Jorge Carrión: “No hay un afuera del capitalismo ni un afuera de la tecnología”
Todo se ha vuelto telerrealidad y nadie puede escapar del sistema mediático, dice el escritor español, que tras su libro sobre la pandemia acaba de publicar una novela narrada por los algoritmos
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Invitado por la Feria del Libro, el escritor y periodista español Jorge Carrión (Tarragona, 1976) tiene un día por demás agitado. Ha puesto pie en Ezeiza por la mañana y luego de un paseo por estudios de radio le tocará presentar su nueva novela, Membrana (Galaxia Gutenberg) y, por la noche, dar una conferencia. En medio, su agente de prensa busca hacerle espacio a esta entrevista pero también, como si asumiera el trabajo de una productora de cine, dar con una locación adecuada a mitad de camino de todo. Se sugiere el nombre de uno de los locales de la cafetería global par excellence y de veras que hubiera sido casi una chicana narrativa: llevar al autor de Contra Amazon, un manifiesto sobre el amor a las librerías, al no lugar más extendido del planeta.
Así que no, Carrión se deja ver en una tarde de calor excesivo para el otoño avanzado en la puerta de otro tipo de café. Esos brotes de Brooklyn que, entre la soja y el Soho, se han ido desplazando desde Palermo hacia todos sus límites. De tan distintos acaban siendo todos iguales: un pastiche vintage en el que cada mesa resulta el encuentro disparatado de muebles y la invitación a una aventura de la incomodidad. Desnivelado, Carrión tiene además que hacer un esfuerzo para hacerse oír, pues la música está demasiado fuerte, pero a él nada de esto le molesta. Primero, porque celebra el clima mutante de Buenos Aires (estaciones que se superponen sin aviso previo) y luego porque es sordo. Esto quiere decir que no le importa la música; que nunca la ha escuchado y que con excepción de Rosalía (a quien entiende como un objeto cultural completo) todo siempre ha sido como ahora, un sonido de fondo. Confiesa que a los 45 años ha empezado a leer los textos del compositor John Cage como insumo para su podcast de ensayos sonoros Solaris.
El nombre remite, claro, a la obra cumbre de Andréi Tarkovski, pero es un buen punto de partida para entender las coordenadas de esta conversación. Membrana es un libro de ciencia ficción para los días en los que la ciencia ficción es apenas una forma más del realismo. Entre la novela de aventuras y un catálogo de arte del futuro Museo del Siglo XXI creado por algoritmos femeninos en el medio del Amazonas, el mismo autor especula con que sea esta una de las últimas distopías, así como el Quijote fue una novela de caballería que marcó el fin del género medieval. Luego de Lo viral (2021), su diario de pandemia, esta novela parece la culminación, además, de la forma en que Carrión ha observado, como pocos, la contaminación entre tecnología y cultura en sus columnas para The New York Times y The Washington Post. “Mis últimos veinte años han estado puestos en eso, en tratar de entender cómo nos ha estado modificando el conocimiento digital”, dirá con un acento ibérico leve, matizado acaso por sus años pasados entre Buenos Aires y Rosario a principios de este siglo.
"Se debate si Jobs debe ser considerado un artista. Yo creo que tanto Jobs como Elon Musk son menos inventores que gestores o coordinadores o marcas"
–Primero Contra Amazon y ahora este museo imaginario en plena Amazonia. Hay como una obsesión, ¿no?
–Primero es bueno saber que ha habido una iniciativa de distintos pueblos amazónicos para pedirle a Amazon judicialmente que les devuelvan el nombre, porque es otra de las cosas de las que se han apropiado, así como empezaron con los libros. Pero el hecho de que el museo este en la Amazonia da una pista sobre lo que opino sobre el futuro de la humanidad. Yo creo que habría que confiar más en el biocentrismo, en la alianza con otras especies biológicas y no tanto en los algoritmos. Las narradoras de Membrana quieren convencernos de lo contrario: que el futuro pasa por la Inteligencia Artificial.
–Mientras tanto, los libros del autor de Contra Amazon se pueden comprar en Amazon. ¿Cómo es eso?
–Como sabrás, en el mundo editorial un autor no es propietario de sus libros sino que vende los derechos de explotación y se queda con un ridículo diez por ciento.
–Si tuviera el poder sobre su obra, ¿qué haría?
–Preferiría que mis libros no estuvieran en Amazon. Creo que el futuro del libro pasa por una alianza de todas las editoriales, al menos las independientes, de negarse a vender en plataformas como esa. Pero por ahora ese no es mi trabajo ni mi función.
"Yo no me considero ni apocalíptico ni integrado respecto de la revolución digital. Intento mantener el equilibrio, una cierta distancia crítica"
–Supongo que Amazon tiene registrado que usted ha escrito un libro contra ellos. ¿O no lo saben?
–Ellos lo saben todo, vamos. Me han llegado pistas de que son conscientes por lo menos en Amazon España. Pero por supuesto que soy alguien irrelevante tanto para el algoritmo como para la empresa. Y además mis artículos se publican en The Washington Post, que pertenece a Jeff Bezos, imagínate.
