Javier Cercas: “En América Latina y en España, la batalla es por la democracia”
La política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos, dice el escritor español, que acaba de reunir sus columnas de prensa en un libro; lo asusta la coyuntura política argentina, dice
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SEGOVIA-. “Eres el más valiente de todos nosotros”, le dice un famosísimo dibujante ante la mirada atenta de un director de cine ganador del Oscar. Los tres se funden en un abrazo. Javier Cercas (1962) es, además de ganador del premio Planeta por Terra Alta, autor de novelas ya convertidas en clásicos contemporáneos de la literatura española, como Anatomía de un instante, El impostor, El móvil, Soldados de Salamina y Las leyes de la frontera, estas últimas tres adaptadas al cine. Se trata de una de las voces más influyentes de su generación y, aunque reniegue del término, de un intelectual con todas las letras.
Hace una semana, cuando Cercas atravesó la carpa del Hay Festival Segovia rumbo al escenario donde fue entrevistado por el conductor del noticiero con mayor audiencia de la TV española, Vicente Vallés, el público le dio la bienvenida con una ovación. La entrevista fue interrumpida varias veces por los aplausos de los presentes, que celebraron su modo de pensar y de expresar una realidad política compleja, que vive horas decisivas: el próximo miércoles Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, se presentará en el Congreso para ser investido presidente de España. En caso de que no obtuviera los escaños suficientes, el actual mandatario, el socialista Pedro Sánchez, tras pactar posiblemente con los partidos independentistas catalanes y concederle la amnistía a su líder prófugo Carles Puigdemont, se presentaría para lograr su continuidad en La Moncloa.
La columna de Cercas “No habrá amnistía”, publicada este mes en el diario El País, generó lo que el autor considera un auténtico terremoto. “El crecimiento repentino del secesionismo catalán debe interpretarse como la manifestación más violenta del nacional populismo en nuestro país”, expresó en el Hay Festival.
Cercas se levanta todos los días al alba para salir a correr por la secesionista ciudad de Girona, donde sus libros son prácticamente imposibles de conseguir, como represalia por su sostenida posición crítica hacia el independentismo.
Una mañana, un anciano le hizo señas a Javier Cercas. En perfecto catalán, le dijo: “Quiero darle las gracias, porque usted me hace compañía. Yo me siento muy solo”. El escritor se conmueve cuando lo recuerda. “Para eso sirve también la literatura: para hacer compañía”, dice.
"“Hay que regular a las redes sociales, que deben estar sujetas al control democrático; son un instrumento de división permanente"
Su último libro publicado, No callar (Tusquets), es una antología de sus crónicas, ensayos y artículos publicados entre 2000 y 2022. En estos textos. Cercas indaga y reflexiona sobre asuntos que hacen tanto a la esencia de la política y la democracia, al calor de la actualidad española y global, como al oficio literario y las letras.
Cercas, un autor traducido a 30 idiomas, también obtuvo el Premio Lara de la prensa especializada y el galardón Mariano de Cavia; además, el Cálamo (en Italia) y el Dagger a la mejor ficción traducida en el Reino Unido, por su novela Terra Alta.
–¿Qué ha perdido y qué ha ganado por no callar, parafraseando el título de su último libro?
–Creo en la ética del escritor. Perder, he perdido cosas. Si tú opinas de cuestiones ajenas a la literatura, la gente pasa a juzgarte por esas cuestiones, sobre todo cuando se trata de cuestiones controvertidas. Milan Kundera dice que un escritor no debe opinar sobre política, porque a partir de ese momento pasa a ser juzgado por sus opiniones políticas y no por sus novelas. ¿Por qué lo he hecho yo? Es una pregunta que me ha hecho muchas veces mi hijo cuando era adolescente: “¿Por qué no lo hacen los políticos? ¿Por qué no lo hacen los periodistas?”. La respuesta es que no he sabido no hacerlo. No sé callarme. Por un lado, porque soy un charlatán. A mis enemigos les digo: “Habéis pinchado en un hueso. No me vais a callar”. Por otro lado, porque tengo la convicción muy seria de que política viene de polis y la polis es la ciudad y la ciudad es de todos. Y democracia significa el poder del pueblo. La política es de todos y es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. He perdido cosas. He perdido amigos, me ha creado enemistades. He perdido lectores. Y también sé que he dicho cosas controvertidas. Pero ¿sabes qué?, mentiría si dijera que me arrepiento.
"La amnistía significa impunidad. Decirlo te convierte en un enemigo del pueblo, como la obra de Ibsen, pero prefiero ser ese enemigo a callar"
–¿Piensa que los que callan lo hacen no solo por cobardía, sino también por su temor a revelar su fragilidad o su mediocridad?
