Juan Carlos De Pablo: “Nos dieron la plata y nunca les vamos a pagar, ese es el acuerdo con el Fondo”
No se puede entender hoy la política económica como si estuviéramos en un país normal, porque la Argentina no lo es, dice el economista, que acaba de publicar un libro que vuelve sobre Pinedo y Prebisch
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En su oficina, rodeado de cientos de libros, billetes antiguos de los más diversos países y fotos suyas junto a variadas personalidades, Juan Carlos De Pablo habla a borbotones de lo que le apasiona: la economía. Lo hace con un lenguaje claro y un tono atrapante, con frases que jamás dejan lugar para la indiferencia. “El acuerdo con el Fondo está basado en dos principios básicos: ya nos dieron la plata, y nunca les vamos a pagar”, señaló.
No fue esa la única opinión fuerte que dejó a lo largo de una hora de entrevista, que tuvo como disparador la reciente publicación de su nuevo libro, Pinedo y Prebisch. Vida, obra y gestión de dos economistas argentinos (Sudamericana), en el que De Pablo se aboca a la tarea de resituar en la discusión contemporánea a estos dos protagonistas centrales de la política económica local.
Será a partir de estas dos figuras, Federico Pinedo, que fue diputado en cuatro ocasiones y ministro de Economía en tres, y Raúl Prebisch, que fue subsecretario de Hacienda y gerente general del Banco Central, entre otros cargos, que De Pablo iniciará su conversación con LA NACION, para ligarlos luego con el contexto actual y terminar analizando las principales cuestiones de la economía argentina, sobre todo sus males ya casi atávicos.
Licenciado en Economía, recibido en la Pontificia Universidad Católica Argentina (1964), y con estudios de doctorado cursados en la Universidad de Harvard, De Pablo es columnista en este diario, profesor en la Universidad de San Andrés (Udesa) y en la Universidad del CEMA (Ucema), miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y autor de más de 50 libros.
–¿Por qué eligió escribir un libro sobre Pinedo y Prebisch?
–Porque soy un economista aplicado, por oposición a los que solo trabajan en teoría, y entonces me gustan estos personajes multifacéticos que han dejado algunos escritos, pero también una obra concreta, porque se involucraron. Pinedo fue diputado cuatro veces y ministro de Economía tres; Prebisch fue subsecretario de Economía, asesor de dos ministros, gerente general del Banco Central [BCRA], secretario general de la Cepal, entre otros cargos. Hizo el Informe Prebisch para la Revolución Libertadora y fue asesor de Raúl Alfonsín. Es decir que son personas que cuando te hablaban lo hacían en parte desde la teoría y en parte desde la calle, algo que es una mezcla fundamental para entender la economía aplicada y ejercerla en el caso de llegar a ser ministro.
–¿Hoy se desempeñarían mejor que muchos otros en la economía actual?
–Comenzarían por tener con el Presidente una conversación diferente de la que, supongo, han tenido los actuales ministros. Pinedo diferenciaba entre ministro secretario y ministro consejero. El primero es el que sabe de su quintita, el segundo sabe de su quintita, pero además acompaña al Presidente en la función general de gobierno. Pinedo tenía esta visión y, de hecho, las tres veces que fue ministro renunció por cuestiones políticas. Hoy, antes de ser ministro tendría una conversación con el Presidente a raíz de lo cual seguramente no sería ministro.
"Si a Guzmán le pedís una tarjetita, en ella va a decir ‘Ministro de Economía’. Pero no es eso, Guzmán no ejerce la función. ¿Quién ejerce la función? Nadie"
–¿Podría hacer una semblanza sintética de ellos dos?
–A Pinedo no lo conocí, pero a Prebisch, sí. Dejaron grandes enseñanzas: Pinedo era complicado en los debates, pero componedor en política; su nieto hoy es igual. Decía que siempre hay que buscar consensos. Por su parte, lo más importante que dejó Prebisch es el concepto de centro y periferia. Lo planteó entre países, pero también se da dentro de la política económica: cuando alguien dice que hay que hacer el BCRA autónomo, está diciendo una pavada, porque lo que hay que hacer es determinar cuál es el centro, y el centro está en la cuestión fiscal, porque hay un gasto público que está dominado por consideraciones políticas. Todo lo demás es un adorno. Esto me quedó de estos dos hombres.
"El quiebre del PBI de la Argentina se da a mitad del siglo XX. Y los argentinos tenemos inflación desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Sabemos cómo crearla"
–¿Cuándo se empezó a quebrar la economía argentina?
–Supongamos que nos olvidamos de los países y vemos solo el PBI de estos desde mediados del siglo XIX, sin dar el nombre de cada uno. En esa comparación, el quiebre del PBI correspondiente a la Argentina se da en la mitad del siglo XX. Esto lleva mucho a decir “peronismo”, entonces estadísticamente se terminó el debate. Después llegan las discusiones entre peronismo y no peronismo, pero a mí los debates totalizadores cada vez me entusiasman menos.
–¿Cómo se puede controlar la elevada inflación que hay en el país?
