Guillermo Jaim Etcheverry: “Si los chicos no están bien alimentados, es difícil educar”
La falta de clases presenciales tiene efectos devastadores, dice el exrector de la UBA; sin embargo, señala que hay una revalorización social de la educación
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A más de un año del inicio de la pandemia de coronavirus, el médico e investigador Guillermo Jaim Etcheverry, presidente de la Academia Nacional de Educación desde 2018, sostiene que la situación de la educación en la Argentina se ha agravado de manera dramática. “Los efectos de la falta de clases presenciales sobre los aprendizajes, así como sobre los procesos de socialización de niños y jóvenes, han sido devastadores, como lo confirman numerosos estudios realizados tanto en el país como en el exterior”, señala. Durante la extensa cuarentena, en medio de sesiones virtuales “agotadoras”, el académico pudo avanzar en su próximo libro, una defensa de la educación destinada a los verdaderos protagonistas: las nuevas generaciones. “La única alternativa de liberación personal, de exploración de los propios límites y posibilidades, de acercamiento a lo mejor que ha logrado pensar y hacer el ser humano la ofrece la educación”, enfatiza Etcheverry. En tiempos de escuelas cerradas por razones sanitarias, el investigador, que en 2020 fue designado miembro del Consejo Nacional de Calidad de la Educación y que integra la mesa consultiva nacional del programa “Acompañar: puentes de igualdad”, convoca a políticos oficialistas y de la oposición a un diálogo constructivo y a dejar de usar la educación como “arma partidaria”.
Jaim Etcheverry cuenta que ha pasado estos tiempos de pandemia como todos, encerrado y recurriendo sus amigos y contactos, y ofreciendo charlas sobre los temas que lo preocupan a través de las “agotadoras” comunicaciones virtuales. “He estado poco productivo y, sobre todo, desanimado ante le percepción de la interrupción de futuro. Desde la aparición de Educación. La tragedia continúa, en marzo de 2020, no escribí mucho porque encuentro difícil concentrarme. He hecho algunos interesantes cursos a distancia sobre pensadores contemporáneos como Byung-Chul Han, entre otros. Leí mucho: todo Lee Child, siguiendo la recomendación de Cesar Aira. Y escuché mucha música”.
–Un año después de la conversación con Ideas, en la que decía que era imposible evaluar el año escolar de 2020, ¿cuál es la evaluación que puede hacer ahora?
–Aquel encuentro fue a propósito de la publicación de mi libro, a los pocos días de iniciada la cuarentena, en marzo de 2020, cuando era aún imposible anticipar sus efectos sobre el ciclo lectivo. Hoy, a más de un año, se advierte que la situación de nuestra educación, que antes de la pandemia caracterizaba como muy crítica, no ha hecho sino agravarse seriamente. Los efectos de la falta de clases presenciales sobre los aprendizajes, así como sobre los procesos de socialización de niños y jóvenes, han sido devastadores. Lo confirman numerosos estudios realizados en el país y en el exterior. Se ha profundizado la desigualdad, que ya era manifiesta en nuestro sistema educativo. Más preocupante aún es el hecho de que muchos alumnos han roto todo contacto con sus escuelas, éxodo que será muy difícil de revertir y que representará un alto costo personal y social.
–Más allá de las consecuencias negativas, ¿habrá dejado algo positivo esta experiencia tan excepcional?
–Es muy difícil anticipar efectos positivos porque aún nos encontramos en una situación similar e inclusive peor que la del ciclo anterior, debido al agotamiento de los chicos y de sus familias. Tal vez los padres comprendan mejor la importancia de la tarea que llevan a cabo los maestros por haberse visto enfrentados a la necesidad de acompañar a sus hijos en sus intentos de aprender. Eso podría resultar en la imprescindible revalorización de la docencia como actividad social.
–¿Se puede decir que la pandemia despertó una conciencia ciudadana sobre la importancia de la educación en el país?
–Sin duda, la cuestión educativa pasó a ser un tema de discusión en sectores mucho más amplios que antes de la pandemia. Eso concitó un gran interés de los medios y del conjunto social.
“Es muy importante que los padres asuman la demanda de educación para sus hijos”
–¿Qué piensa del movimiento de Padres Organizados, que solicitó la reapertura de las escuelas desde mediados de 2020?