–¿Como asume esas contradicciones?
–Que mis libros se vendan en Amazon tiene que ver justamente con la portada de Contra Amazon, que es un caballo de Troya. No son pocas las personas que me han dicho que Contra Amazon fue el último libro que compraron a través de la plataforma. Tu pregunta es muy interesante. A nadie se le ocurriría preguntarle a un librero por qué vende libros de Jeff Bezos. O porqué vende libros que cuestionen el sistema editorial.
"Tenemos que pactar cuál va a ser nuestro lugar en el show de Truman. La única opción es ser conscientes y que cada uno se posicione de acuerdo a su propia ética"
–¿Y eso que quiere decir?
–Que a la librería le presuponemos un carácter de libertad y a la plataforma, en cambio, uno opresivo. Si mi libro cuestionara el sistema de las editoriales, estoy seguro de que nadie me haría este tipo de pregunta.
–Membrana es un texto para este tiempo en el que el realismo tiene contornos de ciencia ficción o viceversa. ¿No habrá escrito usted una novela de costumbrismo futurista?
–(Se ríe) Durante el confinamiento vi Contagio de Steven Soderbergh y me pareció realismo de anticipación. Espero equivocarme con Membrana. Insisto en que no es mi perspectiva sobre el futuro la de un genocidio de la humanidad a manos de los algoritmos. Pero hay elementos de Membrana que son puro reflejo de lo que veo en el presente. Historias reales como la del algoritmo psicópata del MIT; los algoritmos de Facebook que fueron cancelados porque hablaban un idioma propio; el genocidio en Birmania impulsado desde Facebook. Lo único que espero no sea real es que ellas (los algoritmos) hayan provocado la pandemia. Luego son especulaciones. Pero cuando hablo de un Airbnb controlado por seres híbridos solo pienso en cómo ha evolucionado el turismo. Así que sí, hay una base costumbrista anclada en el presente, y el resto habrá que verlo en retrospectiva.
–¿Por qué los algoritmos son mujeres? ¿Quiso estar a tono con la agenda de época?
–Vamos, me surgió así. No dudo estar pregnado por el contexto feminista del mundo, pero hay algo más pedestre y es que tanto Inteligencia Artificial como Red Neuronal se dicen en femenino. Pero la voz femenina vino de manera aluvional y me llevó a las abuelas y a las madrastras y a todo ese mundo en el que aparecen precursoras como [la matemática] Ada Lovelace.
–Así como está narrado en femenino, la cadencia es religiosa, como la de quien reza un rosario. ¿Por qué?
–Porque de alguna manera, pues, lo que tú estás leyendo es la Biblia de la Inteligencia Artificial.
–¿Un Popol-Vuh algorítmico?
–Eso mismo. Y el rezo es algo monótono hecho para dormirte, para neutralizar el espíritu crítico. Como las marchas militares. Y también aparece como una referencia a El cuento de la criada, con esa neolengua semirreligiosa. En mi estudio de la literatura americana entendí que cada país tuvo su propio momento de independencia cultural respecto de Europa. Aquí con el Martín Fierro, en Estados Unidos con Moby Dick… Membrana sería el texto de independencia cultural respecto a lo humano de ellas. Con su propio estilo, religioso y a la vez profano.
–El libro se lee como los textos de las salas de los museos, pero aquí se mezclan obras clásicas, programas de software y obras inventadas, futuras. El curador en las sombras no es otro que usted. ¿Con qué criterio armó este recorrido?
–El asunto es que ellas, los algoritmos, no discriminan entre objetos de arte, históricos o biológicos pues su mirada no es humana y porque mi idea es que los museos van hacia ahí, a la inclusión de cualquier tipo de objeto en un contexto museográfico. Claro que lo más interesante fue imaginarme, sin describirlas, las formas artísticas del futuro. No solo hacer arqueología sino también prospección de las formas.
–Es que desde fines de los años 90, las tecnologías han ocupado zonas de la cultura hasta hacerse indiscernibles en cierto punto. Aquello de McLuhan sobre los medios y el mensaje hoy podría reescribirse como “la plataforma es la estrella”.
–Todo mi trabajo de los últimos años tiene que ver con eso. Con las formas del conocimiento digital y sus estructuras, y Membrana es un ejercicio de empatía radical con la otredad para entender cómo piensa Netflix, cómo piensa Amazon, cómo piensa Google. Escribí desde el lugar de ellos.
–En este contexto, ¿Steve Jobs debería ser considerado un artista?
–Bueno, es todo un debate. Yo creo que tanto Jobs como Elon Musk son menos inventores que gestores o coordinadores o marcas. Es interesante que tanto ellos como Mark Zuckerberg o Jeff Bezos hayan aparecido en una época en la que los asiáticos, las mujeres y los afroamericanos se volvieron protagonistas, la época de Obama. Los blancos, anglosajones y millonarios consiguieron reinventarlo todo para seguir sosteniendo su hegemonía.