–Los argentinos tenemos inflación desde fines de la Segunda Guerra Mundial: sabemos crear inflación, acelerarla y frenarla de golpe. Lo que todavía no sabemos es cómo hacer para que los éxitos iniciales perduren. Acá todos los programas antiinflacionarios fueron de shock: el primer día funcionaron todos, pero ninguno fue eterno. Ahora, cuando se toman los dos más importantes, como el Plan Austral o la Convertibilidad, se ve que tenían dos requisitos: un gobierno en un momento políticamente creíble y un equipo económico idóneo. Hoy no hay ninguna de esas dos cosas.
"El desastre no es mayor por la economía informal. Yo rescato eso: la lucha por la vida y la iniciativa privada. Los que salen a pelearla"
–¿Hay riesgo de una hiperinflación?
–No tengo cómo saberlo. Ahora, la historia dice que la híper no avisa y tiene una velocidad fenomenal. Con lo cual, si llega a haber una hiperinflación, nos encontramos con otra música diferente. Y hoy la capacidad de reacción de este gobierno es casi nula, por su debilidad política y por la falta de idoneidad en el equipo económico.
–¿Qué opina del control de precios?
–Con el control de precios como una de las herramientas dentro del Plan Austral para quebrar la expectativa inflacionaria yo no tengo problema. Es más, se implementó sin inspectores, porque todo contribuyó a decir que eso tenía que funcionar. Pero el control de precios como una obligación es una burrada, termina en una morisqueta. Ahora, ¿por qué insisten en este gobierno con eso? No tengo cómo saberlo.
–Antes del derrumbe de la Unión Soviética se podría haber entendido que alguien defendiera este tipo de medidas, pero ¿por qué se insiste todavía hoy con esa y algunas otras del estilo?
–Es que hay algunos argentinos que creen que el Muro de Berlín cayó para el otro lado [risas], entonces hay que explicarles que fue al revés. A todos estos que quieren crear empleados públicos les digo que en la Unión Soviética eran 100% empleados públicos y ya sabemos cómo terminó. ¿Adónde voy con esto? A que la capacidad práctica de intervención del gobierno de turno es muy baja, mientras que la capacidad para complicarle la vida al ciudadano normal es altísima.
–¿Qué le pareció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)?
–El acuerdo con el Fondo está basado en dos principios básicos: ya nos dieron la plata, y nunca les vamos a pagar. La negociación le interesaba al FMI, porque tenía un gran problema: la deuda argentina era impagable. El propio comunicado del directorio del Fondo, cuando termina de bendecir el programa, dice que tiene alta probabilidad de incumplimiento. Ellos saben que no lo vamos a pagar; entonces, olvidémonos. No lo vamos a cumplir, y cuando eso pase, ¿qué nos van a hacer? ¡Nada! Porque ya nos dieron la plata. Esto no es más que contabilidad creativa.
–¿Y qué opina del préstamo del FMI en 2018, que también está cuestionado? Un economista del Fondo, el noruego Odd Per Brekk, fue muy crítico en su revisión.
–Eso tiene las mismas características. ¿La jugada cuál era? Le prestaban al gobierno de Macri US$45.000 millones, que eran los vencimientos hasta las elecciones, así no se entraba en default, no se aumentaba la deuda, solo se cambiaba el acreedor. Todo con la idea de que con eso se ganarían las elecciones, se reabrirían los mercados y así se le devolvería ese préstamo. El problema es que no se ganó. Te digo más: si hubiera ganado Macri, tampoco habrían reabierto los mercados y tampoco habríamos pagado.
–¿Conclusión?
–Acá todo es peculiar. Si el Gobierno y la oposición no anduvieran politizando ridículamente la cosa tendrían que juntarse y decir: “Miren muchachos, nosotros metimos la pata, ustedes también, calmémonos, no digamos nada”. Ahora arreglamos con el Club de París, y lo pasamos para 2024. ¿Y qué va a pasar en 2024? Tampoco vamos a pagar, lo vamos a pasar otra vez para más adelante. Ahora, tampoco nadie nos va a prestar. A lo cual, yo como contribuyente impositivo, digo “menos mal”. Porque si alguien le prestara a este gobierno US$100.000 millones, se los patinaría.
–¿Qué le parece el ministro de Economía, Martín Guzmán?
–Si a Guzmán le pedís una tarjetita, en ella va a decir “Ministro de Economía”, pero no es eso, no ejerce la función. ¿Quién ejerce esa función? Nadie. El ministro de Economía no está para coordinar la política económica, sino que está para atajar los penales que le patean el Presidente, el presidente del Banco Central, los parientes de estos, y podemos estar así todo el día. Entonces, la labor de coordinación queda en manos del viceministro, cargo que en otros tiempos estuvo ocupado por economistas de primera, pero hoy no. Entonces eso no lo hace nadie. Lo que se ve acá es que aparecen presiones y de acuerdo a eso se van tomando medidas. Entender hoy la política económica como si estuviéramos en un país normal es no entender nada, porque la Argentina no es un país normal.
