Islas perdidas y cripto-estados: un viaje por las fantasías libertarias
De la República de Minerva y los “Estados-red” a la isla Satoshi, dos libros editados recientemente actualizan la utopía de vivir al margen de la geografía y los países
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Michael Oliver era un joven sobreviviente de los campos de concentración nazis que, liberado por las tropas de Estados Unidos, se mudó a ese país en 1945. Impregnado de ideales libertarios, de estímulos como la novelista Ayn Rand, fue radicalizando su visión durante los años sesenta: al calor de las contraculturas, pero con una mirada cuentapropista que cuestionaba el control y la intromisión gubernamental, decidió emprender la creación de un estado independiente.
"Allí plantaron, orgullosos, la bandera de la República de Minerva: un Estado autónomo, que llegó a acuñar monedas"
Ya desde Robinson Crusoe, las islas representan la fantasía de construir un mundo con otras reglas. Tras varios viajes exploratorios al Caribe (Bahamas, Turks & Caicos, Surinam), finalmente Oliver se instaló en 1972 junto con sus socios en unos diminutos arrecifes del océano Pacífico, entre Nueva Zelanda y Fiji, unos peñascos que parecían no tener jurisdicción. Allí plantaron, orgullosos, la bandera de la República de Minerva: un Estado autónomo, que llegó a acuñar monedas, financiado por inversores y por los 30.000 colonos que se instalarían en parcelas de unos 10.000 metros cuadrados. Las reglas de propiedad se combinaban con la doctrina de Oliver: “Colectivistas, criminales, nihilistas y anarquistas” quedaban excluidos aunque pudieran pagar. El experimento duró poco: pasaron apenas unos meses hasta que el rey de Tonga, a quien pertenecía esa porción de los arrecifes, reclamó potestad por el territorio oceánico. Él mismo llegó hasta el lugar en una embarcación junto a cuatro prisioneros y cuatro músicos, y desalojó a los pioneros de Minerva.
Con lujo de detalles, el historiador Raymond Craib (especializado en América Latina en la Universidad de Cornell) cuenta, en un libro reciente, la historia fallida de Oliver y de varios intentos más de “escapes libertarios”. Publicado el mes pasado en inglés, Capitalismo de aventura: una historia de la salida libertaria desde la descolonización hasta la era digital, pone el foco en los pilares culturales que dan forma a estas fantasías de micronaciones autorreguladas pensadas como “experimentos morales” y, sobre todo, en sus pasos en falso. El volumen llega con su análisis hasta el experimento reciente del Instituto Seasteding, creado una década atrás por el nieto de economista liberal emblemático, Milton Friedman, junto a un poderoso exponente de los inversores de Silicon Valley, el carismático y audaz Peter Thiel (co-fundafor de Paypal junto a Elon Musk). Su masterplan es colonizar espacios de aguas abiertas en alta mar e instalar allí viviendas o comunidades autónomas. El recorrido de Graib se hunde en las curiosidades humanas de esos “exiters” y sus intentos de salida. Donde las utopías de libertad se cruzan con la aversión impositiva y las fantasías financieras con las leyes de propiedad de la tierra.
La actualización del asunto, tiene, en su aspecto digital, absoluta vigencia. En la misma semana vio la luz otro libro dedicado a los “Estados red” (Network Estate). Disponible de manera gratuita en internet es una proclama, un manifiesto militante, sobre la oportunidad de crear nuevos estados: “La tecnología nos ha permitido iniciar nuevas empresas, nuevas comunidades y nuevas monedas. Pero ¿podemos usarla para comenzar nuevas ciudades, o incluso nuevos países? Este libro explica cómo construir el sucesor del estado-nación, un concepto que llamamos estado red”, explica su autor, Balaji Srinivasan, un emprendedor vinculado a las criptomonedas y los fondos de inversión que, con tono provocador y creativo, no solo busca establecer los protocolos tecnológicos que permiten estas iniciativas (una defensa enfática y fundamentada de las tecnologías blockchain) sino también de fundamentar la necesidad social y humana de ellas, ahora desprendidas de las ataduras a límites geográficos.
La visión sobre la criptografía, necesaria también como factor de cohesión de estos nuevos estados, redes o comunidades, se vuelve fundacional cuando no queda ni Dios ni Patria. Tras desarrollar tesis sobre el valor de las nuevas tecnologías de la información respecto de la historia en el registro y trazabilidad de los eventos, Srinivasan ofrece su visión sobre un mundo actual ordenado en lo que el describe como tres polos digitales que afectan a miles de millones de personas: el de los Estados Unidos, representado por el dólar y la sigla NYT (por The New York Times), el capitalismo del Partido Comunista Chino y el capitalismo sin Estado de los bitcoin y la web3. Democracia, Totalitarismo y un planteo contemporáneo de gobernanza digital. Aunque advierte que es un esquema simplista, defiende que ese esquema es necesario para establecer las bases de los Estados futuros. A partir de la circulación de moneda por fuera del circuito financiero monopolizado por los países (criptomonedas) y de la descentralización de las organizaciones y del control de la información, la utopía libertaria, sostiene, parece estar más cerca.
La llamada Satoshi Island es promocionada como la primera comunidad de viviendas crypto. Debe su nombre al creador anónimo de Bitcoin, se promociona como una ciudad sustentable y se comercializa a través de NFT. Este mismo lunes comienza la preventa de terrenos; los renders de barrios y construcciones pueden verse en internet. La isla deshabitada se llama, en rigor, Lataro, y, son algo más de 3 kilómetros cuadrados ubicados en Vanuatu, en el Pacífico Sur, muy cerca de la experiencia fracasada de Oliver y sus amigos en la República de Minerva. Algo aprendieron: a diferencia de aquellos buenos salvajes, los nuevos ocupantes sellaron un ambicioso acuerdo legal y financiero con el gobierno local.