Hacia una imprescindible arqueología del smartphone
Apenas quince años después del lanzamiento del iPod de Steve Jobs, los académicos y analistas le buscan un lugar como uno de los inventos más importantes de la humanidad: hipérboles y paradojas del dispositivo que marca el inicio del siglo XXI
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Las estadísticas son múltiples, precisas y sobre todo dinámicas: ¿cuántas veces chequeamos diariamente la pantalla de nuestro teléfono móvil?, ¿a cuántas notificaciones estamos expuestos?, ¿qué cantidad de aplicaciones tenemos descargadas y cuántas capturan más de nuestro tiempo de uso? Si prefieren verlo desde el lado de la salud y el bienestar digital, ¿cuántas horas pasamos frente al aparato antes llamado “teléfono”?
Ya antes de la pandemia, el teórico Alan Reid lo describió en el título de su libro La gran paradoja del smartphone: nuestra ruinosa dependencia en la era del dispositivo.
Es que la negociación entre gratificación, funcionalidad, practicidad, conectividad permanente y las interrupciones o las multitareas, parecen haber sido resueltas en favor del aparato. Aún cuestionado, ya ranquea en las listas de inventos más importantes de la humanidad junto a la rueda, el arado, el uso doméstico de la corriente eléctrica o el control del fuego... Curioso: apenas tiene un par de décadas de vida. Un verdadero prodigio humano al alcance de la mano.
"El teléfono logró convertirse en el dispositivo central de la economía digital de comienzos de siglo con el buscador de Google, las redes sociales y las apps como referencias y síntesis"
Hubo, claro, antecedentes en la cadena evolutiva: el “ladrillo” de Motorola como primer “celular” (registrado por su creador Martin Cooper, autor del libro The Cutting Cord, Cómo el celular trnasformó a la humanidad) o el célebre BlackBerry que se lanzó en 1999 y abrió el siglo XXI de dispositivos combinando funcionalidades basadas en el teléfono y en las palms (computadoras sencillas del tamaño de la mano). La llegada del iPhone –presentado por Steve Jobs en 2007– de la que pronto se cumplirán apenas 15 años es el comienzo de este shock comunicacional, o “el más exitoso lanzamiento de un producto al consumidor de la historia”, como lo define el profesor de Marketing Scott Galloway, autor de The Four, en el que se enfoca en la historia de Apple, Google, Facebook y Amazon.
La discusión es oportuna: mientras la industria tecnológica busca profundizar las réplicas digitales hacia experiencias más inmersivas (de los videojuegos a las realidades virtuales o el metaverso), el teléfono logró convertirse en el dispositivo central de la economía digital de comienzos de siglo con el buscador de Google, las redes sociales y las apps como referencia y síntesis. Y las descripciones más hiperbólicas no suenan exageradas.
En estos días, mientras se filtran imágenes del iPhone 14, una noticia oficial de Apple pasó algo inadvertida: la discontinuación definitiva del iPod. Recordemos: lanzado en 2001, fue la revolución definitiva de la música y el audio portátil, potenció el formato de compresión MP3, permitió el almacenamiento de hasta mil canciones en un solo dispositivo, fragmentó el consumo musical de álbumes a canciones… Y puso varias ideas en la cabeza de Steve Jobs, que años después se materializaron en el icónico iPhone. El especialista Steven Levy estudió el proceso creativo y sus funcionalidades en detalle y especificó los efectos sobre el comercio y la cultura en general en su libro titulado La cosa perfecta.
En esa arqueología sobre esta nueva extensión humana profundiza el francés Pierre Marc de Biasi con El tercer cerebro, su ambiciosa fenomenología del smartphone: en tono académico, a través de breves capítulos, pone la lupa sobre diferentes aspectos del celular. Tratando de evitar las tentaciones tecnólatras, no ahorra descripciones absolutas para describir a la computadora portable de uso permanente: prótesis liberadora, por el desplazamiento de funciones que consideramos menos importantes, o sílex transhumanista, por la analogía con la primera herramienta tecnológica manual de piedra que, de acuerdo a teorías antropológicas, generó condiciones evolutivas.
Acaso la posición más audaz es, justamente, la que da título al libro: El tercer cerebro (traducido con precisión por Jorge Fondebrider y editado por Ampersand). Más que las cuestiones prácticas, para De Biasi es clave analizar el desplazamiento de tareas profundamente humanas como el ejercicio de la memoria o la búsqueda y sistematización de información, delegadas desde el cerebro al dispositivo.
“He aquí el verdadero milagro del smartphone: estemos donde estemos nos confiere ese poder inaudito de estar informados de todo dándonos en simultáneo el poder de reaccionar a esa información o de ocuparnos de cualquier otra cosa y comunicar con otros al mismo tiempo”, postula, para luego profundizar en las implicancias neurocientíficas sobre los efectos de estas multitareas y las modificaciones de nuestro cerebro.
Mientras la Organización Mundial de la Salud alerta sobre los riesgos de abuso y las cifras sobre penetración y horas dedicadas al smartphone se difunden en lógico tono de preocupación por la salubridad, De Biasi asume las contradicciones y las resume, como tantos otros, en la figura del pharmakon griego, esa sustancia que es a la vez remedio y veneno.