–Ahora, con una economía que va de crisis en crisis, con 40% de informalidad y encima una pandemia ¿Por qué el desastre no es aun mayor?
–Por la economía informal, justamente. Yo rescato eso; la lucha por la vida y la iniciativa privada. Espero que no se ofendan los funcionarios, pero si el PBI hubiera dependido exclusivamente del Estado, en 2020 no habría caído 10%, sino 200.000 millones por ciento. Pero los seres humanos salieron a pelearla, a hacer mil y una. Yo lo que rescato es la actividad privada, con este nivel de inventiva que tenemos los argentinos, que somos poco estructurados.
–¿Por qué no hubo lluvia de inversiones en el anterior gobierno?
–La hipótesis de la lluvia de inversiones es así: ahora va a venir un gobierno tan genial que yo voy a comprar un terreno o una fábrica antes de que los demás se aviven de lo genial que es ese gobierno. Entonces, cuando venga ese gobierno, todo va a subir de precio. Eso no ocurrió. Este es tema para 2023. Hagamos un ejercicio de imaginación: tenés el mejor gobierno del mundo desde el punto de vista político, el mejor equipo económico, todo, diez de diez. ¿Qué va a hacer del otro lado el que tiene que tomar la decisión de invertir? No va a decir: “Ahora sí voy a invertir todo ahí”. Sino que va a decir: “Interesante. Quiero ver”. ¿Qué quiere ver? Si lo implementan, qué hacen frente a las reacciones, cómo se aguantan las presiones en contra, etcétera…
–¿Por qué el tema dólar siempre está tan presente en la Argentina?
–Porque la Argentina tiene un sistema bimonetario que funciona perfecto. Si vamos a tomar un café ahora, nos cobran 200 pesos, le damos un dólar y nos dicen gracias. Entonces, ¿cuál es el problema? Mis amigos lo que quieren no es dolarizar la economía, sino que quieren la dolarización compulsiva. Los argentinos ya estamos dolarizados, falta un cachito nomás. ¿Qué falta? Que el BCRA me llame y me diga que le entregue los pesos a cambio de algo. ¿Y qué me dan? Como las reservas netas son cero, no tiene nada para darme. Entonces, la dolarización ya arrancaría embromándome. ¿Para qué nos metemos con un problema que no existe? Un gobierno más normal iría a la normalización del mercado cambiario. Lo que no se debe hacer es cepo, dólar turista, etcétera…
–Siguen pendientes las reformas estructurales de las que siempre se habla, pero que no se hacen…
–Primero, hay que ver si el próximo gobierno tiene mayoría en las cámaras o si tiene que negociar. Segundo: hay que ver si se la cree y lo hace bien desde el punto de vista técnico. Porque si eso es así, puede salir a negociar. Por ejemplo, con los sindicatos… los sindicatos no se chupan los dedos. Lo primero que hacen es medir al otro. Si se dan cuenta de que realmente lo vas a hacer, que lo podés hacer y que sabés lo que vas a hacer, se encolumnan. Te van a negociar y vos vas a negociar. Como ocurrió con [el expresidente Carlos] Menem, que les dijo “Yo voy a privatizar con ustedes o sin ustedes”. Y le respondieron: “Con nosotros, por favor”.
–¿Qué opina de la fractura que hay dentro del mismo Gobierno?
–A la debilidad propia de un gobierno se le agrega esa fractura. Una cosa insólita. Que le peguen al Presidente y lo humillen de la manera en que lo están haciendo es insólito. En ese contexto, si vos sos ministro y necesitás una guía, acá no sabés a quién mirar. ¿Al Presidente o a La Cámpora? Resultado: está todo paralizado. Solo hay anuncios aislados que no tienen nada que ver con la realidad.
Economista y gran comunicador
PERFIL: Juan Carlos De Pablo
■ Juan Carlos De Pablo nació el 25 de noviembre de 1943. Es licenciado en economía por la Universidad Católica Argentina. Cursó estudios de doctorado en economía en la Universidad de Harvard.
■ Fue reconocido con un doctorado honoris causa en la Ucema y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.
■ Es profesor en la Universidad de San Andrés (Udesa) y en la Universidad del CEMA (Ucema). Enseñó en la UCA, en la Universidad Nacional de La Plata, en la Universidad del Salvador, en la UADE, en la UBA, en la Universidad de Alcalá de Henares (España) y en la Universidad de Boston, entre otras casas de estudio.
■ Publicó más de 50 libros, entre ellos Economía seria pero no solemne y Política económica para decidir en tiempos difíciles. Acaba de publicar Pinedo y Prebisch. Vida, obra y gestión de dos economistas argentinos (Sudamericana).
■ Entre otras distinciones, recibió el Konex en Comunicación-periodismo (1987); el Martín Fierro (1997, 1998, 1999, 2002 y 2006); el Santa Clara de Asís (2000); el Premio Perfil (2007, 2008, 2010) y el Premio Tomás Bulat (2015).
■ Es consultor; dirige Contexto, un newsletter semanal, y es columnista en LA NACION.