Hace 50 años. Bergoglio y el traspaso de la Universidad del Salvador a los laicos
Las ideas con las que el actual Papa pasó de manos la casa de altos estudios en 1974 siguen orientando a la institución
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En agosto de 1974, el entonces padre jesuita Jorge Bergoglio selló un legado anticipatorio de lo que hoy constituye una piedra fundamental del pontificado de Francisco. Los destinatarios fueron los laicos que, hace cincuenta años, asumieron la conducción de la Universidad del Salvador. La asociación civil que tomó a su cargo el timón de la institución educativa mantiene desde entonces la identidad del espíritu jesuítico.
"Aquel escrito puede leerse en línea con el magisterio del actual Papa"
Los desafíos fijados en la carta de principios que el padre Bergoglio tituló “Historia y cambio”, en tiempos de fuertes convulsiones políticas y escenarios de violencia en el país, apuntaban a un triple objetivo: el combate al “ateísmo moderno” (un antagonista que hoy podría asimilarse al relativismo), el avance mediante el retorno a las fuentes y el “universalismo a través de las diferencias”.
Se habló de la influencia de la Guardia de Hierro
La universidad había comenzado a funcionar en las aulas del Colegio del Salvador veinte años antes, con la puesta en marcha de los institutos de Filosofía, de Psicología y de Ciencias Políticas entre 1955 y 1957, cuando estallaba en la Argentina otro enfrentamiento político e ideológico: “la educación laica o libre”, que derivó en el reconocimiento de las universidades privadas. En esos años, consolidada como Universidad del Salvador y conducida por los jesuitas, se sumaron las facultades de Historia y Letras, Ciencias Jurídicas y Medicina.
"Solo uno de los directivos tenía ese origen"
Un rumor que se extendió con los años vinculaba al grupo de laicos que asumió el control de la universidad con la corriente peronista Guardia de Hierro, aunque esa filiación partidaria correspondía en verdad solo a algunos miembros aislados de la Asociación Civil.
“Había gente que provenía de distintos sectores políticos católicos. Se creó una fantasía sobre la influencia de Guardia de Hierro porque uno de los directivos tenía ese origen. Pero la universidad siempre fue independiente de cualquier movimiento político”, aseguró a la nacion el actual presidente de la Asociación Civil, Fernando Lucero Schmidt, quien se incorporó a la entidad en aquellos años, cuando tenía 25, junto con sus hermanos.
Ya en julio de 1973, el padre Pedro Arrupe, superior general de los jesuitas, había animado a refundar la Universidad del Salvador, en el sentido de “volver a la fuerza inspiradora y constructora de los pioneros del proyecto”, cuando la violencia en la Argentina planteaba semillas de confusión en el campo ideológico. En palabras del propio Bergoglio, había que recuperar la mística fundacional, que en algunos casos se fue debilitando.
Diez años después de aquella carta de 1974, Bergoglio profundizó el análisis de los tres lineamientos como “principios rectores de la formulación y planificación académica”. Principios a los que consideraba encadenados, porque no se podía concebir el logro de uno de ellos sin los otros.
Una lectura renovada
Siendo obispo auxiliar de Buenos Aires, en 1994 Bergoglio ofreció una lectura renovada de los desafíos del documento “Historia y cambio”, a la luz de la cultura de la posmodernidad, que se presentaba “con afanes universalizantes”, según sus palabras. Afirmó que la lucha contra el ateísmo se había con vertido en “una lucha contra el teísmo, contra ese ‘Dios destilado’, siempre a nuestra mano para ser usado como un instrumento más del consumismo que nos agobia”.
En esa relectura, el avance mediante el retorno a las fuentes que mencionaba el ahora papa Francisco implicaba “una decidida toma de posición contra todo relativismo”. Y el universalismo a través de las diferencias suponía, “en este naufragio postmoderno, una lucha a fondo contra todo tipo de nihilismo, que, en el fondo, entraña el desinterés egótico por todo aquello que no soy yo, ni mi quietud esencialista”.
En las reflexiones que siguieron a la carta de principios “Historia y cambio”, Bergoglio reflejó una mirada esperanzadora hacia los aportes de los jóvenes y el diálogo entre las generaciones. “Los jóvenes son los receptores más conscientes y, a la vez, más permeables a estos cambios. Pero en su fuerza y entusiasmo por generar cambios está justamente el motor más importante, que puede hacer la diferencia”, dijo el sacerdote jesuita. En ese sentido, el documento que hace medio siglo selló el pase de la Universidad del Salvador a los laicos puede leerse en línea con el actual magisterio del primer papa argentino y latinoamericano.
Confluyeron en el “desligue”, como se conoce el proceso del traspaso a los laicos en los difíciles años 70, otras personalidades de la comunidad jesuita, como los padres Ismael Quiles, Ernesto Dann Obregón –el primer rector académico de la universidad– y Víctor Marangoni, una pieza clave como director de formación. Una figura posterior que dejó su impronta fue el doctor Alejandro Juan Tobías, primer rector en la etapa conducida por la Asociación Civil. Había estudiado filosofía con los jesuitas en el Colegio Máximo, de San Miguel, tomó a su cargo la transición y condujo la institución durante 33 años.
Hoy la conducción de la universidad está a cargo del rector, Carlos I. Salvadores de Arzuaga, y se dictan unas setenta carreras de grado y otras tantas de posgrado en sedes de la ciudad de Buenos Aires, Pilar y Gobernador Virasoro, en Corrientes.
Con un fuerte crecimiento de las ofertas académicas de Ingeniería, Veterinaria y Agronomía, la historia y el cambio se siguen encontrando.