Jorge Asís. “Un teórico del derrumbe” siempre listo para la polémica
Una biografía recorre la azarosa trayectoria vital del autor de Flores robadas en los jardines de Quilmes, siempre entre el periodismo, el chisme político y la literatura
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“En el futuro me van a idealizar”, vaticinaba Jorge Asís en 1987, tal como documentan Pablo Perantuono (Buenos Aires, 1971) y Fernando Soriano (Avellaneda, 1978) en la biografía Turco. Vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís. Por entonces, a espaldas del best seller nacido en Villa Domínico en 1946, humeaban varios de los puentes que había quemado. Y, desde el horizonte, asomaban otros nuevos, más imprevisibles y resbaladizos. De una u otra manera, en nombre de la literatura, a la que desde el principio de su obra Asís le concedió casi por intuición el poder de desnudar las verdades más inconvenientes, abrirse camino hacia esos puentes no tuvo nunca otro sentido que narrarlos.
Sin embargo, el primer problema que Turco retrata mediante un exhaustivo rompecabezas de testigos que cruzan los últimos cincuenta años de historia argentina es que quienes muchas veces lo flanquearon en su rumbo hacia esos puentes (con formas variadas como la militancia juvenil en la izquierda, la literatura, el periodismo gráfico, el menemismo y por último el “periodismo artesanal”, como Asís llama a sus intervenciones multimediáticas en la discusión pública) no solo fueron ciegos a la talentosa e irrenunciable vocación del escritor para observarlos y convertirlos en personajes de su literatura. Por si fuera poco, no tuvieron otra reacción que sentirse amenazados y, a pesar del éxito entre los lectores, censurarlo, ignorarlo o invisibilizarlo.
Como consignan Perantuono y Soriano, fue eso lo que hizo el Proceso con la novela Don Abdel Zalim, el burlador de Domínico (1972) en 1976, lo que hicieron las camarillas culturales y académicas biempensantes con Flores robadas en los jardines de Quilmes (1980) a partir del retorno de la democracia en 1983 y lo que el Grupo Clarín dispuso tras la aparición de Diario de la Argentina (1984) hasta la “tregua” en 2013.
"Aunque los mecanismos que aceitan o estancan la existencia social de una obra literaria casi no se exploran más allá de rencores y alianzas circunstanciales, Turco sí acierta con su enorme caudal de información sobre una vida, por momentos, de ficción"
Derivado del primero, el segundo problema, al que Turco se acerca pero no dilucida, es por qué le correspondería a Asís (o a cualquier otro escritor, para el caso) justificar o disculparse por su propia “cancelación de la literatura argentina”, como la describe una de las fuentes entrevistadas, tan solo por el “pecado capital” de escribir. En este punto, etiquetas como la de “escritor maldito”, que suelen liquidar el asunto con algún irreparable rasgo personal del afectado, esquivan el nudo de la cuestión. ¿Cómo fue posible que la “cancelación” se concretara más allá de la sensibilidad de los poderes desnudados por Asís? ¿Y qué significa que esa maniobra afectara a uno de los pocos escritores decidido a contar lo que ningún otro contaría?
Cualquier respuesta iluminaría los complejos (y tal vez caprichosos) mecanismos ideológicos por los cuales, así como hasta no hace tanto Jorge Asís era marginado por el andamiaje cultural que lo mantenía “cancelado”, hoy, en cambio, disfruta de una justa “celebración” y de un reconocimiento que incluye, además, la aparición de una esmerada biografía cuya publicación no implica la transgresión de normas tácitas o escritas. La de Asís es una obra que obliga a pensar qué es exactamente lo que se “cancela” cuando se habla de “cancelación”, y bajo qué pactos colectivos la “cancelación” funciona. Y, más allá de su caso, la pregunta acerca de lo que el establishment cultural “cancela”, ¿acaso no ayudaría a entender mejor lo que “celebra”?
Ahora bien, aunque los mecanismos que aceitan o estancan la existencia social de una obra literaria casi no se exploran más allá de rencores y alianzas circunstanciales, Turco sí acierta con su enorme caudal de información sobre una vida, por momentos, de ficción. Y el resultado está a la altura de la apuesta. Trazar la biografía de quien escribió más de tres decenas de libros sobre su propia vida, aunque ni siquiera Memorias tergiversadas (2017) sea estrictamente autobiográfico, obliga a desenhebrar un intrincado juego de espejos. El paso inaugural, por lo tanto, es la infancia y la primera juventud de Jorge Cayetano Zain Asís.