–Esa reacción de los padres es una confirmación de la esperanza que mencionaba acerca de los posibles saldos positivos de esta experiencia. Es muy importante que los padres asuman la demanda de educación para sus hijos. Pero es de esperar que ese reclamo no se limite a los aspectos de vinculación social de los chicos, sino que se manifieste en un genuino reclamo de la formación que compete a la escuela. Además de proporcionar un ámbito para la interacción con amigos y de asistencia social cuando corresponda, la razón de ser de la escuela es la de brindar las herramientas para que los recién llegados puedan intentar comprender el mundo y a sí mismos. En otras palabras, insertarse en la cultura en la que se desarrollan provistos de las herramientas que les permitan incidir en su destino.
–¿Con la digitalización llegó un cambio irreversible en las formas de educar?
–No. El explosivo desarrollo de las tecnologías de la comunicación hizo posible en esta emergencia mantener la vinculación entre las escuelas y los estudiantes. Esto se logró con muchas dificultades y quedaron en evidencia, también en este campo, las profundas desigualdades que caracterizan a nuestra sociedad. La falta de acceso a dispositivos de comunicación y las dificultades en la conectividad hicieron muy ardua la tarea de los docentes, que realizaron un esfuerzo para adaptarse a condiciones impensadas. Se experimentaron enfoques muy diversos y algunos novedosos. Es posible que esas experiencias contribuyan a la educación, mejorando la comunicación entre docentes y alumnos. Sin embargo, en mi opinión, la actividad presencial seguirá siendo imprescindible, especialmente en lo que atañe a la educación inicial, primaria y secundaria. Otro de los aspectos positivos de la experiencia actual será un cierto desengaño con la prédica de los entusiastas reformadores de la educación que la anticipaban como totalmente mediatizada. Resulta evidente la saturación que, al menos la tecnología hoy disponible, genera tanto en maestros como en alumnos. La “fatiga del Zoom” es motivo de estudio por parte de académicos de todo el mundo. El futuro sigue pasando por la relación interpersonal que, como hemos comprobado, es imprescindible.
“Resulta evidente la saturación que, al menos la tecnología hoy disponible, genera tanto en maestros como en alumnos”
–¿Qué medidas podrían tomar el gobierno nacional y los gobiernos provinciales para mitigarla?
– En un país en el que más de la mitad de los chicos de menos de 14 años es pobre, su dirigencia debería estar obsesionada por corregir esa situación que escandaliza. Si esos chicos no están bien alimentados y estimulados desde sus primeros días, la tarea de educar se vuelve muy difícil. Es preciso intensificar el apoyo a la educación pública en todos sus niveles porque esa es una de las más claras esperanzas de enfrentar un futuro incierto. Una exigente formación de docentes debería ser la prioridad; no hay buena educación sin buenos docentes. Todos los países que han mejorado su educación han puesto el énfasis en esa formación. Para lograrlo, la docencia debe ser una actividad socialmente valorada y retribuida en consecuencia. Obviamente, la provisión de equipamiento y de medios de conexión adecuados debe incrementarse porque, como señalé, estas tecnologías acompañarán la labor de los maestros crecientemente en el futuro aunque no la harán en absoluto prescindible.
–El Gobierno ha emitido confusos mensajes en los que se relativiza el mérito y el esfuerzo. ¿Cuál es su opinión?
–Resulta obvio que la igualdad de oportunidades que prometen las democracias es un ideal muy difícil de lograr. Las profundas desigualdades han puesto en duda en todo el mundo la idea de la meritocracia. Muchos académicos han colocado esta cuestión en el centro del debate como, por ejemplo, Michael Sandel, un renombrado profesor de la Universidad de Harvard, en su reciente libro La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Se trata de una cuestión imposible de analizar en pocas palabras. Pero una cosa es la meritocracia que se refleja en una competencia feroz en la que se manifiestan las desigualdades y otra muy distinta el mérito, que sigue siendo un valor importante que debe ser alentado. La obligación de las dirigencias es intentar que todos tengan acceso a la posibilidad de superarse, de formarse mejor como personas. Por eso la exigencia es inseparable del proceso educativo, tanto el que está a cargo de los padres como el que llevan a cabo los maestros, ya que pone de manifiesto el interés que quien aprende tiene para quien enseña.
–Los resultados educativos en el país son desalentadores. ¿Qué responsabilidad tienen los cuadros técnicos formados en Ciencias de la Educación?
–La responsabilidad es compartida por distintos actores. En lo que atañe a los especialistas en el tema, pienso que plantean la cuestión educativa con un grado tal de complejidad teórica que hacen que la escuela deje de hacer lo fundamental: enseñar a leer y a escribir, a comprender lo que se lee, a desarrollar la capacidad de abstracción, a lograr una cierta orientación en el tiempo y espacio históricos. Hoy a la escuela se le plantean demasiados desafíos y se dejan de atender esas funciones centrales. De allí los pobres resultados que se observan en la realidad cotidiana. Todavía sigue siendo necesario saber algo pero se enseña cada vez menos.