–Temen a quedarse solos, a ser rechazados. Es el miedo más elemental del ser humano: quedarse aislado. Lo decía Alexis de Tocqueville. Acabo de publicar un artículo sobre algo evidente: solo que nadie lo decía. La amnistía no es perdón. La amnistía significa impunidad. Decirlo te convierte en un enemigo del pueblo, como la obra de Ibsen, pero prefiero ser ese enemigo a callar. Y me quedo más tranquilo. Si no lo hiciera, me daría vergüenza. Además, soy una persona privilegiada: me gano la vida con lo que me gusta, que es escribir, y tengo la posibilidad de llegar a mucha gente con lo que escribo. Los escritores a veces no opinan y creo hay que reformular la figura del intelectual. Está muy desprestigiada, con razón. El intelectual ha sido muy sumiso, un santón. Además era sinónimo de literatura pedagógica, populista.
–En el prólogo de su libro habla de “los malos intelectuales”. ¿Cuáles son?
–Los malos intelectuales son aquellos incapaces de decirles no a los suyos. Decirles no a los otros es muy fácil, siempre estás acompañado. Son los que siempre están pendientes de hacia dónde sopla el viento. Winston Churchill decía que la virtud esencial es el coraje porque es el fundamento, la base de las demás virtudes. Tú puedes ser una persona bondadosa, pero si no tienes el coraje de ejercer esa bondad, en determinadas situaciones problemáticas te puedes convertir en un canalla. Los escritores a veces no opinan porque hay que reformular la figura del intelectual. Está muy desprestigiada, con razón.
"También el totalitarismo se lo debemos a los cobardes, al silencio"
–”Soy totalmente prosistema”, dice, de su desempeño como ciudadano. ¿Cómo explica que haya ciudadanos que sean antisistema o incluso que defiendan la antipolítica?
–Soy prosistema porque el sistema es la democracia, y no hay democracia perfecta: la democracia perfecta es la dictadura. El franquismo se consideraba a sí mismo una democracia. Las dictaduras del Este de Europa se consideraban a sí mismas una democracia. Vivimos en el país una democracia totalmente insuficiente, que se debe mejorar cada día, o, de lo contrario, empeora cada día. Si en España, en 1936, hubiese habido más gente prosistema, no hubiese habido una guerra; lo que faltaron fueron republicanos, es decir, demócratas. Ahora bien, como escritor, yo me dedico a lanzar bombas. Todo lo anti tiene que ver con que todos llevamos una parte maldita, como dice Georges Bataille. No existen los ángeles. Todos llevamos furia, dolor, monstruos, deseos de venganza. Con esta parte maldita escribo.
–Usted es un votante de izquierdas, siempre lo ha manifestado públicamente, pero aun así no pierde su distancia crítica ni oculta su desilusión con el gobierno.
–Europa es el triunfo de la socialdemocracia. Yo quiero que mi país sea como Suecia, pero con tapas. Anuncié que iba a votar a Sánchez porque soy partidario del aburrimiento en política, pero no creo que Sánchez sea ni Churchill ni Pericles y no voy a callar cuando pienso que se equivoca. Y pienso que hoy un prófugo [Puigdemont] está decidiendo por todo lo que atañe a los españoles.
–”El totalitarismo es la institucionalización política del fanatismo”, escribe en No callar. ¿Cómo es eso?
–Pero también el totalitarismo se lo debemos a los cobardes, al silencio. Esto lo explicó bien Hannah Arendt, cuando habló de la gente que no protesta, aquella que no le dice no a los suyos. El totalitarismo se hace con los fanáticos, pero también con la gente que se calla.
–La sensación que usted transmite a los demás, a sus colegas, es que tiene una coraza fuerte, una voz muy sólida.
–No es verdad. Cuando la gente me dice: “Eres muy valiente”, no es verdad. A mí me tiemblan las piernas. Quien no tiene miedo es un temerario. Yo soy novelista, pero, por un azar, escribo dos veces por semana en un periódico. Soy un ciudadano normal y corriente que pago mis impuestos, bastantes, por cierto.
–¿Se debería legislar para prohibir los mensajes de odio y el bullying en las redes sociales?
–Ahí no sé entrar. No tengo ninguna red social. Mi hijo, que es muy inteligente, me dice: “Esto no es para ti”. Estoy totalmente de acuerdo con Shoshana Zuboff y su libro La era del capitalismo de la vigilancia. Yo no quiero trabajar para el señor Elon Musk o el señor Zuckerberg. Estoy seguro de que hay que regular las redes sociales y que deben estar sujetas al control democrático. Según los especialistas, son un instrumento de polarización y de división y de guerra permanente. En ese mundo no quiero entrar.
–¿Está al tanto de la situación política en América Latina? Este es un momento crítico en la Argentina, Ecuador, Nicaragua, solo por nombrar algunos países. ¿Le importa América Latina a España?
