Las extrañas prioridades de un colaborador clave de Milei
El jefe de Gabinete evita las declaraciones públicas y se muestra ansioso por ocupar con leales cargos sensibles
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La jefatura de Gabinete fue ideada en 1994 por Raúl Alfonsín para cuidar del desgaste a la figura presidencial y mejorar el diálogo con el Congreso. Nicolás Posse, el elegido por Javier Milei para el cargo, se esfuerza por alejarse de aquel mandato de origen. La jefatura de Gabinete se convirtió en un reducto hermético, liderada por un funcionario que se ufana de su silencio, con una inexplicable ascendencia sobre los servicios de inteligencia y con dudosas contribuciones a las apremiantes necesidades políticas del Gobierno.
Los dos funcionarios que debieron dejar el cargo en los primeros meses de la gestión de Javier Milei señalaron a Posse como el impulsor de sus partidas. Enrique Rodríguez Chiantore, echado de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), se enteró con los llamados de sus amistades que Posse lo había reemplazado. “Creen que se exhiben enérgicos y poderosos, y en realidad es una grosería y una falta de profesionalismo total”, se lamentó Chiantore, en referencia al grupo que lidera el jefe de Gabinete. Su alejamiento se estaba cocinando días antes de que lo supiera. Posse avanzó entonces sobre el casillero que controla el reparto de los fondos millonarios del sistema de salud.
La facilidad para ocupar la colina motivó la envidia de un exministro de Alberto Fernández. “En cualquier gobierno era más fácil cambiar un ministro que al Superintendente de Salud”, graficó. Posse lo hizo sin inmutarse. El desinterés de Milei en áreas de funciones del Estado permite mover piezas sin grandes explicaciones.
"En el declive de la ley ómnibus, Posse brilló por su ausencia. Su desvelo lo lleva a otros rincones del Estado, menos luminosos"
El jefe de Gabinete evita las declaraciones públicas, se cubre de opacidad con voluntad propia y muestra avidez por ocupar con leales nuevos lugares. Los dientes de su amoladora trituraron el puesto de Guillermo Ferraro, que fue echado del ministerio de Infraestructura después de que le vaciara desde adentro la cartera con la designación de otros colaboradores. Lo singular es que la extensión de su poder todavía está lejos de reflejarse en un aumento de la eficiencia de la gestión libertaria o en un mayor volumen político. Los intereses de Posse son todavía insondables.
El actual jefe de Gabinete es el único humano invitado a sumarse al trío que conduce el Gobierno. “Hay un triángulo: Karina Milei, Santiago Caputo y yo. Cuando lo ampliamos entra Nicolás Posse”, en palabras del Presidente.
En el declive de la ley ómnibus, Posse brilló por su ausencia. Su desvelo lo lleva a otros rincones del Estado, menos luminosos. Aunque en la ley depende de la Presidencia de la Nación, el jefe de Gabinete se atribuye bajo su órbita a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El espionaje lo atrae. En su gira por Estados Unidos se reunió con el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William J. Burns.
Antes incluso de ocupar la jefatura de Gabinete, Posse se interesó por los servicios de inteligencia. Fue el responsable de ubicar al frente de la AFI a Silvestre Sívori, un abogado especializado en derecho administrativo que había trabajado en el área de Transporte. En sus búsquedas de personal, Posse se asiste con una consultora privada. El caso es similar al DNU de desregulación económica, que fue elaborado por estudios externos, sin pasar por la secretaría Legal y Técnica, que es el órgano del Estado que debería elaborarlo. Por eso incluyó errores insólitos de expertos ajenos a los mecanismos administrativos del Estado.
Posse nombró al brigadier retirado, Jorge Jesús Antelo, como secretario de Estrategia Nacional de la jefatura de Gabinete. Desde el alcázar hermético de la Jefatura de Gabinete, Posse y Antelo llevaron a la AFI a otros jefes retirados de las Fuerzas Armadas, como contó la periodista Candela Ini en La Nacion. El jefe de Gabinete también intercedió para el nombramiento de Alfredo Gallardo, al frente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria.
Otros ministros ya se anoticiaron de las aficiones del jefe de Gabinete y comenzaron a preguntarse si están siendo cuidados. O todo lo contrario.
"La jefatura de Gabinete, nacida precisamente para trabajar en el vínculo con el Parlamento, se mantiene al margen, más inclinada a las áreas dedicadas a los negocios con el sector privado o el espionaje"
Milei conoció a Posse, que en su currículo se presentaba como “un ejecutivo senior de alta flexibilidad y resiliencia”, cuando ambos trabajaban para Aeropuertos Argentina 2000, de Eduardo Eurnekian. Las crónicas los ubicaban juntos en el proyecto del Corredor Bioceánico Aconcagua, que Cristina Kirchner, Julio de Vido y Eurnekian presentaron juntos en 2011. La obra para unir Argentina y Chile con un ferrocarril iba a requerir, según la exposición de Eurnekian, una inversión de tres mil millones de dólares. El trabajo debía haberse finalizado hace dos años. El periodista Pablo Icardi recordó que en el aeropuerto de Mendoza los pasajeros podían deleitarse con una maqueta del proyecto. La obra nunca se hizo. La maqueta también fue retirada.
Posse aceptó la oferta para dejar Aeropuertos Argentina 2000, donde era un ejecutivo de tercera línea, y pasar al gobierno. No fue el único. Otros dijeron que no y se mantuvieron en la compañía de Eurnekian.
El Gobierno se encamina a cerrar las sesiones extraordinarias, cuando el Presidente tiene la facultad de fijar la agenda del Congreso, sin aprobar ni un solo proyecto de su interés. La jefatura de Gabinete, nacida precisamente para trabajar en el vínculo con el Parlamento, se mantiene al margen, más inclinada a las áreas dedicadas a los negocios con el sector privado o el espionaje. La Constitución determina que el jefe de Gabinete debe rendir informes ante el Congreso una vez por mes. En la nueva gestión, todavía no ocurrió. No es el único mandato constitucional que debería advertir Posse. En la reforma acordada entre Alfonsín y Carlos Menem, también se determinó que el jefe de Gabinete es el único colaborador del Presidente que puede ser removido de su cargo por el voto del Congreso.