Fernando Iglesias: “La grieta no es una causa, es una consecuencia”
En su nuevo libro, el diputado de Juntos por el Cambio indaga en los lugares comunes sobre lo que divide a la sociedad
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“Cuándo, cómo y por qué se jodió la Argentina”, analizaba Fernando Iglesias en su bestseller político del año 2015, Es el peronismo, estúpido, un libro que irrumpía en la campaña presidencial de entonces con un contenido de gran impacto en la escena pública. Como pocas veces, esa crítica al peronismo, fundada en los datos de la historia y la realidad, derribaba los mitos del “movimiento nacional y popular”, y cuestionaba una narrativa que en la práctica estaba vedado confrontar.
Desde aquel exitoso título, Iglesias ha seguido indagando –con profundidad, independencia y rigor académico– en algunas de las cuestiones más controvertidas del debate público. En su nuevo libro, La grieta y los cierragrietas, plantea un tema sensible para la sociedad argentina y lo hace, otra vez en el inicio de un proceso electoral, con una vuelta de tuerca que va más allá de la discusión básica (la grieta) para revisar los argumentos de una franja opositora que propone superarla (el sector paloma o los aquí llamados “cierragrietas”).
En su argumentación, Iglesias recorre un abanico de expresiones –lugares comunes como “la mesa a la que nos sentemos todos”, “el carro que tiremos juntos para el mismo lado”, el abrazo de Balbín y Perón o la tan mentada versión argentina del Pacto de la Moncloa–, las examina y luego de exponer varios intentos fallidos en esa dirección, concluye en el principal postulado de su libro: la grieta no es una causa; la grieta es una consecuencia.
"Hay dos tipos de grietas –responde–. Una es moral, política, histórica. Y otra es una grieta falsa que el peronismo instaló donde no existía’, dice Iglesias"
¿Es una coincidencia la aparición de este libro en tiempos electorales? “No. No es una coincidencia –responde Iglesias en diálogo con LA NACION–. Una de las motivaciones evidentes es incidir en la discusión interna. Otra, plantear una polémica general. Y la tercera es que traiga un poco de suerte como en 2015 Es el peronismo, estúpido, que causó revuelo y abrió un espacio donde se pudo criticar al peronismo con libertad. No tengo la pretensión de haber hecho las cosas solo –afirma el escritor, periodista y político, hoy diputado nacional de Juntos por el Cambio–, pero ese libro colaboró”.
Dos preguntas clave para desenmarañar el ovillo, incluyendo todas sus acepciones: ¿qué es la grieta y cuándo comenzó? “Hay dos tipos de grietas –responde–. Una es moral, política, histórica. Y otra es una grieta falsa que el peronismo instaló donde no existía: entre el campo y la industria; el interior y la capital; los rubios y los morochos; los trabajadores y las clases medias. Raro en un partido que habla de unidad nacional –ironiza–. Para mí hay una grieta estructural entre el país productivo y la patria subsidiada, todo ese país corporativo que el peronismo representa: los barones del conurbano, los gobernadores feudales, los sindicatos corporativos, los movimientos piqueteros, la CGT y los empresarios que están ilusionados con Massa porque el capitalismo de amigos también es una corporación. Todo ese sector representado por el peronismo –resume–, es el que resiste los cambios”.
Enfocándose en los matices internos, Iglesias advierte un contrasentido: “Afirmar que se necesita un 70%, equivale a decir que incorporar al peronismo es la única forma de lograr el cambio de un sistema que justamente ha sido creado por el peronismo.”
Iglesias ubica el inicio de la grieta actual en la crisis del campo en 2008, y la ruptura inaugural “en el primer gran tirano del país, el precursor de Perón: Juan Manuel de Rosas”. “Efectivamente –dice–, yo no he visto expresiones del tipo ‘¡mueran los salvajes unitarios!’ Supongamos que admitimos que en el siglo XIX formaba parte de la barbarie pero ¿y lo que siguió con Perón, diciendo que había que ‘andar con alambre de fardo para colgar opositores’, o ‘que ya habían salido con palos con clavos y que la calle era de ellos’? Dicho eso por un presidente en ejercicio del poder. Es raro que ahí no se abra, más que una grieta, una trinchera. Trinchera en la que estamos todos los que tratamos de defender ciertos valores políticos: la República, las instituciones y la independencia de la justicia, pero también los valores de la civilización.”