–La sigo desde lejos; a algunos países más que a otros. A mí la región me ha interesado siempre: Rulfo, Bioy Casares y Vargas Llosa son tan míos como Cervantes o Quevedo. Cuando voy a América Latina, me reconozco allí. Existe una comunidad cultural e histórica. Creo sin embargo que América Latina le importa muy poco a España. Y que España podría desempeñar un papel importantísimo, como puente entre América Latina y Europa. Porque España ya no es, por fortuna, felizmente, un país independiente. Tenemos una moneda común, no tenemos fronteras. Y ojalá en el futuro sea una federación. España no tiene consciencia de lo que significa América Latina. El futuro de nuestra lengua está en América Latina y si todos los gobiernos de esta lengua lo supieran, tendríamos un poder tremendo.
"No voy a opinar sobre lo que ocurre en la Argentina, pero a mí Milei me asusta un poco, por no decir que más que un poco"
–Lo que usted dice en España tiene repercusión en América Latina, donde se discute en muchos casos el futuro de la democracia, en países donde el populismo se ha enquistado.
–La batalla es por la democracia. En América Latina, en España y en todas partes. En algún momento creímos que América Latina había salido de un pasado oscuro, pero la oscuridad vuelve. Un tipo como Javier Milei…
–¿Qué opinión le merece Milei?
–A mí me da miedo desde fuera. No voy a opinar sobre lo que ocurre en la Argentina, pero a mí me asusta un poco, por no decir que más que un poco. Pienso que la Argentina es un país con un potencial enorme, en lo político, lo cultural y lo económico.
–Hay un gran éxodo migratorio de ciudadanos de América Latina que abandonan su país y se radican en España.
–Sí, muchos se han refugiado en Madrid. Eso es muy triste para países como la Argentina o Nicaragua. Pero aquí viene gente con mucho talento y capacidad y nos enriquecen, como lo hicieron los exiliados españoles cuando se fueron a otros países en medio de la Guerra Civil Española.
–Su carrera dio un giro cuando dejó la novela sin ficción para explorar la novela negra. Nos hemos enamorado de Melchor Marín, el protagonista de la tetralogía de Terra Alta, ese detective tan torturado inmerso en tanta violencia. ¿Qué aprendió en este viaje por el policial?
–Yo también me he enamorado de Melchor Marín, porque Melchor Marín soy yo, pero solo en lo bueno. Estoy totalmente enamorado de él y me ocurrió que, cuando terminé la novela, inmediatamente después quise escribir otras y no perderlo. Es un tipo violento, totalmente contradictorio, capaz de una lealtad total, que tiene una furia descomunal. La violencia más atroz contra las mujeres aparece en estas novelas [Terra Alta, Independencia, El castillo de Barbazul]. Melchor Marín es ultrafeminista, pero no ideológico, sino natural. No es que haya leído o reflexionado. Le sale de las tripas por lo que le ha ocurrido a su madre y no develaré más sobre otros personajes. Este es el tiempo de las mujeres y esto lo aprendí escribiendo estas novelas.
–¿Por qué cree que es el tiempo de las mujeres?
–Es la gran revolución de nuestro tiempo: una parte de la humanidad se ha emancipado y ha comenzado a exigir a la otra mitad. Durante toda la historia las mujeres han sido sometidas. Siempre cito a Aristóteles en La política, donde decía que la mujer es inferior al hombre. Y no lo dice porque fuese un machista, sino porque así pensaba toda su época.
–El próximo Premio Nobel de Literatura español será, dice un amplio sector de la crítica, para usted. ¿Le cambiaría la vida si lo ganara?
–Hombre, pagan bien, pero eso ni se me pasa por la cabeza.
–¿Cuánto le ha modificado ganar premios, como por ejemplo el Planeta?
–Si te digo la verdad, creo que muy poco.
–¿Los premios lo obligan a uno a callarse o, al contrario, le exigen expresar su voz con mayor claridad?
–Los premios dan más libertad. Tengo lectores, y eso también me da mucha libertad.
–Sus novelas se enseñan en los colegios y en las universidades españolas. ¿Siente esta responsabilidad?
–A veces me cuentan que en el examen de ingreso a la universidad les hacen preguntas a los chavales sobre algo que he escrito. Bienvenido. Lo tomo como un premio, porque así nacen futuros lectores, los verdaderos protagonistas de lo que escribo. El protagonista de la literatura no es el autor, es el lector.
UN NARRADOR CON CONCIENCIA DE CIUDADANO
PERFIL: Javier Cercas
■ Javier Cercas nació en Cáceres, España, en 1962. Es licenciado en Filología hispánica (Universidad Autónoma de Barcelona)
y se doctoró en la misma especialidad.
■ Es autor de las novelas El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor, El monarca de las sombras y la trilogía de la Terra Alta (Terra Alta, Independencia y El castillo de Barbazul).
■ Sus libros han sido traducidos a más de 30 idiomas y han recibido numerosos premios, entre ellos el Premio Nacional de España, el Foreign Fiction Prize en Reino Unido, el Mondello en Italia y el Malraux en Francia.
■ Es columnista del diario El País. Su último libro es No callar. Crónicas, ensayos y artículos (2000-2022).