Hebe Uhart. Textos inéditos para seguir descubriéndola
La publicación póstuma de tres nouvelles ofrece una nueva aproximación a la escritora fallecida en 2018, y se suma a una obra marcada por la observación, la capacidad narrativa y una amorosa apertura al mundo y a los otros
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La muerte tiene ese rasgo definitivo que la hace, para algunos, intolerable. Ahí están las religiones para transformarla en algo más digerible, para darle un lugar en la vida de quienes seguimos acá, en el mundo. 2018 fue un año especialmente cruel para muchos lectores: en unos pocos meses murieron Irene Gruss y Hebe Uhart. Poeta la primera, narradora la segunda, ambas maestras que formaron a varias generaciones de escritoras y escritores. En 2019, la publicación del libro póstumo de Gruss, De piedad vine a sentir, (Ediciones En Danza) trajo algo de alivio: ahí estaba nuevamente la voz de la poeta querida. Lo mismo sucedió a fines del año pasado con la publicación de algunas crónicas inéditas de Uhart incluidas en Crónicas completas y ahora con El amor es una cosa extraña (ambos de Adriana Hidalgo), tres novelas cortas en una edición a cargo de dos escritores amigos de ella: Pía Bouzas y Eduardo Muslip.
Como le sucede a Mercedes Halfon, albacea de la obra de otra gran poeta, Juana Bignozzi (1917-2015) –es muy interesante ver el documental Las poetas visitan a Juana Bignozzi de Halfon y Laura Citarella donde se da cuenta del enorme trabajo que conlleva esta tarea–, Bouzas y Muslip tienen la felicidad y la responsabilidad de ordenar y clasificar los escritos, los archivos y la biblioteca de Uhart. Así fue como dieron con dos de estas novelas, Beni y Leonilda ambas anilladas o en sobres y preparadas para una publicación que en su momento no pudo ser. La tercera, El tren que nos lleva, la tenía Muslip, la propia Uhart se la había dado hace años.
Hebe Uhart (nacida en Moreno en 1936) ya se ha dicho, tenía una gran capacidad de escucha. Esa manera de abrirse a la voz del otro hace que, sin ser jamás condescendiente, su escritura despliegue una amabilidad hacia al mundo y hacia sus personajes que no es habitual en la literatura argentina. Esa “mezcla de interés antropológico y mirada de turista ingenua” como dice en una de las crónicas, con la que solía leer y observar a su alrededor. Ingenuidad que se toma entre comillas, porque como también señala al describir a Luisa la protagonista de una de estas novelas, se trata de una mirada de “marciana”, de recién llegada, de quien ve y oye tratando de entender de qué va el mundo que tiene enfrente, de qué va el idioma del otro.
No cabe dudas de que las tres nouvelles tienen el sello del estilo de Uhart, pero es en Leonilda, quizás por su extensión, donde se despliegan una cantidad de recursos –además de maestría y talento– que convierten al texto en una muestra de la capacidad narrativa de la autora. Leonilda es una mujer chaqueña que llega a Buenos Aires con sus hijos y empieza a trabajar como empleada doméstica. Uhart sigue su transformación: del sometimiento frente a una vida que podría haber sido un “dejarse estar” al lado de un marido que no la quería –pero que sin embargo mantiene hasta el final una relación casi de amistad con ella–, hasta la conquista de cierto progreso: su hija menor, Sandra, llega a obtener un puesto en un ministerio. Claro que así contado, el relato pierde toda belleza: la literatura de Uhart se funda en la construcción de esa voz narrativa –ese tono a medias distanciado y a medias encarnado en sus personajes– que se encuentra ya en relatos como “El budín esponjoso”, de 1976.
Uhart muestra a sus personajes en la mejor tradición de la dramaturgia –arriba del escenario, suele decir Mauricio Kartun en sus famosos seminarios, los personajes actúan y hablan, no explican–, o en la de cuentistas como Flannery O’Connor. Sus personajes hablan, y es en la elección de sus palabras, en la manera en la que se explican el mundo, donde se juega todo. En Buenos Aires Leonilda se enamora de Antonio. Tiene un defecto: es alcohólico. Claro que Uhart no lo dice así. Primero, hay que ver qué entiende el propio Antonio: “Él me dijo que lo que lo hacía tomar es la humedad de Buenos Aires”, le explica Leonilda al lector antes de contar que “para el brindis se hizo pis y cayó el chorro al suelo”; hay que ver qué entiende Leonilda. Atenta a sus personajes, Uhart no juzga –ni a ella, ni a él– sino que pone la pequeña tragicomedia humana, como hacía Anton Chejov, delante del lector. Y luego está la explicación que brinda Ian, un psicólogo brasileño para el cual trabaja Leonilda: “Ian me dijo que muchas veces esos bebedores –él no dijo borrachos, dijo bebedores– son huérfanos o la madre no sabía colmarlos y todo esto va a cuenta de Antonio.” La escritora sabe –ha fundado su obra en esto– que no es lo mismo decir borracho, alcohólico o bebedor, que la palabra que elige Ian habla de él y la manera en la que Leonilda lo narra habla también de ella. Todo este entramado de voces, de elecciones léxicas, de fluidez narrativa, conforman el universo de una de las escritoras más importantes de los últimos años, en la Argentina y en Latinoamérica: en 2017 recibió el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas que otorga Chile.
Si bien parece que todavía hay más Uhart –Muslip y Bouzas siguen trabajando entre cuadernos y archivos–, los cuentos, las novelas, las crónicas, las clases transcriptas por Liliana Villanueva (Las clases de Hebe Uhart, Blatt y Ríos) son testimonios de un proyecto literario conciso, fiel a sí mismo. Leer estos textos inéditos es también volver a verla y a escucharla, con un cigarrillo en la boca, preguntando con curiosidad algo que para el resto sería una pavada o quizás una obviedad. Tamizada por su voz, la realidad vuelve a aparecer con toda su particularidad y su extraña belleza.
EL AMOR ES UNA COSA EXTRAÑA
Hebe Uhart
Adriana Hidalgo
171 páginas
$ 960
CRÓNICAS COMPLETAS
Hebe Uhart
Adriana Hidalgo
896 páginas
$ 1875