Delirios argentinos
La grieta y los cierragrietas desarrolla dos conceptos presentados como delirios: el de la unanimidad –idea que Iglesias ha tomado de su maestro, el celebrado sociólogo y filósofo argentino Juan José Sebreli–, que el autor considera una consecuencia de trasladar a la política una noción de sentido común que dice que ‘es mejor estar unidos que separados’. Ese concepto se potencia con otro delirio: el del hombre fuerte.
“Ambos pensamientos nos conducen a una sociedad totalitaria –observa Iglesias–. Con esos dos elementos, unanimidad y hombre fuerte, nunca le fue bien a la Argentina”. Se explaya en su libro dando ejemplos que a lo largo de la historia reciente tradujeron a la vida política la fusión del pensamiento único y la verticalidad.
“La fórmula Perón-Perón de 1973 sacó el 62% de los votos, la más votada de la historia. Mayor unanimidad, imposible. Y fue el peor gobierno elegido democráticamente: Rodrigazo, triplicación de la pobreza, enfrentamiento terrorista entre Montoneros y Triple A, bombas, asesinatos, desapariciones, exilios. Otros grandes consensos que cerraron la grieta: la subversión que debía ser derrotada a cualquier precio y nos llevó al golpe de 1976; la guerra de Malvinas; la convertibilidad de Menem. Muchos creen que el problema es la desunión. Pero cada vez que nos pusimos todos de acuerdo, fue un desastre. Actualmente, el reclamo cierragrieta –a cuyo discurso Iglesias atribuye el advenimiento de Milei– obedece al delirio de unanimidad. Tampoco nos ha ido bien con la figura del hombre fuerte –agrega–: el dictador militar y el líder peronista (Perón, Menem, Néstor, Cristina). En Juntos por el Cambio tenemos visiones diferentes y las hacemos públicas porque, aún si la discusión es fuerte, es preferible al delirio de unanimidad por el que se proclama un líder máximo.”
De las paradojas cierragrietas
“¿Quién sería aquí el Santiago Carrillo, líder del partido comunista español que aceptó recortes de salarios y despidos para frenar la inflación en el Pacto de la Moncloa?”, se pregunta Iglesias con relación al recurrente reclamo de consenso a imagen y semejanza del acuerdo español. “¿Moyano, Cristina, Grabois, Del Caño? Avísenme con quién hay que hablar. Otra pregunta: ¿por qué en España esperaron hasta 1977 si la guerra civil terminó en 1939? Porque en el poder estaba Franco y no se firman acuerdos con quien viola la Constitución, el derecho y la ley”.
“Los cierragrietas y sus abstracciones buenistas son esa amiga de la mujer golpeada que le dice: no te separes –continúa Iglesias–. Hay ahí un defecto de interpretación de origen: el esquema no es la grieta; es el vínculo entre el poder psicopático y el síndrome de Estocolmo. Y la dificultad está en la comprensión de ese vínculo: el psicópata se impone por el miedo y por eso hay que enfrentarlo con decisión porque cuando se quiere cerrar la grieta con un signo de amistad, el psicópata no ve amistad, ve debilidad y los tiburones, cuando huelen sangre, van por su presa.”
“La alternativa entonces no es entre diálogo y no-diálogo –dice Iglesias objetando otro argumento central de la postura cierragrietas–. Es acerca de con quién dialogar, dónde y para qué, porque no hay motivo para dialogar con autoritarios y corruptos fuera del Congreso. En comisiones y sesiones, sí. En roscas y mesas secretas, no. Es evidente –concluye– que nadie desea un país quebrado, pero para superar la grieta hay que entender que no es la causa sino la consecuencia de una forma del ejercicio del poder que es corporativa, autoritaria y totalitaria. Y mientras el peronismo se siga arrogando ser dueño del país, representante único de la patria y el pueblo, siempre va a existir una grieta con los muchos que quedan del otro lado”.
¿Cómo se sale de ese laberinto? “Ganando las elecciones de modo colosal, como diría López Murphy”. Y después ¿de qué manera si no hay pacto posible? “De la única manera –responde Iglesias–, porque para empezar ya tenemos un pacto que es la Constitución Nacional.”