El nuevo (viejo) antisemitismo está de vuelta entre nosotros
En las últimas semanas, volvió a hacerse oír el mismo discurso contra los judíos que a principios del siglo XX dio forma al sentido común del nacionalismo argentino
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Un nuevo antisemitismo está entre nosotros. O, dicho con más precisión, el más antiguo de los antisemitismos que existe en nuestro país volvió a resurgir.
No se trata del antisemitismo que recorrió el mundo como un virus después del ataque de Hamas del 7 de octubre pasado. El antisemitismo que vimos desde ese día provino, mayoritariamente, de la izquierda y de quienes sostienen ideas woke. Estas ideologías solo reconocen dos categorías políticas: los opresores y los oprimidos. Recuperan la dialéctica marxista, pero ya no la enfocan sobre los dueños de los medios de producción y el proletariado, sino que la llevan al mundo social y cultural. La lucha entre opresores y oprimidos, en esta visión, define a las relaciones entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y diversidades sexuales, entre blancos y el resto de los colores de piel existentes, entre países imperialistas y países colonizados, y cómo no, entre Israel y Palestina. No es este el lugar para explicar de cuántas maneras es equivocada y aberrante esa lectura –ni son colonos los judíos en su tierra ancestral, ni oprimen a los palestinos, ni el hecho de ser Hamas menos fuerte en el plano militar impide que sea el agresor en el conflicto–; en cambio, quiero señalar que hoy nos enfrentamos a otro tipo de antisemitismo.
Porque, en las últimas semanas, a medida que se acercaba la Navidad, empezó a hacerse oír el mismo discurso antisemita que en las primeras décadas del siglo XX dio forma al sentido común del nacionalismo argentino.
"La causa palestina no tiene absolutamente nada que ver con el nacimiento de Jesús de Nazaret, quien nació, vivió, predicó y murió como judío"
Primero vimos una imagen que nos sorprendió a muchos: el papa Francisco fotografiado junto a un pesebre en el que el niño Jesús estaba acostado sobre una kufiya, el pañuelo palestino. No es necesario un ejercicio de exégesis profundo para interpretar el mensaje, brutalmente inscripto en la coyuntura actual. Lo cierto es que la causa palestina no tiene absolutamente nada que ver con el nacimiento de Jesús de Nazaret, quien nació, vivió, predicó y murió como judío. Por otro lado, en la época en la que vivió Jesús, ese territorio se llamaba Judea. No fue sino hasta dos siglos después que el emperador romano Adriano, como represalia por las rebeliones judías contra su dominio, arrasó Jerusalén y, para hacer olvidar hasta el nombre de los rebeldes, rebautizó a esa tierra como Syria Palaestina, esto es, Siria de los filisteos. Ninguno de estos hechos son ignorados por el papa Francisco, que también sabe lo dañina que ha sido, a lo largo de la historia, la mentira de que fueron los judíos quienes asesinaron a Jesús.
Mucho más marginal fue el acto protagonizado por el cura Paco Oliveira, cercano al Instituto Patria, en el que existió otro pesebre en el que el niño Jesús estaba envuelto en el pañuelo palestino y en el que, además, la Virgen María sostenía en su mano un misbaha –el “rosario musulmán”– mientras cuidaba a su hijo en una escena que representaba los escombros palestinos luego de los ataques israelíes.
Otra polémica alrededor de un pesebre se dio en la transmisión del canal de streaming Olga, cuando hicieron una parodia grosera por la que tuvieron que pedir disculpas. Más allá de la discusión sobre los límites que deben o no existir a la hora de hacer humor con temas sensibles, como las creencias religiosas, resultaron muy preocupantes las reacciones generadas. De manera insólita, se culpó a los judíos por el sketch. ¿La razón? Uno de los participantes tiene apellido judío; lo digo así porque ignoro si Toto Kirzner González se percibe a sí mismo como judío o no. ¿Por qué lo que hace un judío es culpa de toda la comunidad, como insinuó Yanina Latorre? Hubo demandas a las instituciones judías para que se expresaran al respecto. ¿Por qué tendrían que hacerlo? ¿Por qué todos los judíos tenemos que dar explicaciones de lo que hace un judío? A mi, como judía con un fuerte compromiso en la lucha contra el antisemitismo, se me demandó con buenos y malos modales que opinara sobre el tema. Pero eso no fue todo.
Desde esos días aumentó la cantidad de mensajes en los que se saca a relucir la acusación medieval de “asesinos de Jesús” contra los judíos. Se los acusa también –tampoco son originales en esto: lo mismo pensaba Goebbels– de ser los dueños de los medios de comunicación. Siempre sentí especial perplejidad frente a esa acusación: si fuera cierta, ¿cómo se explicarían las barrabasadas que se publican contra los judíos en los medios? Seríamos los más ineficaces amos de los medios que se pueda imaginar. Pero poco le importa la realidad a antisemitas como el periodista Tomás Dente, que listó los nombres de todas las personas de apellido judío que trabajan en Olga. No es el único acto filonazi que se vio por estos días; hasta hubo que volver a leer estupideces desacreditadas en forma universal desde hace años, como el Plan Andinia y los Protocolos de los Sabios de Sión.
En lo personal, noté con tristeza y preocupación un aumento de los ataques personales en las redes por el hecho de ser judía: van desde frases como “volvete a tu país” (cuando no tengo ni deseo otra nacionalidad que la argentina), pasando por el rancio “esto les pasa por haber matado a Jesús”, hasta acusaciones de ser una agente de Israel o la amenaza de hacerme jabón. Desde que adopté como parte de mi agenda pública la defensa del derecho de Israel a defenderse luego del ataque del 7 de octubre, el sionismo (es decir, el derecho de Israel a existir) y la lucha contra el antisemitismo, vengo recibiendo, además de mucho agradecimiento y amor de parte de quienes apoyan estas causas, ataques de una violencia verbal inusitada de quienes no la comparten. Aun así, la cantidad y la intensidad de los mensajes en las últimas semanas me alarman.
"Aunque en este momento su odio se concentre en Israel y en los judíos, los yihadistas no ocultan que su meta última es destruir a las democracias"
El antisemitismo es un fenómeno global. De hecho, podemos decir que la Argentina es actualmente un lugar donde los judíos pueden vivir en relativa paz y seguridad, al menos en comparación con otros países latinoamericanos, con la mayoría de los países europeos y con los campus universitarios de Estados Unidos. Sin embargo, es un fenómeno que viene creciendo exponencialmente desde el año pasado y que no solo nos tiene que preocupar a los judíos, sino a todos los que deseamos vivir en una sociedad democrática, plural y diversa.
Las acusaciones contra los judíos por parte de cristianos, o hechas en nombre del cristianismo, no solo son medievales, falsas e injustas; no solo son dolorosas, considerando que somos religiones hermanas, que compartimos muchísimas tradiciones y que juntos fundamos la cultura occidental; para colmo, siembran la discordia entre quienes deben estar unidos contra una amenaza común, que es el fundamentalismo islámico. Aunque en este momento su odio se concentre en Israel y en los judíos, los yihadistas no ocultan que su meta última es destruir a las democracias. Con orgullo prometen someter, convertir por la fuerza o asesinar a todos los que defendemos esta forma de vida basada en la libertad y la tolerancia. El antisemitismo, además de inmoral, es suicida, en momentos en que judíos, cristianos, musulmanes moderados, agnósticos y ateos debemos estar unidos contra el fanatismo que quiere matarnos.
Historiadora y diputada nacional