La gentrificación, un fenómeno de las ciudades de hoy
La especialista Leslie Kern, que participa este fin de semana de la Feria de Editores, reflexiona sobre las tensiones sociales y económicas que reflejan los cambios barriales abruptos
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En una zona del barrio porteño de Villa Crespo –que se comercializa con el nombre de “Palermo Queens”– una inmobiliaria ofrece nuevos emprendimientos: modernos departamentos en construcción con el eslogan “Obras que cambian la vida”. Una pregunta posible es: ¿a quién se la cambian? O mejor aún: ¿a quiénes para bien y a quiénes para mal? En solo tres cuadras de ese barrio donde antes había un taller mecánico, un hotel familiar y un galpón hoy hay tres edificios en obra. Y, en los últimos tiempos, proliferaron cafeterías de especialidad, mercados gastronómicos, bares de autor, galerías de arte, salas de coworking y tiendas de diseño. Al sur, en otro punto de la ciudad de Buenos Aires, un grupo de vecinos autoconvocados de San Telmo y Monserrat, protestaba a fines de junio por las modificaciones que el gobierno porteño quiere impulsar en el Casco Histórico de la ciudad. Ciertas obras prometen transformar sus barrios en un polo gastronómico y turístico, lo que amenaza con alterar la dinámica económica y social, y desplazar así a los antiguos vecinos y comerciantes –entre otros motivos– por el encarecimiento de los alquileres de la zona. Un cartel entre quienes entonces protestaban decía “No a la turisgentrificación” (un acrónimo formado por la fusión entre las palabras turismo y gentrificación). Pero ¿a qué se refiere el término original?
"El exceso de gentrificación puede ser un foco de incremento de las desigualdades"
El anglicismo “gentrificación” fue usado por la socióloga inglesa Ruth Glass en los años sesenta del siglo pasado y proviene de la palabra gentry que hace referencia a una clase social: la alta burguesía británica. Esta investigadora la usó para describir el proceso mediante el cual una clase social desplaza a otra de su zona de residencia. En nombre del progreso o de cierto desarrollo que algunos investigadores entienden como “orgánico, o natural” y que otros –como la canadiense Leslie Kern, de visita en Buenos Aires para participar de la Feria de Editores FED 2022– directamente califican como abusivo en detrimento de sectores minoritarios y más pobres.
Kern es doctora en Filosofía en Estudios sobre Mujeres de la Universidad de York y, entre otros cargos, también dirige el departamento de estudios sobre mujeres y género de la Universidad de Mount Allison, Sackville, en Canadá. Su especialidad es la geografía urbana social y feminista. La investigadora irrumpió en el mundo editorial con su libro Ciudad feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres donde explica cómo la planificación de los espacios públicos pensados desde y hacia una experiencia masculina afecta a las mujeres y otras identidades. Una mirada de género sobre el desarrollo urbano, donde queda claro que cada decisión sobre la modificación de conglomerados nunca es una intervención neutral. Kern presentará mañana en la FED su libro La gentrificación es inevitable y otras mentiras (ambos libros de Ediciones Godot) en el que analiza la gentrificación en barrios de Canadá e Inglaterra.
“Es fácil reconocer el trauma del desplazamiento forzoso en quienes se refugian de guerras o desastres naturales. Sin embargo, parece ser más difícil identificar el daño de los desarraigos que ocurren todos los días en nuestras ciudades”, dice Kern.
Ahora bien, no todos los procesos de cambios barriales pueden enmarcarse en la definición de gentrificación. Como tampoco se puede asegurar que las ciudades de países desarrollados –que Kern analiza en su libro– presenten características directamente comparables con la gentrificación en las ciudades sudamericanas. Sin embargo ella sostiene que, a pesar de las diferencias entre las ciudades de países ricos con, por ejemplo, Buenos Aires, hay similitudes indudables. En diálogo con LA NACION explica: “En cualquier lugar, el motor central de la gentrificación es el deseo de obtener ganancias del espacio urbano, especialmente de la vivienda. Zonas que enfrentan el desplazamiento de sus vecinos a medida que comienza la gentrificación. Las que pueden ser diferentes, sí, son las formas que adopta en cada lugar este fenómeno. Por ejemplo, en el tipo de vivienda que se gentrifica”.
En Canadá o Inglaterra, la brecha de desigualdad entre clases acomodadas y populares no es comparable a la de Argentina. Kern sostiene que “desafortunadamente, las brechas de desigualdad están creciendo en muchos países desarrollados y la gentrificación puede ser en parte culpable. En un país como Canadá, de donde provengo, la vivienda propia es una de las formas más importantes en que las personas acumulan riqueza y el hogar es un gran activo para la mayoría de las familias”.
