja. Si bien Pons no participó en la escritura de Los 400 golpes, tal vez sentó en aquel cortometraje un germen involuntario: el realce de una actitud infantil, desafiante y obstinada.
El pasajero de la noche, escrita por Pons dos años después, sigue esa ruta. El protagonista, un periodista y guionista recienvenido, tiene el encargo de llevar a un misterioso hombre argelino desde París hasta un pueblito cercano a Suiza. Aunque su pasajero le resulte esquivo y desconozca los motivos del escape, el narrador sugiere que confía en los ripios del porvenir fundamentalmente porque disfruta de manejar.
Lo estimula, entonces, la confianza en la velocidad de su propio descapotable, una actitud que puede dialogar con el impasible conductor de Drive, la película de Walter Hill. Así lo relata: “La noche se volvió extremadamente silenciosa. Ya no se oía nada más que el viento silbando alrededor de la capota y la clara música de los neumáticos. El auto, como si de pronto, lo hubiesen liberado de cien toneladas de lastre, tomó velocidad y se deslizó por la bajada con la ligereza de un halcón.” Sin embargo, la propuesta va más allá: cuanto más se ingresa en la inmensidad de la noche, en los cambios de relieves topográficos, la conversación va tomando ritmo: de un laconismo desconfiado del pasajero, que no se despega de un bolso de su regazo, a una maraña de pistas que se van hilando en los zigzagueos por las distintas carreteras. La espiritualidad de la noche, su hendidura y desnudez entre volutas de humo, los une a pesar de las diferencias.
En los cafés de paso, ambos sienten miradas furtivas. Allí se devela que el conductor oficia de escudo ante su camarada, llamado por los parroquianos como “un Ben Bella”, una alusión xenófoba que remite al telón de fondo de la guerra de independencia de Argelia contra Francia. De hecho, Pons fue uno de los participantes de la firma del “Manifiesto de los 121″ contra ese conflicto, junto a Sartre y Simone, Marguerite Duras y Guy Debord, entre otros.
Pocas obras de Pons han circulado en español: la primera fue la novela Rosa, traducida por Ida Vitale en las míticas colecciones de Centro Editor de América Latina; luego siguieron unas poquísimas versiones en Siruela. Que una editorial independiente de Rosario haya apostado, junto al traductor Ariel Dilon, por este autor olvidado también habla de un gesto de confianza hacia una pieza que no solo mantiene en vilo por su atmósfera y peripecias, sino que invita a transitar los recorridos que, a bordo de una prosa punzante y espiritual, hablan de la fascinación que produce el riesgo.
El pasajero de la noche
Por Maurice Pons
Serapis. Trad.: Ariel Dilon
82 páginas, $ 3200