Entre la ayuda humanitaria y la incitación a la violencia contra Israel

La denuncia de que 12 miembros de Unrwa –la organización humanitaria de Naciones Unidas para los refugiados palestinos– participaron de la brutal masacre de judíos en territorio israelí el 7 de octubre último desató respuestas de condena e indignación en el mundo. El propio secretario general de Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres dijo estar “horrorizado” por la noticia y ordenó una investigación que terminó con los despidos de los empleados involucrados.

Entre ellos, hay quienes participaron del ataque a un kibbutz en el que 98 personas fueron masacradas. Algunos ayudaron a secuestrar israelíes que siguen desaparecidos en los túneles de Hamas, mientras que otros organizaron el suministro de municiones para las armas empleadas en el ataque.

La incursión de Hamas dejó 1200 personas masacradas, en su gran mayoría civiles. El ataque no registra precedentes en la región en cuanto a su crueldad, brutalidad y ensañamiento.

Varios países de Occidente que se cuentan entre los mayores donantes de Unrwa, entre ellos Estados Unidos, Alemania y Japón, salieron rápidamente a anunciar que suspenderían sus aportes a la organización, aunque ya hubo señales que no sería una decisión permanente.

Pese a las manifestaciones de indignación, un observador familiarizado con la región no puede desconocer las denuncias internacionales contra la organización por incitación a la violencia contra los judíos. “Nadie que conozca la región puede sorprenderse por lo sucedido,” dijo un alto diplomático latinoamericano cuyas oficinas tienen sede en Ramallah, la capital administrativa de la Autoridad Palestina en Cisjordania.

Un informe de amplia repercusión publicado esta semana en The Wall Street Journal señala que al menos el 10% de los 13.000 empleados que tiene Unrwa en Gaza tiene estrechos lazos con militantes de Hamás y grupos islamistas, mientras que el 50 tiene familiares directamente involucrados con la organización terrorista que gobierna el territorio desde 2007.

Esto renovó la atención sobre una organización que es el segundo mayor empleador en Gaza, después del gobierno de Hamas, y que cuenta con un gigantesco presupuesto, pero que lleva décadas actuando como un importante escollo para la paz entre israelíes y palestinos.

“El verdadero objetivo de Unrwa es decirle a los palestinos que su hogar no es Gaza ni Cisjordania, sino Tel Aviv o Haifa”, bramó Hillel Neuer, director ejecutivo de UN Watch, organización no gubernamental cuyo objetivo es monitorear las agencias de la ONU. “Lo cierto es que Unrwa debe ser abolido.”

La organización fue creada por Naciones Unidas en 1949 para atender la situación de 700.000 palestinos desplazados por la guerra entre Israel y varios países árabes tras la creación del estado judío en 1948.

Si bien en esos años había más de 11 millones de refugiados desplazados de sus hogares por la Segunda Guerra Mundial, solo los palestinos obtuvieron una organización dedicada a atender su situación. El resto de los millones de refugiados del mundo dependieron siempre de la Unhcr (United Nations High Commissioner for Refugees).

Si una agencia para manejar el destino de refugiados es evaluada por su capacidad de solucionar y reducir el número de personas viviendo en dicha situación, Unrwa se podría contar entre las agencias más ineficaces del mundo.

De los 700.000 refugiados contabilizados en 1949, Unrwa pasó a tener 5.7 millones en la actualidad. La principal razón es que en 1982 Unrwa estableció que la condición de refugiado palestino alcanzaba no solo a aquellas personas desplazadas durante la guerra de 1948 sino a todos sus descendientes.

Ser refugiado pasó a ser hereditario y es así como en la actualidad los bisnietos de aquellos que vivieron los episodios de 1948 gozan de status de refugiados y reciben educación, salud, alimentos y protección por parte de Unrwa. Más aún, los descendientes de palestinos que hoy viven en países en donde gozan de ciudadanía y derechos plenos siguen constando como refugiados.

Como recuerda la autora y activista israelí Noa Tishby, el multimillonario norteamericano, mega empresario del sector de bienes raíces Mohammad Hadid, padre de una supermodelo internacional, sigue figurando como refugiado palestino y por ende como un problema a ser atendido y solucionado.

Esto contrasta con los millones de refugiados del mundo que han sido reasentados en diversas geografías y no gozan de ninguno de esos beneficios. Entre ellos, más de 800.000 judíos que en el siglo XX fueron expulsados violentamente de países árabes en los cuales llevaban siglos de residencia pacífica y hoy viven en diversos países del mundo, entre ellos, la Argentina.

“Promueven la idea genocida de palestinos ocupando toda la región y dejando afuera a Israel,” dice Marcelo Kisilevski, periodista israelí.

Pero todo esto no ha impedido que los países de Occidente, presionados por importantes estados árabes, financien a Unrwa con un presupuesto sideral de 1200 millones de dólares anuales. La argumentación suele ser que sin esta agencia, la condición de los refugiados sería mucho más dramática y ello contribuiría a una radicalización y mayor violencia en la región. “Es una manera que tiene Occidente de lavar su conciencia”, dice Kisilevski.

Pero desmantelar esta agencia significa nada menos que eliminar al segundo mayor empleador de la Franja de Gaza detrás de Hamas, que además en la actualidad educa a la mitad de los niños del enclave y es el principal agente de ayuda humanitaria en el lugar.

Sin ellos, los militares israelíes se verían obligados a asumir la responsabilidad de repartir agua, víveres y medicinas a una enorme población desplazada por la guerra. La historiadora propalestina Anne Irfan señala que Israel, pese a sus declaraciones públicas, siempre entendió que era preferible contar con Unrwa a una alternativa sin dicha agencia.

Anshel Pfeffer, autor y periodista israelí, explica que no hay opción. Si bien reconoce que Unrwa seguirá repleto de empleados que apoyan a Hamas, es la única opción actual para un territorio devastado por la guerra. “A menos que Israel quiera asumir el rol de alimentar a la Franja de Gaza, no hay alternativa”, dice.