¿De qué otras maneras los gobiernos, solapados en una idea de progreso, impulsan estas políticas urbanas excluyentes? Kern responde: “También puede darse el caso de que la gentrificación sea impulsada por el Estado como parte de intentos de limpiar la imagen de la ciudad, por ejemplo cuando se realizan megaeventos como los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo de fútbol. En ese caso, los gobiernos municipales y nacionales tratan de mover a sus pobres urbanos fuera de la ciudad y reemplazar sus áreas de vivienda con otras viviendas de clase media, atracciones turísticas y nuevos recintos deportivos”.
Lo que queda claro es que el espacio urbano no es un lugar neutral, es un entramado donde se dejan ver tensiones económicas y sociales. En su libro previo Ciudad feminista, Leslie Kern analiza la forma en que la organización de la ciudad puede contribuir a situaciones que erosionan la calidad de vida de las mujeres. Pero ¿de qué manera? “La gentrificación –dice– puede aumentar la violencia basada en el género y la sexualidad, especialmente en el hogar (violencia doméstica) al hacer que sea muy difícil para las víctimas salir de situaciones abusivas. Si no hay viviendas asequibles, las mujeres y otras personas quedan atrapadas en situaciones precarias e inseguras. Los propietarios a veces aprovechan esta situación y acosan a las inquilinas para obtener favores sexuales, sabiendo que ellas no pueden permitirse el lujo de mudarse a otro lugar. La gentrificación también puede empujar a mujeres, trabajadoras sexuales y trans fuera de las áreas donde han trabajado tradicionalmente y en espacios menos seguros, como áreas industriales o espacios periféricos”.
Pero no solo en lo que a género se refiere la gentrificación puede ser un foco de incremento de las desigualdades, sino también en cuestiones relacionadas con grupos étnicos o inmigrantes: “El racismo urbano ambiental describe una situación en la que personas de grupos raciales minoritarios (por ejemplo en Canadá, personas de ascendencia africana y caribeña, pueblos indígenas y no blancos, inmigrantes) tienen más probabilidades de vivir cerca de industrias contaminantes y estar expuestos a peligros ambientales tales como vertederos de basura con el aire y el agua contaminados. El racismo ambiental está relacionado con la gentrificación porque cuando las personas son desplazadas pueden ser empujados a estas áreas contaminadas porque es más barato vivir en ellas. También es desafortunado que a medida que se limpian las áreas (cuando cierra una fábrica contaminante, por ejemplo) el área puede ser un objetivo para la gentrificación ya que se percibe como más verde y saludable”.
Volviendo a la imagen de las protestas de vecinos de San Telmo y Monserrat. ¿Cómo se frena un proceso de gentrificación?, ¿quiénes son los actores principales? “Creo que los movimientos sociales tienen que estar ahí para empujar a los gobiernos a actuar. Las personas organizadas pueden generar mucho apoyo popular a las políticas de prevención de desalojos, desplazamientos, contra el racismo y la violencia de la gentrificación. La mayoría de los gobiernos de los países capitalistas dudan en restringir la capacidad de generar ganancias de los desarrolladores, inversionistas y propietarios. pero si los movimientos sociales pueden aumentar la presión sobre el Estado para imponer regulaciones, entonces pueden verse obligados hacer algo. Sí creo que se necesita acción gubernamental, ya que los gobiernos deben controlar la planificación urbana, la zonificación, las políticas de desarrollo y legislación sobre los derechos de los inquilinos, por poner un ejemplo”.
Contra todo concepto que entiende a la ciudades como organismos vivos que crecen “naturalmente”, mutan, se reproducen en nombre del progreso, Kern explica que los cambios donde se prioriza solo el beneficio económico en los espacios urbanos no son “naturales” sino que se trata de decisiones políticas y que tienen como resultado intervenciones que afectan a la vida de las personas: “Si, como me pasa a mí, los relatos sobre la gentrificación les hacen sentir una mezcla de frustración, impotencia, confusión, indignación, ira y empatía, entonces este libro es el indicado para ustedes”, dice en un fragmento de su libro. Y agrega: “Hasta hace no mucho, el término era parte de la jerga académica y rara vez se oía por fuera ámbito. Hoy en día, nunca hubo tanta gente buscando entender qué es lo que ocurre en sus barrios y cuál es su relación con la gentrificación; pero justo cuando se piensa haberlo entendido, la gentrificación se manifiesta de una forma nueva y aterradora”. El trabajo de Kern ofrece fundamentos para comprender el pasado de la gentrificación, pero también proporciona un marco para entender cómo, dónde y por qué la gentrificación está sucediendo ahora.
Leslie Kern presentará La gentrificación es inevitable y otras mentiras (Ediciones Godot) en la Feria de Editores (Fed 2022), el domingo 7 de agosto a las 14. En el Complejo Art Media (Corrientes 6271), con entrada libre y gratuita.