La crisis monetaria. ¿Es la dolarización la única cura para la anomia argentina?
El libro Argentina dolarizada, de Emilio Ocampo y Alfredo Romano, reaviva un debate necesario que aun no ha sido saldado
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Al momento de publicarse el libro Argentina dolarizada. Perspectivas para una economía distinta, de Emilio Ocampo y Alfredo Romano, el país se encuentra dando los primeros pasos para alejarse de una posible nueva hiperinflación, herencia de dos décadas de vigencia del patrón “soja populista” en su variante kirchnerista, inaugurado a la salida de la Convertibilidad.
Al momento de asumir el actual presidente, Javier Milei, las tres funciones de la moneda estaban totalmente destruidas.
El peso argentino hace décadas que no es reserva de valor. Con la entrada al régimen de alta inflación, que se puede fechar con la intervención destructiva del Indec, se perdió rápidamente la función de unidad de cuenta, no ya solo para inmuebles o créditos, sino también para bienes durables como automotores.
El fenómeno no tan novedoso, a la luz de las experiencias históricas de las hiperinflaciones, es la utilización creciente de las criptomonedas para eludir el cepo cambiario eliminando la moneda argentina también como medio de transacción, señal inequívoca de hiperinflación.
En efecto, la Argentina estuvo viviendo una hiperinflación cualitativa, si tomamos en cuenta la eutanasia total de las funciones de la moneda, pero también una hiperinflación técnica.
De acuerdo a la normativa contable internacional, un país cae en hiperinflación cuando, entre otras señales, presenta una inflación acumulada en tres años igual o mayor al 100%. En efecto, desde hace diez años la Argentina está en hiperinflación técnica (a partir de la devaluación del exministro de economía Axel Kicillof, de enero de 2014), tomando en cuenta los índices de precios alternativos al índice de precios oficial intervenido.
La respuesta de los argentinos ha sido la dolarización informal para poder preservar no solo sus ahorros, sino también el poder adquisitivo de sus ingresos, tanto laborales como provenientes de planes de asistencia social.
La Argentina es el único país del mundo que, habiendo vivido varias hiperinflaciones en el pasado, estuvo en riesgo de repetir la experiencia una vez más.
El libro de Ocampo y Romano es un aporte fundamental para analizar la propuesta de dolarización formal de la economía argentina a fin de terminar definitivamente con la inflación.
La obra analiza con detalle varios puntos cruciales en el debate sobre dolarización. Las experiencias latinoamericanas en eliminar permanentemente el financiamiento inflacionario del déficit fiscal marcan una diferencia respecto de la Argentina: nuestro país no ha podido construir la institucionalidad necesaria para preservar una política monetaria consistente sin dominancia fiscal.
En efecto, las posibles alternativas, como el control de los agregados monetarios o las metas de inflación adoptadas en la región, se chocan aquí con la anomia argentina de no cumplir la carta orgánica del Banco Central, con la imposibilidad histórica de un Banco Central independiente y, también, de un banquero central conservador que resista el atropello de la política.
Otro de los aspectos sustanciales analizados en el libro es cómo ganar competitividad en una economía dolarizada. Los cuestionamientos respecto de la dificultad de dinamizar la competitividad bajo un régimen dolarizado son rebatidos principalmente con la experiencia argentina de lograr ganancias de competitividad precio mediante devaluaciones abruptas que, más tarde o más temprano, son licuadas por el impacto inflacionario. En efecto, una economía dolarizada presenta un tipo de cambio real estable donde la competitividad se lograría mediante ganancias de productividad
La necesaria ganancia de competitividad precio debería darse por la flexibilización del mercado de trabajo, que permitiría un ajuste adaptativo de la demanda de empleo ante shocks externos negativos. Por el contrario, hoy la Argentina presenta cero resiliencia a los shocks externos, por lo cual los desequilibrios se ajustan mediante devaluaciones abruptas. Pero también los saltos abruptos del tipo de cambio real suceden en nuestro país como consecuencia del ajuste ante apreciaciones artificiales de la moneda domestica a causa de pisar el tipo de cambio como única ancla disponible para reprimir precios y ganar elecciones.
Otro fenómeno interesante a tratar en el futuro, parcialmente analizado en el capítulo que el libro le dedica al problema de la pobreza, es el comportamiento de la desocupación en una dolarización formal. Ecuador presenta tasas de desempleo relativamente bajas, en torno al 5%, desde que se dolarizó en el año 2000. Su sector informal funciona como buffer ante shocks externos negativos, y permite que el refugio de la economía informal sostenga sus niveles de ingreso en dólares sin caer en la desocupación abierta.
Hoy la Argentina tiene niveles de desocupación relativamente bajos, 5.7% a fines de 2023, pero bajo hiperinflación técnica. ¿Puede la dolarización producir un aumento de la desocupación abierta?
La economía argentina llega a esta situación con desempleo oculto, al igual que la herencia que dejó el Estado financiable heredado de la hiperinflación a comienzos de la década de 1990. Pero esta vez el desempleo oculto no está dado solo por aquella parte del empleo estatal con elevada tasa de ausentismo, sino también por la magnitud que ha adquirido la asistencia social con supuesta contraparte laboral. La baja productividad que este tipo de empleos generan debe ser también puesta en la balanza a la hora de evitar el costo de aumentar el desempleo. Por otra parte, el mismo hecho de cobrar salarios en dólares puede incentivar la búsqueda de empleo formal y ello es un objetivo deseable de política pública. Un mercado laboral flexible y un seguro de desempleo cuyos fondos estén aislados del manotazo de las necesidades fiscales de la política es una tarea imperiosa que los autores fundamentarían como necesariamente habilitadas si se realiza la dolarización formal.
¿Es la dolarización la única cura para la anomia argentina y la reversión de políticas económicas consistentes?
Mi respuesta es de resignación. Dada la historia argentina –un cementerio de oportunidades perdidas– y el haber quemado todas las naves de políticas económicas alternativas de libro de texto, diría que no hay mas remedio que aceptar la dolarización formal como condición necesaria a las reformas que imperiosamente necesita el país. El libro abre el debate.
Economista