–¿No deberían oficialismo y oposición acordar una especie de pacto educativo, con miras al corto y mediano plazo?
–Sin duda. Resulta lamentable observar que se utiliza la educación como arma de lucha partidaria. Es imprescindible que se vuelva al diálogo y que se logren acuerdos sobre aspectos en los que hay amplia coincidencia. Entiendo que la financiación, la formación docente y la profesionalización de la labor de quienes tienen a su cargo la tarea de enseñar, el cumplimiento de los calendarios educativos y la evaluación de los resultados de la enseñanza, entre muchos otros aspectos importantes, no pueden quedar al margen de esos acuerdos. Se deben abandonar tanto la crítica como la defensa generalizadas a los docentes y a sus gremios, prestando atención a los matices y a las situaciones específicas que plantea la realidad. Pero teniendo en cuenta que la política educativa está a cargo de los responsables del sector y no de los actores individuales, y que las normas que regulan la actividad docente deben ser adaptadas a la realidad actual. “Nadie es la educación, pero todos lo somos”, parafraseando a Borges.
–¿Hay una mala ejemplaridad sociopolítica que, a su modo, “enseña” valores negativos: corrupción, violencia, fraude?
–Es evidente que los ejemplos que brinda la dirigencia social están en general reñidos con los que debería sostener la educación. Por esa razón he señalado que la escuela, en todos sus niveles, es una institución contracultural que debería insistir en sus valores, en un intento de lograr que estos se difundan en la sociedad. Educar es, sobre todo, dar ejemplo. Y, efectivamente, el ejemplo que reciben los chicos no es el más elevado. Basta con escuchar el lenguaje vulgar y violento en el que se expresan dirigentes sociales cuyas palabras son amplificadas hasta el hartazgo. No pocas veces ellas son el vehículo de la violencia que todos pretendemos combatir. Esos ejemplos de vacuidad interior y de primitivismo argumentativo son sumamente peligrosos.
“La experiencia mundial en relación con la educación durante la pandemia ha sido muy variada, pero en general negativa”
–Si bien cada contexto es único, ¿qué podemos aprender de las experiencias educativas exitosas en otros países?
– La experiencia mundial en relación con la educación durante la pandemia ha sido muy variada, pero en general negativa. De todos modos, es posible rescatar en diversos ámbitos experiencias positivas, ya que se ha generalizado la discusión del tema educativo y el compromiso de las familias ante la evidencia la crisis, lo que es un logro no menor.
–¿Qué les diría a los adolescentes que piensan en abandonar la escuela secundaria? ¿Por qué deberían estudiar?
–Una apelación en ese sentido será, espero, el tema de mi próximo libro. Les diría que estudiar no es una maldición ni un castigo divino. Quienes intentan enseñarte algo no buscan oprimirte, someterte. Muy por el contrario, se proponen abrirte la única alternativa de liberación personal, de exploración de tus propios límites y posibilidades, de acercamiento a lo mejor que ha logrado pensar y hacer el ser humano. Por eso, aproximate a los maestros más serios, los más profundos. Son ellos quienes te exigirán que exhibas lo mejor de lo que sos capaz, que descubras las posibilidades que encerrás sin saberlo. Sin su ejemplo y estímulo, jamás las conocerás. Son ellos quienes más te inspirarán, los que lograrán mostrarte que existen alternativas, que la vida es mucho más que el consumo desaforado al que te impulsa esta sociedad mercantilizada. Para resistirte a ser cosificado, tendrás que aprender a razonar, a discutir con argumentos. Sobre todo, dejate entusiasmar por el ansia de saber que siempre ha definido al ser humano. Seguí estudiando, dispuesto a realizar el duro pero fascinante trabajo que supone conocer para llegar a hacerte una persona. Entre otras cosas, eso les diría.
PERFIL: Guillermo Jaim Etcheverry
. Nació en Buenos Aires en 1942. Doctor en Medicina por la Universidad de Buenos Aires, se dedicó a la docencia y la investigación en el campo de la neurobiología.
. Fue decano de la Facultad de Medicina y rector de la UBA entre 2002 y 2006. En 1999 publicó el libro La tragedia educativa, de gran repercusión. En 2020, publicó Educación: la tragedia continúa. También escribió Conversando con Sarmiento.
. Recibió varios premios a su trayectoria. Entre ellos, la Médaille d’Or de la Societé d’Encouragement au Progres de Francia. En 2019 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
. Preside la Academia Nacional de Educación y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.