Francis Fukuyama. “Esta guerra de Rusia muestra a las claras por qué es mejor vivir en una sociedad liberal”
En su nuevo libro, El liberalismo y sus descontentos, Francis Fukuyama invita a recuperar el sentido de la moderación, tanto individual como comunitaria
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STANFORD, California
Francis Fukuyama está sentado en su oficina del idílico campus de la Universidad de Stanford, y se pone a hablar de drones. Pero no habla de los drones de fabricación turca que han sido cruciales para la defensa de Ucrania –una causa que Fukuyama, referente de la política exterior norteamericana desde hace décadas, ha defendido a viva voz–, sino de drones más humildes y caseros que empezó a construir en el taller de su casa hace unos seis meses.
También se fabricó varios muebles finos: la carpintería es una laboriosa afición que adoptó hace décadas, cuando decidió transformar el nogal que se había desplomado en su jardín en un par de mesas de estilo. Tan solo secar y estacionar la madera demoró tres años, recuerda Fukuyama. “Siempre me pasa lo mismo: arranco un proyecto muy ambicioso, y me agoto tanto que no quiero saber más nada”, dice. “Tengo demasiados hobbies”, agrega como con vergüenza.
A principios de marzo, el académico predijo que Rusia “iba camino a una derrota total” que haría revivir ‘el espíritu de 1989′
Si de algo no se cansa Fukuyama a los 69 años es de intentar responder las grandes preguntas sobre la democracia, la naturaleza humana, y el largo arco de avance histórico. En 1989, alcanzó imprevistamente la fama por su ensayo “¿El fin de la historia?”, donde argumentaba que la decadencia del comunismo marcaba el final de las grandes luchas ideológicas y que la universalización de la democracia liberal occidental era “la forma definitiva de gobierno humano”.
Ese ensayo, publicado meses antes de la caída del Muro de Berlín, y más tarde como uno de los libros más vendidos de 1992, fue un éxito instantáneo y desde entonces sigue suscitando discusiones, burlas, memes, repercusiones de todo tipo.
Después Fukuyama se dedicó a temas más terrenales, y escribió libros sobre confianza social, biotecnología, gobierno, los orígenes del orden político, y la decadencia –en su opinión– del movimiento neoconservador que emergió de ese orden. Siempre siguió insistiendo, y defendiendo, la tesis que lo hizo famoso. Y esa idea sobrevuela su nuevo libro, Liberalism and Its Discontents (”El liberalismo y sus descontentos”), recientemente publicado en inglés, una breve y férrea defensa de los clásicos valores liberales contra las que Fukuyama considera amenazas de la izquierda identitaria, y mucho más peligrosamente aún, de la derecha nacional-populista.
Para el Fukuyama de 1989, el fin de las grandes luchas ideológicas podía ser potencialmente “aburrido”, pero el Fukuyama de 2022 ha juntado más pasión, especialmente desde la invasión de Rusia a Ucrania, un país que visitaba regularmente desde 2013.
"En su nuevo libro, Fukuyama argumenta que el liberalismo no está bajo amenaza de ideologías rivales, sino de versiones ‘absolutizadas’ de sus propios principios"
A principios de marzo, el académico predijo que Rusia “iba camino a una derrota total” que haría revivir “el espíritu de 1989″ y finalmente nos rescataría “del bajón permanente sobre la decadencia de la democracia en todo el mundo”. Desde entonces, le llueven los pedidos de entrevista. “Hay mucho cinismo sobre la idea de democracia, incluso en muchos países democráticos”, dice Fukuyama. “Pero esta guerra muestra a las claras por qué es mejor vivir en una sociedad liberal”.
Fukuyama se enamoró de la filosofía en la Universidad de Cornell, donde estudió los clásicos. Si “el fin de la historia” tuvo un origen, probablemente se remonte a un seminario sobre la República de Platón impartido por el filósofo político Allan Bloom, que luego escribiría El cierre de la mente moderna.
Tras coquetear con la teoría literaria posmoderna en la Universidad de Yale, se pasó al programa doctoral de estudios de gobierno de Harvard, donde escribió una ponencia sobre la política exterior soviética en Medio Oriente. En los albores del gobierno de Reagan, su amigo y cofrade neocón Paul Wolfowitz lo contrató en la Oficina de Planificación Política del Departamento de Estado norteamericano. Fue durante sus últimos días en el cargo, ya en el gobierno de George H.W. Bush, que Fukuyama escribió el ensayo original “¿El fin de la historia?”. Publicado en la revista de asuntos internacionales The National Interest con comentarios de media docena de grandes firmas, el ensayo —basado en una lectura de Hegel y su críptica filosofía de la historia— cayó como una bomba y se vendió “más que la pornografía”, según un kioskero de diarios de la ciudad de Washington.
La fama, dice Fukuyama, “me hizo depender menos de la opinión favorable de mi círculo de amigos”. En 2004, rompió con sus compañeros neoconservadores por considerar que tenían una idea rosa y totalmente ilusoria de la Guerra de Irak. Hoy, Fukuyama dice que el cisma resultante fue “difícil”, pero liberador. “No podía pensar por mí mismo”, dice, y agrega que nunca ha vuelto a hablar con Wolfowitz, por entonces subsecretario de Defensa.
Para Fukuyama, simplemente se trata de corregir las ideas cuando la experiencia demuestra que están equivocadas. En cuanto a sus actuales ideas políticas, se describe a sí mismo como “más de izquierda” en economía, pero de centroderecha en temas culturales.
En su nuevo libro, lanzado por editorial Farrar, Straus y Giroux, Fukuyama argumenta que el liberalismo no está bajo amenaza de ideologías rivales, sino de versiones “absolutizadas” de sus propios principios. Desde la derecha, los promotores del neoliberalismo económico han convertido el ideal de la autonomía individual y el libre mercado en una religión, deformando la economía y conduciendo a una peligrosa inestabilidad sistémica. Y desde la izquierda, señala Fukuyama, los progresistas han abandonado la idea de autonomía individual y libertad de expresión para abocarse al reclamo de derechos sectarios que amenazan la cohesión nacional.
“La respuesta a estos descontentos no es abandonar el liberalismo, sino moderarlo”, escribe Fukuyama en su nuevo libro.
Pero Fukuyama está menos interesado en las polémicas que en las consecuencias prácticas de las ideas. Si en 1989 emergió como una especie de profeta, hoy es un científico social con las botas sobre el terreno, preocupado por el funcionamiento de la estructura y el sistema.
Las soluciones que propone Fukuyama hacia el final de El liberalismo y sus descontentos pueden parecer aburridamente tecnocráticas o abstractas. Y su frase de cierre, un llamado a recuperar “el sentido de la moderación, tanto individual como comunitaria”, no es una de esas ideas que empuja a la gente a ganar las calles.
Pero Fukuyama no sabe qué idea podría lograr ese efecto. “Uno de los problemas de El fin de la historia es que generó autocomplacencia”, dice Fukuyama. “Pero hay que estar alerta y seguir luchando”.
(Traducción de Jaime Arrambide)
The New York Times