El origen de las especias, de Thomas Reinertsen Berg
Entre las numerosas fórmulas que han intentado dar con aquello que nos hace humanos, una de las más citadas es la del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss: “El hombre es el animal que cocina”. Pero si la aplicación del fuego a los alimentos parece alumbrar los inicios de lo humano, hubo un paso posterior que lo afianzó: la condimentación. El encuentro, presumiblemente azaroso, de algunos seres humanos con vegetales que variaban el sabor de sus comidas y las historias (culinarias, pero también económicas, políticas, sociales, culturales) desplegadas a partir de allí dan lugar a una trama fascinante. Esto es, justamente, lo que el periodista y escritor noruego Thomas Reinertsen Berg presenta en El origen de las especias.
Los primeros capítulos del texto intentan rendir cuenta de las particularidades de las distintas especias (el clavo de olor, la canela, la nuez moscada y la pimienta van a ser las principales protagonistas de la historia) que pudieron suscitar el interés a los primeros humanos que dieron con ellas. En aquel origen, cada una estaba circunscripta a un lugar y un clima particular donde, evolución mediante, habían logrado prosperar. Se postula, entonces, que “el primer clavo de olor creció en una de las laderas volcánicas de las Molucas”, en Indonesia; que en el sudeste de la India el clima húmedo fue el lugar favorable para el crecimiento de la planta de pimienta negra; que la selva tropical de las islas de Banda ofrecieron el mejor sustrato para el árbol de la canela. En estos capítulos abundan las descripciones geográficas y botánicas. Y, poco a poco, comienza a ganar lugar la historia con mayúscula. Porque el interés por las especias desde lugares muy lejanos a los de su producción dio lugar a movimientos colosales de caravanas terrestres y marítimas, tan importantes como los ocasionados por la búsqueda de metales preciosos.
Uno de los ejemplos emblemáticos de esto son los viajes de Colón que “en 1483 lanzó por primera vez el plan para encontrar la ruta marítima hacia las especias viajando hacia el oeste”. Casi una década más tarde, en noviembre de 1492, Colón anota en su cuaderno de bitácora: “Sin duda hay en estos países cantidades infinitas de especias”.
En los últimos capítulos el texto llega hasta nuestros días, en los que el mercado de las especias se divide entre quienes intentan consumir “especias orgánicas y rastreables que pagan mejor a los agricultores” y quienes consumen “especias más baratas y producidas con grandes cantidades de fertilizantes artificiales”. Más allá de esa división, queda claro que en la evolución humana la acción de condimentar se ha ganado un lugar insoslayable. De ahí que el título del libro sea mucho más que un ingenioso guiño a Darwin.
El origen de las especias
Por Thomas Reinertsen Berg
Godot. Trad.: Christian Kupchik
320 páginas, $ 23.999