La silenciosa muerte de la democracia de los partidos políticos
Hay acuerdos que desnudan lo que siempre estuvo oculto detrás de las apariencias. Es lo que acaba de ocurrir con el consenso con el que el gobierno libertario avanza en el Congreso con la suspensión de las elecciones primarias.
Aceptado por el oficialismo que no hay número para votar la eliminación de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), es igualmente visible que el sistema político podrá exhibir ya sin ese maquillaje el sentido fuertemente autocrático con el que se ordenan las distintas fuerzas.
"A diferencia de Uruguay, donde los partidos mantienen la costumbre de hacer elegir a sus dirigentes, los partidos argentinos prefieren el mandoneo del líder y los arreglos de mesa chica"
No hacía falta que llegara Javier Milei para revelar esa realidad, ni tampoco se le puede achacar al Presidente esa deriva antidemocrática a las que los principales partidos llegaron por caminos distintos. En todo caso, Milei se suma y pone sus propios acentos.
Introducidas por Néstor Kirchner durante el primer mandato de Cristina, las PASO fueron creadas a imagen y semejanza del sistema con el que Uruguay reemplazó su ley de lemas. En Uruguay el cambio sirvió para terminar con aquel engañoso formato electoral que permitía a los partidos orientales presentar varios candidatos presidenciales al mismo tiempo.
El sistema de lemas, que el peronismo utilizó en varias provincias argentinas, incluía el peligro de que un votante apoyara a un candidato que proponía una cosa, pero terminara entregando su aval de ese mismo partido a otro que planteaba lo contrario.
Las PASO uruguayas funcionan sin mayores problemas y los políticos de ese país encontraron en ellas una forma de canalizar la potente competencia interna que caracteriza a sus partidos y sus alianzas. Cada cinco años, varios candidatos de las principales fuerzas compiten y adquieren representatividad para la competencia final, la elección general por la presidencia y los cargos legislativos.
"Los libertarios imitan al peronismo en su tradición gregaria de veneración al liderazgo de Milei; la forma en la que el ahora presidente irrumpió no habilita ninguna relación horizontal"
En la Argentina el sistema colapsó apenas fue puesto a prueba. El primer motivo incluye la característica que desnuda a la política de nuestro país: las conducciones de los partidos prefieren el mandoneo del líder y los arreglos de mesa chica.
Ese denominador común reconoce varios factores, según sea el partido de que se trate.
El peronismo nunca tuvo democracia interna en tanto el coronel que lo fundó siempre prefirió ordenar hacia abajo una estructura basada en las reverencias al líder. Sin contar el enfrentamiento armado entre la izquierda y la derecha peronista, las sucesiones posteriores a Perón desde la década de 1980 se resolvieron sin participar a los afiliados con la excepción de la interna de Carlos Menem y Antonio Cafiero, en 1988.
Mientras se achicaba, elección tras elección, el radicalismo fue perdiendo la capacidad de ejercer su costumbre de tener elecciones internas. Cada vez que llaman a una competencia de afiliados se hace visible que van cada vez menos votantes. El radicalismo pierde su tradición democrática en tanto carece de capacidad para ejercerla por su decaimiento.
El Pro recogió en parte la tradición del radicalismo y en parte la construcción piramidal empresaria de su creador, Mauricio Macri.
"Para validar a sus dirigentes los partidos argentinos podrían usar otros métodos distintos de las inutilizadas PASO, viejos o nuevos, pero ni siquiera se les ocurre"
Recién llegados, los libertarios imitan al peronismo en su tradición gregaria de veneración al liderazgo de Javier Milei. La forma en la que el ahora presidente irrumpió no habilitó ninguna relación horizontal y mucho menos ahora, desde el poder, cuando sus dirigentes anuncian que sus candidatos a legisladores deberán jurar incondicionalidad a los mandatos del jefe.
Importa más el presente que el pasado. Por una razón o por otra, y en estos tiempos por la destrucción y reconstrucción del sistema político, tiene un alto consenso social la eliminación de todo cuando implique gastos asociados a la casta.
Las PASO, una herramienta poco y mal usada, es por lo tanto un obstáculo que hay que remover. A diferencia de los uruguayos, los argentinos se dedicaron a evitarlas o a usarlas para tratar de acumular listas que sumaran hasta llegar al piso mínimo exigido para poder participar de la elección general.
No es una regla general. Santa Fe tiene el mismo sistema, aplicado cuatro años antes que en el resto del país, y lo utiliza para seleccionar a sus candidatos.
Experta en deformar hasta las herramientas más útiles (lo que no quiere decir que las PASO lo sean), la política argentina se apresta a votar su cancelación, al menos por una vez. Solo volverán si le conviene a algún actor importante y con suficiente poder para reimplantarlas.
Queda pendiente la respuesta a la inquietud más importante en términos de organización en el primer escalón del sistema: los partidos. ¿Quiere la política argentina junto con las PASO enterrar para siempre cualquier idea que represente una selección democrática de sus dirigentes? Para validar a sus dirigentes, los partidos podrían usar otros métodos distintos de las inutilizadas PASO, viejos o nuevos, pero ni siquiera se les ocurre.
Reducidos a grupos de dirigentes, la mayoría de los partidos casi no tienen reuniones, asambleas o congresos. Y aquellos que dicen tenerlos, no logran ocultar que no pasan de la formalidad y que son insignificantes.
No se trata de nostalgias de tiempos que en cualquier caso nunca fueron perfectos ni ideales. Pero es real que los partidos argentinos alguna vez tuvieron muchos afiliados en contacto real con sus dirigentes.
Aquello que se perdió no puede ser evocado desde la nostalgia. En otros países esos esquemas de legitimación de los dirigentes todavía existen. Donald Trump arrasó en las primarias republicanas de los Estados Unidos, país donde no es posible ser candidato a nada sin atravesar un costoso y largo proceso previo. Los países europeos tienen partidos que aparecen o mueren, pero que en general mantienen discusiones abiertas y mecanismos de selección intensos.
Las PASO no fueron una solución, por el contrario, ahora que están por desaparecer, su ausencia demostrará el verdadero desinterés de los políticos argentinos por tener un sello de origen, una representación legítima y una prueba previa a la irreversible elección de los votantes que por lo general desconocen a quién votan.
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