Estilo teatral
La figura algo fraudulenta de su padre, “Zain grande”, será el primero de sus grandes personajes novelescos y “el germen de ese estilo teatral característico del Asís adulto, filo que la venta callejera, oficio que desarrollaría durante más de una década desde comienzos de los años setenta, iba a perfeccionar”, escriben Perantuono y Soriano. Gracias a los testimonios de escritores y periodistas que lo conocen desde aquella época, como Jorge Aulicino o Daniel Freidemberg, amigos como Eduardo Álvarez Tuñón e incluso la mirada de la escritora Mirta Hortas, que fue esposa de Asís y madre de sus hijos (cuyas voces se suman más adelante), Turco perfila la existencia personal de Asís con contundencia.
"Flores robadas en los jardines de Quilmes fue su primer gran ‘fenómeno de ventas’"
Una de las áreas mejor detalladas es la activa vida intelectual del escritor en ciernes, incluida su “polémica” con Eduardo Gudiño Kieffer. En 1972, Asís acusó al autor de Guía de pecadores (que por error se menciona como “Guía de pescadores”) de robar la trama para esa historia luego de leer para una editorial una de sus novelas inéditas. “Comprendo lo que debe ser no tener nada para decir”, lo cruzó Asís. “Creo que, aunque está equivocado, es un muchacho honesto”, respondió Kieffer. La anécdota, a la distancia, resulta candorosa, pero ilustra la efervescencia del ambiente literario porteño, la ambición de quienes daban sus primeros pasos en un mundo editorial en expansión y el modo en que, combinada con el clima político y cultural de entonces, esta vida se ensamblaba con un circuito intelectual cuyo centro ya no respiraba en las universidades, sino en la calle Corrientes.
Las etapas siguientes son el sustrato de sus mejores libros. Primero, la de su refrescante picaresca, que con La manifestación (1971) o Los reventados (1974) lo puso bajo sospecha tanto de miradas de izquierda como de derecha. Esto fue coronado con el crudo balance de “las almas y los cuerpos rotos por la derrota setentista”, como escriben Perantuono y Soriano, de Flores robadas en los jardines de Quilmes, su primer gran “fenómeno de ventas”, que a pesar de la dedicatoria al escritor desaparecido Haroldo Conti fue contaminado por la acusación de “best seller de la dictadura”. De inmediato, llegan los tiempos de redactor estrella en Clarín, el descubrimiento de intereses más celosos que cualquier literatura y, al final, Diario de la Argentina, novela que expuso las pujas de poder en el diario más vendido del país.
Alrededor de esta época, narrada por Asís en Cuaderno del acostado (1988), Turco aprovecha con astucia tanto el rencoroso testimonio del editor Marcos Cytrynblum como la sensatez del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz. En el presente, señala este último, lo que se leyó como chismorreo hiriente puede leerse “en clave puramente literaria, como el fresco de un mundo cerrado y excitante”. Sin embargo, el cenit de la biografía de Perantuono y Soriano es la era de Asís como intelectual, diplomático y funcionario de Carlos Menem durante los noventa.
La etapa menemista
El flamante moño de Asís renovó la estética del “soldado de lengua filosa” en la defensa mediática del presidente, gracias al cual su presencia dio un salto restitutivo sobre los viejos enemigos. Lo esperarían nuevos, criados en una probeta política más riesgosa. Al margen, el testimonio de Juan Bautista “Tata” Yofre sobre cómo obtuvo para Asís la representación diplomática en la Unesco en París demuestra que la picaresca real no tenía nada que envidiar a la picaresca de ficción. Con idas y vueltas entre Europa y la Argentina, la vida y la literatura de Asís continuaron, y las resistencias a su alrededor también.
La más delicada de las contradicciones de aquellos años retratada por Turco es la que obligó a Asís a conciliar la desigualdad social creciente con las bondades de “la utopía del capitalismo”, tema por el cual se definiría a sí mismo como “el intelectual en condiciones de explicar algunos aspectos de este fenómeno que podemos llamar menemismo”. Por otro lado, los 88 agitados días como secretario de Cultura marcarían el primer desborde de su juego político, derrumbado tras un proyecto que proponía la defensa del castellano ante la invasión comercial de palabras en inglés. Por motivos buenos y también por oportunismo, la polémica alineó a periodistas, comunicadores e intelectuales contra Asís, que en el futuro admitiría que “armé todo ese quilombo y me equivoqué”.
Llegarían luego la Alianza, el 2001, la vuelta frustrada de Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei, y Asís seguiría ahí, midiendo sus aproximaciones al poder, el peso de su palabra y la vigencia de su escritura. “Soy un teórico del derrumbe”, dicen Perantuono y Soriano, es la frase de Asís que “podría figurar en su tarjeta personal o su epitafio”. En parte, es cierto. Aunque Turco lo muestra como un virtuoso practicante de la reconstrucción.