La espinosa primavera de Milei
Por extravagante que resulte, en tiempos de cambio climático y mientras se acerca el invierno, Javier Milei disfruta de la primavera de su presidencia. Más que una estación, es un estado de ánimo, una expectativa, una esperanza de que con sus medidas implacables y su estilo explosivo consiga concretar la promesa de cambio que lo llevó al poder.
Su llegada a la Casa Rosada no produjo un colapso del sistema político. Al contrario, llegó un novato a la Casa Rosada porque el sistema político había colapsado antes y los votantes encontraron en Milei alguien que podía representar su decepción con el presente y su decisión de modificarlo.
"Prevalece una fuerte idea de corte con una acumulación de desgracias provocadas por los gobiernos anteriores en cada una de las encuestas que reflejan que Milei conserva apoyo"
Por ahora, mientras se cocina a fuego lento la valoración de sus acciones, Milei avanza por lo que dice más que por lo que construye, y lo que dice es que vamos hacia un liberalismo que hace prósperos a los países en el presente y que provocó un desarrollo sostenido de la Argentina en los años posteriores a su organización constitucional y durante el medio siglo siguiente. Ese futuro liberal es enunciado con formas bruscas mezcladas con ideas de cuño populista y autocrático; pocos reparan en esto mientras esperan un cambio para el país y para sus respectivas vidas.
"En los hechos, para la complejidad real de la ejecución de los cambios prometidos, Milei presenta un equipo corto y limitado, concentrado de pocas manos y monotemático"
En las encuestas, prevalece una fuerte idea de corte con la acumulación de desgracias provocadas por los gobiernos anteriores. Y reflejan que Milei conserva apoyo más allá de las duras medidas de ajuste que aplica en nombre del cambio que propone.
En los hechos, para la complejidad real de la ejecución de esa promesa, Milei presenta un equipo corto y limitado, concentrado de pocas manos y monotemático. En ese gabinete solo se habla de economía y de cómo ajustar las cuentas públicas.
"La calidad de la gestión no es todavía un problema en términos de opinión pública, en tanto la figura de Milei y su influencia conectan la atención con el futuro"
Materias cruciales como la crisis de seguridad cuentan con un manejo autónomo ejecutado por la ministra Patricia Bullrich. Políticas esenciales como salud y asistencia social, en un país con más de la mitad de sus habitantes sumergidos en la pobreza, dependen de funcionarios enfocados solo en reducir los gastos monumentales que dejó el kirchnerismo. No está mal eliminar gastos innecesarios o derivados de la corrupción en el área que comanda la ministra Sandra Pettovello, pero detrás de la motosierra no aparecen ideas innovadoras ni señales de lo que falta para que la tarea de recortar concluya.
Mientras suma tiempo, al equipo de Milei le resulta cada vez más costosa la manía del despido inmediato y por cualquier motivo de funcionarios importantes. La inestabilidad, hija de arrebatos temperamentales y de contramarchas por falta de directivas claras, pone a los miembros del equipo libertario en un estado de permanente precariedad. Cada semana vuela algún funcionario mientras proliferan versiones cruzadas de nuevos relevos.
"Un mundo con el apetito abierto a descubrir al personaje que gobierna la Argentina no termina de saber si hay algo más allá del enorme atractivo que convirtió a Milei en una celebridad política"
La calidad de la gestión no es todavía un problema en términos de opinión pública, en tanto la figura de Milei y su influencia llevan la atención al futuro. Quienes lo votaron y lo apoyan en su gran mayoría aseguran que cumple lo que promete y dicen comprender la dolorosa receta que aplica para poner en orden cuentas disparatadas. Sin embargo, los problemas de gestión están ahí, chocando con realidades diferentes.
Un mundo con el apetito abierto a descubrir al personaje que gobierna la Argentina no termina de saber si hay algo más allá del enorme atractivo que convirtió a Milei en una celebridad política. Fuera de los estrechos límites del país, con todo derecho se preguntan si no se trata de un argentino más que sale a vender extravagancias o promesas de fingida seriedad. Milei y su canciller, Diana Mondino, consiguen llamar la atención, en el sentido más amplio de la expresión.
Milei no deja de darse ningún gusto. La mitad de sus viajes al exterior responden a convocatorias de foros que lo quieren escuchar por su mensaje antes que por su condición de presidente. En pocos días, luego de entrar en cuanto entrevero verbal puede entablar con quien lo confronte en las redes, incluidos la presidencia o un ministerio de otro país, romperá una vieja tradición de política exterior que consiste en no entrar en asuntos partidarios internos de otra nación. ¿Qué justifica que un presidente argentino sea la figura invitada a un acto electoral de la ultraderecha española? ¿Qué beneficio le trae a la Argentina que Milei busque votos para Vox?
La gestión política para tener las leyes que necesita su administración tienen en Milei uno de sus principales enemigos. Mientras el ministro del Interior, Guillermo Francos, hace magia para unir fragmentos inestables de una coalición que vote la ley Bases, el Presidente parece dispuesto a arremeter contra todo potencial aliado.
Milei tiene una ventaja de la que aún puede sacar provecho: enfrente no hay nada sólido ni estable. La vieja oposición al kirchnerismo no tiene líderes y en su lugar se expresan tribus dispersas que un día acompañan a los libertarios y al siguiente se arrepienten. Sus votantes dejaron de acompañarlos hace tiempo; en el mejor de los casos, son espectadores.
El desierto es tan expresivo que cinco meses después del comienzo de la gestión libertaria lo que acaba de asomarse como oposición es lo más viejo y gastado de la política. Por un lado, la CGT, que el jueves recurrió a su remanido recurso de hacer un paro deteniendo el transporte público. Por el otro, Cristina Kirchner, que salió de su escondite después de un año para operar en persona en contra de la ley que empezó a tratar el Senado.
El regreso de lo que nunca se fue, el sindicalismo y la líder peronista, es funcional a la novedad que implica Milei. Siempre es más fácil competir contra lo que fracasó.
La ausencia de contexto y la presencia de lo viejo y derrotado abre a Milei la oportunidad de avanzar. Y lo asoma al abismo de ser derrotado por él mismo.