Las cartas olvidadas del maestro de Milei. Una polémica corrosiva y una enseñanza para la Argentina
¿Puede una receta económica ser aplicada sin adaptarse a la realidad? Una controversia entre Milton Friedman y un jefe de la Reserva Federal ofrece una respuesta
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El ídolo económico de Javier Milei, Milton Friedman, publicó en los años 70 una carta corrosiva en The New York Times. Tenía un destinatario concreto: el economista Paul Volcker, a quien directamente le pedía que renunciara a su cargo de presidente de la Reserva Federal, es decir, que abandonara la conducción del Banco Central de Estados Unidos por incumplir con sus dictados teóricos. Los términos de Friedman eran inflexibles y acusaba a Volcker de ser incompetente para vencer la inflación. El intercambio de esas cartas se proyecta de forma crucial sobre el futuro de la Argentina.
En aquellos tiempos, cuando las discusiones públicas cuidaban sus formas, el pedido de renuncia formulado por un premio Nobel de Economía, como era el recientemente galardonado Milton Friedman, resultaba un golpe lacerante. Si bien tenía la elegancia de la letra impresa, la iracundia de Friedman era comparable al tono dramático de un panel de televisión. “Usted ha sido el responsable de la política monetaria más errática e incoherente que se ha visto en la historia de nuestro país –acusaba Friedman a Volcker–. Usted ha permitido que la oferta de dinero crezca a tasas excesivas y variables, que han alimentado la inflación y la incertidumbre. Usted ha provocado que las tasas de interés suban a niveles récord que han frenado la inversión y el empleo. Usted ha contribuido a que el dólar se deprecie frente a otras monedas, lo que ha erosionado nuestro poder adquisitivo y nuestra competitividad. Usted ha generado una crisis de confianza en nuestro sistema financiero, que ha puesto en riesgo la solvencia de los bancos y las empresas”.
"Fue una polémica entre un teórico y un economista en funciones"
El debate entre Friedman y Volcker en torno a la forma de combatir la inflación era llamativo, porque ambos compartían las ideas centrales y un concepto básico: la Reserva Federal debía servir de contención a las políticas electorales que empujaban el gasto y desmadraban los precios. Eso no estaba en discusión.
Ambos se veían como guardianes de la moneda frente a la irresponsabilidad de los políticos. Los dos coincidían en la necesidad de contener la oferta de dinero, pero igualmente Friedman cuestionaba a Volcker con crudeza. “Usted ha ignorado los consejos de los economistas más prestigiosos y experimentados, que le han recomendado que adopte una política monetaria simple y predecible, basada en una regla de crecimiento constante para la oferta de dinero –escribió en The New York Times–. Usted ha preferido seguir su propio criterio, basado en modelos matemáticos y estadísticos que no reflejan la realidad económica y social. Usted ha actuado como un burócrata ciego que se guía por indicadores abstractos y arbitrarios, y que ignora las consecuencias de sus decisiones”.
En el fondo, la polémica enfrentaba a un teórico, desprendido de la dificultad cotidiana de la gestión, con el funcionario que debía aplicar la teoría al presente económico y lidiar con el resto de los factores de la realidad, y tener en cuenta también el desempleo, el crecimiento o, incluso, la tensión política.
"Volcker respondía al profesor desde la realidad y el pragmatismo, lo confrontaba desde el timón con el que intentaba controlar al temporal inflacionario más allá de las formulaciones académicas"
Contra todos los pronósticos, Volcker resistió al ataque. “Estimado profesor Friedman: He leído con interés su carta abierta del 6 de noviembre, en la que me pide que renuncie a mi cargo de presidente de la Reserva Federal. Usted me acusa de ser el responsable de la inflación y el desempleo que aquejan a nuestro país, y de no seguir sus consejos sobre la política monetaria. Permítame decirle, con todo respeto, que sus críticas son injustificadas y que sus propuestas son impracticables –le contestó en otra carta–. Usted sabe muy bien que la inflación no es un fenómeno que se pueda controlar de la noche a la mañana, sino que es el resultado de años de excesos monetarios y fiscales, que han erosionado la confianza en nuestra moneda y en nuestro sistema económico. Usted sabe también que el desempleo no es una consecuencia directa de la política monetaria, sino de los desajustes estructurales y de la falta de competitividad que afectan a muchos sectores de nuestra economía”.
Volcker respondía al profesor desde la realidad y el pragmatismo, lo confrontaba desde el timón con el que intentaba controlar al temporal inflacionario más allá de las formulaciones académicas. “Usted me recomienda que adopte una regla monetaria simple y predecible, que consiste en fijar una tasa de crecimiento constante para la oferta de dinero, sin importar las condiciones económicas o financieras. Usted cree que esta regla garantizaría la estabilidad de los precios y el crecimiento económico, y que eliminaría la incertidumbre y la especulación. Yo no comparto su visión. Creo que la política monetaria debe tener cierta flexibilidad para responder a las circunstancias cambiantes y a las señales del mercado. Creo que la oferta de dinero no es una variable fácil de definir o medir, y que su relación con la inflación y el crecimiento no es tan estable como usted supone. Creo que una regla monetaria rígida e inflexible podría tener efectos indeseables y contraproducentes, como provocar una mayor volatilidad de las tasas de interés, una mayor inestabilidad financiera y una menor capacidad de respuesta ante los shocks externos”.
"Las medidas de Volcker abrieron tres décadas de desarrollo"
Milei atraviesa el dilema de Friedman y Volcker. Su futuro depende de la posibilidad de aplacar la inflación, pero la teoría y los modelos económicos que sobrevuelan en su cabeza enfrentan la singularidad argentina, deben adaptarse a la piel lastimada de una sociedad empobrecida, entre límites políticos, conflictividad temprana, tradición especuladora y una especial volatilidad en el tipo de cambio y la demanda de dinero. En los primeros días, su política económica logró acortar la brecha cambiaria que impedía acceder a los dólares. Pero ahora enfrenta una dinámica que llevó a los precios a correr como un tren bala, mientras el tipo de cambio camina como una tortuga. Si esa proyección se extiende en el tiempo, la Argentina puede pasar en meses de ser un país barato a otro con costos imposibles.
“El dólar exportación se está deteriorando al 25% por mes respecto a los precios”, alertó esta semana el economista Carlos Rodríguez, que supo estar cerca de Milei. Si no frenan los precios se necesitaría una nueva devaluación. Un ciclo de inflación y devaluación que volvería impracticable la gestión. La realidad desafía a la teoría.
Los modelos económicos exigen mirar el terreno. Volcker tomó gran parte de la teoría de Friedman, pero luego lo adaptó al presente económico y político de los Estados Unidos de las décadas del 70 y el 80. “Yo no me guío por modelos matemáticos y estadísticos, sino por la evidencia y el análisis. Yo no soy un servidor de los intereses de los banqueros y de los políticos, sino de los intereses de la nación. Yo me preocupo por el bienestar de los ciudadanos y por eso estoy decidido a combatir la inflación, que es el mayor enemigo de la prosperidad y la justicia social”, le contestó a Friedman. Sus primeras acciones generaron recesión y una feroz controversia. Pero las medidas de Volcker, apoyado primero por el demócrata Jimmy Carter y luego por el republicano Ronald Reagan, finalmente lograron dominar la inflación y abrieron tres décadas de desarrollo en los Estados Unidos. Desde el pasado, el eco de las cartas dejan una enseñanza para el futuro urgente.
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