–Una de las salas del museo incluye al programa Photoshop, que es una autoría colectiva. ¿Los programadores podrán ser considerados parte de la literatura en el futuro?
–Bueno, desde el campo cultural y desde el canon son procesos muy lentos. Pero si tanto Dario Fo como Svetlana Alexievich y Bob Dylan ya han ganado el Nobel de Literatura, en un futuro no muy lejano podría tocarle a un guionista de cómic como Alan Moore o de cine como Aaron Sorkin, por qué no.
–Pero todavía estaríamos ahí dentro de lo que llamamos cultura.
–Pero primero tienen que caer estas barreras para que lo otro sea posible. Yo creo que hay una mutación muy interesante con los lenguajes naturales, con el GPT-3, que es el lenguaje automático que genera un algoritmo, y eso va a cambiar mucho nuestra percepción sobre la escritura. De pronto quizá haya un ingeniero que desde el código sea capaz de revolucionar la literatura y todos nuestros preceptos. Mientras se siga escribiendo en clave matemática va a costar verlo como lo que es: el código es el gran lenguaje de nuestra época.
–Otra de las obsesiones de su novela es la genealogía. Hace poco un artículo de The New Yorker hablaba de una cueva en Utah donde se almacenan millones de documentos de todo el mundo para alimentar la búsqueda de ancestros…
–Fijate que eso yo lo he descubierto en la Argentina con la Iglesia del Cristo de los Últimos Días. Hay varias aquí. Son ellos quienes tienen ese archivo con el que pretenden llegar hasta Adán y Eva y para eso recopilan toda esa información.
–Parece ser que después de los sitios de pornografía, los más buscados son aquellos que ofrecen información sobre los antepasados. ¿Qué nos dice esto de nuestra época?
–Habla de una obsesión con las raíces y que la tendencia natural de la humanidad es conservadora. Y lo del porno es fascinante pues nuestra sociedad es cada vez más asexual, quirúrgica y ascéptica con el menor contacto humano posible. Toda esa represión ha quedado más o menos satisfecha con el porno digital como con los sitios de encuentros exprés. Creo que también encaja en un esquema de productividad para el que el sexo real quita demasiado tiempo.
–¿Por qué las distopías son tan exitosas?
–Las distopías ya no están tan de moda pero se siguen produciendo. Es muy difícil narrar la felicidad, el optimismo. El ser humano siempre ha narrado el desastre.
–Pero la ciencia ficción supo ser utópica en otros tiempos. ¿Por qué eso parece difícil hoy?
–Entre el modelo de Asimov y el de Orwell, se impuso este último. Fijate que, con excepción de las de Sorkin, todas las series son oscuras. Vivimos en una época en la que las narrativas de la oscuridad predominan.
–¿La tecnofobia también vende?
–El apocalipsis vende en todos los niveles, también en el ensayo, como es en el caso de Byung-Chul Han o Eric Sadin. Yo no me considero ni apocalíptico ni integrado respecto de la revolución digital. Intento mantener el equilibrio, una cierta distancia crítica. Es que nuestra experiencia real es así. Sabemos que Facebook nos roba datos y mantenemos nuestros perfiles abiertos. Yo escribo Contra Amazon y mis libros se venden ahí.
–¿Esa no es la trampa del realismo capitalista que describe el ensayista inglés Mark Fisher?
–Totalmente, vivimos atrapados ahí. No hay un afuera del capitalismo ni un afuera de la tecnología.
–¿Truman Show?
–Eso, tenemos que pactar cuál es nuestro lugar en el show de Truman. Todo se ha vuelto telerrealidad y en este nuevo ecosistema tu puedes ser crítico con las selfies y hacértelas. Estamos siempre en ese tipo de fricciones. La única opción es ser conscientes, estar informados y que cada uno se posicione de acuerdo a su propia ética. Comprar en Amazon está muy bien, pero también saber cuáles son las repercusiones y consecuencias de hacerlo.
–¿Desconectarse es una opción?
–No.
NARRADOR Y ENSAYISTA DE HOY
PERFIL: Jorge Carrión
■ Jorge Carrión nació en Tarragona, España, en 1976. Es escritor, doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y director de su Máster en Creación Literaria.
■ Ha vivido en Buenos Aires, Rosario y Chicago y ha viajado por todo el mundo.
■ Colabora regularmente con varios medios, entre ellos The New York Times y Publisher’s Weekly en español y el diario La Vanguardia.
■ Ha publicado las novelas Los muertos (2010), Los huérfanos (2014), y Los turistas (2015). Además, los ensayos narrativos La brújula (2006), Australia. Un viaje (2008), Teleshakespeare (2011), Librerías (2013), Barcelona. Libro de los pasajes (2017), Contra Amazon (2019) y Lo viral (2020).
■ La mayor parte de sus libros ha sido publicada por la editorial española Galaxia Gutemberg. Fue traducido a quince idiomas.
■ Su último libro es Membrana, una novela narrada por los algoritmos que sondea la relación de la humanidad con la tecnología y se interroga sobre lo que significa hoy ser humano.
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