La dirigencia debe evitar el mesianismo, la violencia retórica y el desprecio al liberalismo político
El gran interrogante es cómo haría un Milei presidente para impulsar sus reformas sin mayorías legislativas
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La fragmentación del sistema político tiene sus raíces en una progresiva desconexión entre política y sociedad, amplificada por la falta de liderazgos y por la abrumadora persistencia de una crisis social sin precedentes en la Argentina. Los partidos tradicionales dejaron de ser vehículos capaces de contener y representar las demandas de los electores y, agotado el bipartidismo dominante desde mediados del siglo pasado, las coaliciones surgieron como una oferta heterogénea, superadora y pretendidamente dominante. Décadas de frustraciones, malestar social y sentimientos de ausencia de futuro eclosionaron simbólicamente el 13 de agosto cuando el outsider Javier Milei, con un estilo personalista y disruptivo, supo canalizar ese hartazgo en una ola silenciosa que pocos lograron advertir.
"El resultado de las PASO anticipa un escenario de fragmentación política"
Poseedor de un discurso básico y agresivo, pero eficaz, consiguió aglutinar una idea de cambio y esperanza, combustible imprescindible para movilizar al electorado. Minimizar o desmerecer la fortaleza de su triunfo en las PASO conspiraría contra la comprensión del fenómeno. Sin embargo, la promesa libertaria resulta todavía incierta para una sociedad castigada, que sabe de dónde viene pero que pareciera no tener certeza de hacia dónde va.
En su plataforma política, La Libertad Avanza plantea que la reforma integral necesaria para resolver los problemas del país requiere de un plazo de 35 años en tres etapas sucesivas, aunque no especifica cuánto debería durar cada una. La magnitud de las reformas impulsadas (tributaria, laboral, financiera y previsional, entre otras) y las limitaciones objetivas que enfrentaría una hipotética presidencia de Milei plantean interrogantes, inquietudes e incertidumbre.
"La Libertad Avanza obtiene votos a través de un sistema al que repudia"
Si el candidato libertario llegara al poder, tanto si resultara victorioso en primera vuelta o tras el posterior ballottage, lo haría con un “gobierno dividido” en el que no contará con mayorías legislativas. En caso de repetir el triunfo electoral en las generales del 22 de octubre, sumaría un máximo de entre ocho y diez senadores, apenas una cuarta parte de los necesarios para garantizar el quórum de 37. Mientras que en la Cámara de Diputados, donde lograría conformar una bancada propia de entre 40 y 50 legisladores, estaría todavía muy lejos de los 127 necesarios para habilitar las sesiones en las cuales iniciar los complejos debates que pretende impulsar.
Por toda respuesta, Milei imagina someter a plebiscitos las iniciativas que no sean aprobadas por el Congreso, una forma de democracia “semidirecta” que desafía la división de poderes. El artículo 40 de la Constitución establece que solo el Congreso, a iniciativa de la Cámara de Diputados, tiene facultades para someter a consulta popular “vinculante” un proyecto de ley y que, de resultar aprobado, no puede ser vetado por el Ejecutivo. Además, tanto el Congreso como el presidente, dentro de sus respectivas competencias, podrán convocar a una consulta popular “no vinculante” cuyo voto no será obligatorio. ¿Cómo saldría un Milei presidente de estas encerronas constitucionales?
A la debilidad legislativa de su hipotético gobierno, se agrega que no contaría con intendentes propios en la mayoría de las localidades, ni con gobernadores en los 24 distritos de la Argentina. Esa falta de estructura será determinante tanto a la hora de impulsar iniciativas legislativas, como para gobernar un país federal que planteará intereses locales y regionales a través de los mandatarios provinciales.
Además es presumible que, en un escenario tan adverso, las fuerzas políticas opositoras intenten imponer sus propias agendas, consensuando la sanción de leyes, siempre que puedan establecer puentes de diálogo para promover iniciativas. ¿Intentará Milei saltear al Poder Legislativo, sancionando decretos de necesidad y urgencia que no podrá luego ratificar en las cámaras? ¿Utilizará el poder de veto para frenar leyes que no formen parte de su programa?
Sus posiciones extremas, su actitud beligerante y su rechazo a la política tradicional contrastan con la naturaleza de una actividad caracterizada por la capacidad de debatir ideas para lograr consensos y la habilidad para llevar adelante negociaciones que permitan alcanzar acuerdos. La sorpresiva e inesperada victoria de Milei en las PASO representa un 21% del total del electorado (7 millones de votos sobre un padrón de más de 35 millones) en un contexto en el que, ante la creciente desconfianza con el propio sistema, el ausentismo superó el 30%, la segunda cifra de menor participación desde el regreso de la democracia. Si bien el libertario se impuso en 16 sobre 24 provincias, y parte de sus votantes puedan identificarse con un “voto castigo” –una apuesta por la antipolítica contraria a “la casta” que denuncia sin eufemismos su líder– no habría que perder de vista que un 70% del electorado se inclinó por alguna de las opciones tradicionales.
El resultado de las PASO anticipa escenarios de fragmentación política, donde quienes gobiernen lo harán con una menor capacidad de representación que en el pasado, y forma parte de una tendencia existente en diferentes países de Latinoamérica. Chile, Colombia, Bolivia y Ecuador, donde su presidente Guillermo Lasso se vio forzado a convocar a elecciones anticipadas sin poder finalizar su mandato, son solo algunos ejemplos de la nueva coyuntura. En Perú, donde la inestabilidad política produjo un intento de golpe de Estado, la disolución del Congreso y asumieron consecutivamente seis presidentes desde 2018, los politólogos Alberto Vergara y Rodrigo Barrenechea advirtieron sobre un nuevo fenómeno al que describen como “vaciamiento democrático”. Este se caracteriza por una fragmentación y circulación del poder, amateurismo político y una ausencia de vínculos significativos entre los mandatarios y la sociedad, algunos elementos que podrían ser identificados fácilmente en la Argentina.
Con legitimidad democrática, La Libertad Avanza obtiene votos a través de un sistema al que repudia mientras lo erosiona lentamente por dentro, alimentando una fragmentación que puede debilitar eventualmente la propia estabilidad y gobernabilidad futuras.
Periodista y politólogo