La vida bajo el control de un régimen opresivo
En La rebelión de la ópera, Carlos Manfroni propone un futuro distópico regido por las ideas del feminismo radical
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Una Buenos Aires en la que no se permite que nazcan niños. Luego de estar diez años injustamente encarcelado en Cuba, Andrés regresa y encuentra la ciudad bajo un régimen opresor que ejerce el control social a través del miedo y busca homogeneizar a sus habitantes en una vida gris.
Como una cruda advertencia, el primer libro de ficción de Carlos Manfroni, autor de Montoneros, soldados de Massera; Los otros muertos (junto con Victoria Villarruel) y Propaganda Due, alerta sobre las riesgos del avance del progresismo y del feminismo extremo. Para esto, en La rebelión de la ópera (Sudamericana) Manfroni crea un escenario futurista distópico a la manera de Huxley o Bradbury, que describe una ciudad tomada por un gobierno totalitario y narco. La novela narra el intento de Andrés por recuperar aquella Buenos Aires de la libertad y la cultura.
“La novela es una respuesta al feminismo radicalizado, una revolución cultural de signo negativo, desde mi punto de vista negativo, que está en marcha. El feminismo de los siglos XIX y XX reivindicó los justos derechos de la mujer, en cambio este busca restringir los derechos y las libertades de otros”, dice Manfroni. “Le sumé una característica de este feminismo radicalizado que es la aversión por los niños, un rechazo a la inocencia y a la maternidad, una de las cualidades más excelsas que puede tener una persona, y que es en definitiva un ataque a la familia”.
–En la novela aparecen la droga y las adicciones. ¿Cree que las instancias superiores del narcotráfico operan en las sociedades alentando estos movimientos radicalizados?
–Si yo fuera dueño de una compañía que vende bebidas refrescantes, mi mercado sería la sed, y entonces fomentaría los deportes y los alimentos salados. Pero si tuviera la multinacional más grande del mundo, que es la de la droga, no querría una sociedad feliz en la que el individuo esté contenido por la familia, por la escuela, por las organizaciones intermedias, que sea una persona culta, que le guste el arte, que encuentre felicidad en esos ámbitos, que cuente con fuerzas de seguridad respetadas y una justicia eficiente. Querría lo contrario. Una sociedad donde no haya progreso, donde el individuo esté aislado, sin familia, sin arte, sin posibilidades reales de comunicación amistosa con los demás. Hay organizaciones que propician la liberalización de la droga, grandes fundaciones internacionales, que además financian estos movimientos feministas extremos. Se trata además de organizaciones que buscan quitarles legitimidad a las fuerzas de seguridad, por ejemplo. Se advierte un vínculo entre el fomento a este tipo de corrientes de pensamiento y estas organizaciones que propician la liberalización de la droga, y aquí entran también las teorías garantistas del derecho.
–La historia transcurre en 2030. ¿Por qué eligió esa fecha?
–Por la Agenda 2030, un conjunto de objetivos que en su enunciación son loables, pero que en su desarrollo y consecuencias implicarán nuevas restricciones a la libertad de los individuos y también de los Estados. Entre esos objetivos figura la igualdad de género, por ejemplo. ¿Quién podría estar en contra si eso significara igualdad de oportunidades? Pero ya sabemos las consecuencias que están trayendo en la educación esas políticas, como por ejemplo el llamado “lenguaje inclusivo”. O el desarrollo sostenible. ¿Quién se pondría en contra de preservar la naturaleza? Pero si eso derivara en el mandato de no comer carne, por ejemplo, atentaría contra nuestra economía, nuestra salud y nuestra libertad. Por otro lado, son objetivos que tienden a la consolidación de una administración mundialista.
–Pareciera que la novela fuera una advertencia.
–Es una advertencia. Si nos vamos dejando acorralar podemos terminar en un régimen de esta naturaleza, porque existen grupos que comienzan realizando reclamos totalmente legítimos, pero que luego apuntan a acotar las libertades del otro. Además, quise mostrar que se puede confrontar con estas olas que se ponen de moda y tienen una fuerza arrolladora. La gente se asusta frente a los medios de comunicación y trata de usar un lenguaje políticamente correcto. Es tal el acorralamiento de nuestro lenguaje que finalmente no se puede decir casi nada. Vamos siendo cada vez más cercados, hasta no darnos ninguna libertad. Es como un neomarxismo, tiene los efectos de un neomarxismo, porque en definitiva busca formar una sociedad de esclavos en la que desaparezca la familia. Marx se pronunció expresamente contra la familia; para constituir un Estado como la dictadura del proletariado era necesario que desapareciera la familia porque la familia es una protección que tiene el individuo frente al Estado que lo aplasta con un peso de Leviatán, igual que las organizaciones intermedias y el arte, por ejemplo. Pero cuando el individuo queda solo con su angustia, cuando está aislado, es más fácil de manejar, es más susceptible de ser aplastado por el Estado y esclavizado. En mi novela la sociedad no está feliz, esta angustiada, y la angustia es, además, la base de cualquier adicción.
–¿Cómo le resultó el pasaje de la novela histórica a la ficción?
–Yo suponía que me iba a resultar difícil escribir ficción, porque en la novela histórica uno tiene los hechos en los que apoyarse, aunque no se trate de un relato cronológico. Pero, contrariamente a lo que suponía, escribí la novela en un mes; empecé el 28 de diciembre de 2021 y terminé el 28 de enero de 2022. Me fue saliendo, para mi propia sorpresa, sola.
–Usted situó la novela en un futuro cercano. Pero ¿hasta qué punto la actualidad alimentó la ficción?
–Un lector distraído podría pensar que las cosas que ocurren en el libro son el fruto de la frondosa imaginación de su autor, que ideó una Buenos Aires en la que la ópera se prohíbe por considerarla un género patriarcal y se destruye el Obelisco por razones similares. Sin embargo, a la luz de algunos hechos recientes y otros un poco más lejanos, en vez de decir que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia podríamos afirmar que es la realidad la que regala ideas a la ficción. Lo importante es darse cuenta de que cuando se propician regímenes que no respetan todas las libertades, hasta quienes lo propician pueden terminar siendo esclavos. Entonces, la libertad siempre es mejor.