La Odisea, un clásico que seguimos reescribiendo
Una nueva versión del poema homérico es un buen motivo para volver a la figura del héroe, presentede una y mil formas en el arte y la cultura occidental
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Storytelling es la palabra del momento. La que circula en el mundo de la publicidad y las agencias de marketing. En los posteos de redes Linkedin o los webinars de moda. En la frenética competencia por captar audiencias (en pantallas gigantes y portátiles), lo que buscan ahora los gurús del posicionamiento y del liderazgo digital es que cada pieza cuente una historia. Storytelling. Y toda historia necesita un héroe.
Pero ¿cómo se construyen las narraciones y sus héroes? ¿Cuáles son sus ingredientes, sus fórmulas, los secretos narrativos para delinear al protagonista de un relato? La respuesta está, siempre estuvo, en un clásico. La Odisea de Homero lleva en nuestro mundo más de tres mil años. Y la obra no ha perdido jamás su valor, sino todo lo contrario. Hoy vuelve en una nueva versión en la colección Clásicos Liberados (Blackie Books), que también incluye títulos como El Quijote, el Génesis o Gargantúa y Pantagruel. “Reinventar y reventar los clásicos”, dijo la filóloga española Irene Vallejo y la aliteración no podría ser más justa. Pero atención, spoiler alert!: no es que se cuente en esta nota algo revelador sobre este clásico, sino que en este caso es al revés: el lector lo conoce… aunque jamás lo haya leído.
"La obra de Homero parece encerrar su misma remake: flashbacks, la desmitificación del héroe"
Esta nueva edición es la traducción al castellano de la versión de Samuel Butler, “la más fiel de las versiones homéricas”, según Borges. E incluye, también, diversas reformulaciones del mito de Odiseo o Ulises (en su versión latina): La versión de Penélope, de Margaret Atwood, y las “microversiones” de Dorothy Parker, Augusto Monterroso y de los músicos Nick Cave y el español Javier Krahe.
La primera parte del libro es el texto épico original, según la BBC la obra literaria más influyente de la historia. No se trata de “más importante” (¿cómo medir su importancia contra La Divina Comedia, las obras de Shakespeare o el folklore de los cuentos de hadas?), sino del libro que más gravita sobre nuestro tiempo. Si es cierto el famoso dictum de Italo Calvino “un clásico debe decirnos algo de cada época y cada época debe decirnos algo de un clásico”, esta edición de La Odisea lo dice todo. O casi todo.
Considerado junto a La Ilíada uno de los primeros textos de la épica grecolatina y por tanto de la literatura occidental, La Odisea comienza in medias res, en mitad de la historia, contando hechos anteriores en base a narraciones del propio Odiseo. Pero, leído hoy, que es a lo que apunta esta edición, no solo se aprecia la raíz del relato occidental que alimentó a los modernismos (el Ulises de James Joyce y la obra de Virginia Woolf o Ezra Pound), sino que también predice cierta posmodernidad audiovisual. La obra de Homero parece encerrar su misma remake: flashbacks, la desmitificación del héroe (como en la saga más reciente de Batman, The Dark Knight), la simultaneidad de historias (la de Penélope y la de Odiseo). Y la reconfiguración de la historia: la de Odiseo es la de un casi eterno viaje de vuelta, y no la de las aventuras de la ida a la guerra; como el más reciente Robin Hood, el del director Ridley Scott, que solo sugiere la leyenda cuando el film concluye.
A los costados de las páginas de esta nueva edición hay dibujos (simples y minimalistas) del historietista español Calpurnio. Ni diluyen ni infantilizan el texto: nos informan intertextualmente. Se ilustra, por ejemplo, que en base a los fenómenos astronómicos que se describen en el libro, la NASA junto al ¡Observatorio argentino de La Plata!, pudo confirmar la fecha en que (según su autor, Homero) comienza La Odisea: el 8 de marzo de 1178 antes de Cristo. Mito e historia se unen.
"Podemos pensar que para el joven ateniense de aquella época, La Ilíada y La Odisea eran lo más parecido a una enciclopedia"
“La Odisea hace heroico un regreso, aquellos diez años en Troya y los diez que tarda Odiseo en volver. Pero además el relato contiene el germen de modelos de historias y de relatos básicos de Occidente, como vencer al monstruo, el mito de las sirenas o Circe –señala Esteban Bieda, investigador del Conicet y docente de filosofía especializado en mitología y filosofía antigua–. El héroe, sin poderes extraordinarios, se enfrenta con su astucia a estas bestias extraordinarias”.
