Manuscrito. Estudiando italiano con Nanni Moretti
Si algún lector de estas líneas está estudiando italiano –ya sea por placer o porque ande en busca del passaporto– debería ver Lo mejor está por venir, la última película de Nanni Moretti. La dicción de Giovanni, el cineasta interpretado por el propio director, es tan clara y meridiana que cualquier aprendiz del idioma seguramente temblará de emoción ante la precisión de cada raddoppiamento (la marca con fuerza de ciertas consonantes) o la perfecta elocución de esos tiempos verbales traicioneros (el condicional, el imperfecto del subjuntivo) que el personaje va hilvanando en una involuntaria lección subliminal.
"Esa manera lenta y precisa de expresarse, esos discursos quejosos llenos de inteligencia –un sello de Moretti– son en realidad la sátira de un prototipo"
Moretti –algo así como el último cruzado del cine de autor– casi siempre se reserva un lugar protagónico en sus películas. Algunos de esos papeles fueron dramáticos (en La habitación del hijo, con su duelo indecible), pero sobre todo supo construir un perfil de comediante que tiene su linaje en los clásicos del cine de su país. En Lo mejor está por venir, Giovanni está realizando su nueva película (el telón de fondo son los tiempos de la invasión de Hungría) mientras su colaboradora de siempre, Paola, su esposa, cansada de su egocentrismo, se concentra en la producción de la cinta de un director joven. Giovanni es un modelo de garrulería: vale decir, habla y no para de hablar. Es cargoso, pero también –al menos si se está de este lado de la pantalla– una figura encantatoria.
O quizá sea solo lo primero. Mi professoressa en la lengua del Dante me hace notar que esa manera lenta y precisa de expresarse, esos discursos quejosos llenos de inteligencia –un sello de Moretti– son en realidad la sátira de un prototipo: el del italiano que cree sabérselas todas y, con un toque de amargura y resentimiento, no para de pontificar.
Moretti, en todo caso, se entrega a un doble juego: mientras se toma el pelo a sí mismo, también trafica en los parlamentos de su personaje sus desilusiones. Ahí está la crítica a cierta plataforma de streaming que busca cronometrar cada película según el interés algorítimico de sus audiencias. Cuando Giovanni interrumpe una escena en el set de la película que produce Paola, es Moretti el que habla por su boca para fulminar la falta de sutileza de las imágenes contemporáneas. A la remanida toma de un tiro en la frente con que termina ese adefesio lleno de adrenalina, le opone la minuciosa descripción verbal del crimen de No matarás, de Krzysztof Kieslowsky. Tal vez no haga falta haber visto esa angustiante secuencia fílmica de origen polaco para entender su punto: basta con que lo relate en su perfecto y exasperado italiano.
Aunque sea fácil confundirlos, Giovanni no es, de todas maneras, una simple duplicación de Moretti. La cinta que está rodando es una reflexión sobre aquellos acontecimientos de 1956, cuando el Partido Comunista Italiano (PCI) traicionó los ideales revolucionarios de los húngaros para ponerse del lado de los invasores soviéticos. Todo debería terminar con el suicidio de Ennio, secretario de un grupo comunista romano y redactor de L’Unità. ¿Por qué pensó ese final?, le preguntan a Giovanni. Su respuesta es simple: es la imagen original a partir de la que construyó toda la trama. Como si el director ficticio –y con él Moretti– se dieran cuenta de pronto que también la tragedia es un lugar común, termina por modificar el desenlace. Ennio decide sumarse a su mujer, una comunista leal a la causa húngara, y presionar a Togliatti, el hombre fuerte del PCI, para que corte amarras con Moscú. Estamos en una película dentro de una película, donde L’Unità puede torcerle el brazo a la verdad histórica para anunciar en primera plana una ruptura con la URSS. Tampoco el Partido le brindaría a la península esa otra ucronía: la perdurable felicidad que anuncia la placa del final. Moretti pronuncia como nadie, pero con su sarcasmo utópico también sabe cómo poner en palabras el tamaño de su decepción.
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