Autor de Griego filosófico (2018), Epicuro (2015) y Aristóteles y la tragedia (2008), Bieda agrega: “Odiseo describe a los cíclopes como criaturas irracionales que nada tienen que ver con lo humano. ¿Cómo lo justifica? La razón que da es que no hacen asambleas, el embrión de la democracia, para discutir sus decisiones. Homero, en un sentido poético, dice lo que diría Aristóteles ocho siglos después: que el ser humano es esencialmente un animal político. Podemos pensar que para el joven ateniense de aquella época, La Ilíada y La Odisea eran lo más parecido a una enciclopedia. En La Odisea se delinean los parámetros de bien y de mal, de justicia y de injusticia que terminarán vertebrando la concepción occidental”.
Hay más rasgos políticos y culturales del relato homérico que perduran. “El lugar de la mujer en La Odisea, por ejemplo –apunta Bieda–. Penélope es también una mujer heroica. No por una sumisión al varón, como por ejemplo en Las troyanas de Eurípides, en donde ‘Andrómaca es corta de lengua y obedece a su marido’. La espera de Penélope es activa, actúa contra pretendientes que la quieren desposar en un acoso permanente. También el personaje de Helena, que porta belleza e inteligencia y que una vez rescatada, a pesar de su “traición” amorosa, no es castigada sino que vuelve a ser reina”.
Los textos y recreaciones de esta versión ¿definitiva? de La Odisea son especialmente bienvenidos. No solo complementan aquellos ya mencionados, fundamentales de las vanguardias del siglo XX, sino que también se suman a los que se suelen citar. A saber, interpretaciones libres como la película Dónde estás hermano, de los Coen; la ópera El regreso de Ulises en Patris, de Monteverdi o el extraordinario cuento “El nadador” de John Cheever. Allí, un Ulises/Odiseo ya maduro y de acomodada clase media emprende el regreso a su casa nadando de pileta en pileta. Pero al llegar a su “Ítaca” de los suburbios y el american dream, todo será ya crepuscular, oxidado y frío. Demasiado tarde.
Así, en la versión de Nick Cave “Más noticias de ninguna parte”, el cíclope es un fan grandulón y cargoso que le pide un autógrafo y Cave responde clavándole una birome en su único ojo. Augusto Monterroso, el genio del microrrelato, que siempre supo que en la literatura lo homérico “siempre estuvo allí”, pinta a un Odiseo y a una Penélope de un matrimonio en crisis que se engañan mutuamente. La ácida escritora norteamericana Dorothy Parker narra a una Penélope que se hartó de esperar y que es la verdadera valiente de la historia. La más sorprendente es la visión de Margaret Atwood en el relato más largo, “La versión Penélope”. Se trata de una mirada descarnada sobre el cruel destino de las criadas de Penélope (asesinadas por Odiseo y su hijo Telémaco), que parece prefigurar el espanto y horror de su famosa obra El cuento de la criada.
Por otra parte, un complemento ideal de esta versión de La Odisea es el breve ensayo El héroe de Lee Child, considerado poco menos que un Raymond Chandler, o sea un especialista en el policial hard-boiled. El autor de las famosas aventuras del exmilitar Jack Reacher aborda en este libro la evolución de la figura del héroe y de la ficción, con tesis originales y divertidas, que abarca desde la Edad de Piedra hasta nuestros días. Para él, más que homo sapiens, deberíamos hablar evolutivamente del homo narrans: el simio que cuenta historias. “Odiseo –dice Child– codificó el uso que le hemos dado a la palabra héroe: alguien que sufre, que resiste y que sobrevive a viajes largos, a riesgos y a peligros. Y después de eso aparece con su honor e identidad intactos”.
La intertextualidad de los clásicos es infinita. Hasta un chico podría detectar que la herida (y destino) en la frente de Harry Potter, otro joven héroe contemporáneo, es deudora de la cicatriz que Odiseo porta desde su juventud y con la que Penélope lo reconoce.El western, género universal, tiene en Clint Eastwood un héroe universal que en muchas de sus películas se hace llamar “el hombre sin nombre” o “Nadie”, que es el nombre que adopta Odiseo para engañar al cíclope. Y por citar ejemplos de literatura argentina contemporánea, tanto en la novela Distancia de rescate, de Samanta Schweblin (un mundo de Penélopes protectoras y hombres ausentes), como en el cuento “Hoy temprano”, de Pedro Mairal (una odisea sin frenos entre la adolescencia y la adultez), se siente el aliento homérico. “Los símbolos de la mitología –afirmó Joseph Campbell en su obra mayor, El héroe de las mil caras– no pueden encargarse, inventarse o suprimirse”
En su poema “Itaca”, el poeta griego Constantino Cavafis explica que las vueltas no significan nada. Que lo que importa es el viaje. “Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Itacas”.
Hoy, 3200 años después de la primera odisea y del primer relato (junto con La Ilíada), sabemos que el mejor caballo de madera en la historia es el que se introduce en la cultura sin que ni siquiera lo notemos. Aquel cuyo mito logra impregnar todos los relatos. En suma, el storytelling perfecto.