El no lugar de la Argentina en el mundo
Un viejo avión convertido en nueva nave presidencial vuela hasta China en su primer viaje con colores y matrícula argentinos. No está a bordo su pasajero natural, Alberto Fernández, que en simultáneo partió a Brasil para una tardía refundación de la amistad con el autócrata de Venezuela. Sergio Massa hizo como si fuese el presidente al frente de una comitiva en la que por primera vez viajó al exterior en una función (supuestamente) oficial el diputado Máximo Kirchner.
"Nunca termina de saberse si la Argentina tiene amigos o intereses permanentes o ninguna de ambas cosas"
En esos viajes podría resumirse una dolorosa ausencia: la Argentina es un país sin política exterior. En su lugar existen intentos inconexos, esfuerzos interrumpidos, incoherencias, negocios personales, políticas maniqueas que responden a la visión en blanco y negro de ser amigos de los supuestos enemigos de los Estados Unidos. El mundo nunca termina de establecer dónde está parada la Argentina, cuál es su posición en temas de trascendencia global; tampoco es posible determinar cuáles son con exactitud los intereses que defiende en forma permanente.
A contramano del célebre mandato de lord Palmerston, nunca termina de saberse si la Argentina tiene amigos o intereses permanentes o ninguna de ambas cosas. El primer ministro victoriano dejó para la diplomacia una enseñanza básica cuando, sin eufemismos, dijo sobre el rumbo de las relaciones exteriores de la corona británica: “No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos”.
"El Gobierno ha sumado sus fracturas internas a sus acciones con el resto del mundo"
A la falta de política exterior, el Gobierno ha sumado sus fracturas internas a sus acciones con el resto del mundo. La Cancillería está dibujada, muy a tono con el peso político devaluado del Presidente y por traslación de su ministro Santiago Cafiero.
Mientras algunos embajadores actúan según los mensajes del Instituto Patria, o la vicepresidenta publicita sus reuniones con visitantes extranjeros, el ministro de Economía, Sergio Massa, viaja por el mundo pidiendo divisas y negociando más plazos para pagarle al Fondo Monetario Internacional.
Los alardes del ministro de sus buenos vínculos con los Estados Unidos y con el mundo financiero chocan con el discurso de la vicepresidenta en contra del FMI. Es así como, desde un mismo gobierno y al mismo tiempo, le piden al organismo una renegociación y el envío de varios miles de millones de dólares para poder finalizar el mandato a la vez que condenan al Fondo y despotrican en contra de sus funcionarios.
"La Argentina rompió su vínculo con los Estados Unidos, enfrió su relación con Europa y se abrazó a las autocracias de Venezuela y Cuba"
En el discurso oficialista hay un permanente intento de confundir al país con sus gobiernos circunstanciales. Se busca así licuar responsabilidades que derivan siempre de lo mismo: la Argentina hace al menos seis décadas que gasta mucho más de lo que le ingresa, se endeuda, incumple los pagos, luego se recupera, refinancia, vuelve a pagar, y otra vez vuelve a tomar créditos.
Cristina Kirchner suele hacer notar que ella y su esposo pagaron más de lo que se endeudaron en el exterior. Es una buena manera de esconder las culpas del kirchnerismo respecto del endeudamiento interno y de la emisión descontrolada una vez que el mundo financiero privado dejó de prestarle dólares a la Argentina.
El matrimonio Kirchner es un buen ejemplo de cómo en nombre de una circunstancia pasajera se puede cometer la torpeza de quebrar viejos vínculos para darse gustos ideológicos que, luego se sabría, también estaban muy bien condimentados por valijas voladoras.
Dos décadas atrás, la Argentina rompió su vínculo con los Estados Unidos, enfrió su relación con Europa y se abrazó a las autocracias de Venezuela y Cuba. “Campeón” de los derechos humanos en la Argentina, el kirchnerismo justificó y defendió en cuanto foro internacional pudo a regímenes que hacen de las torturas, desapariciones y del unicato partidario su metodología de acción en nombre de revoluciones que nunca terminan de derramar sus supuestos beneficios.
Los negocios mezclados con el infantilismo ideológico pusieron en riesgo a millones de argentinos inoculados tardíamente con vacunas rusas que todavía hoy no son reconocidas por el resto del mundo, a la vez que desecharon un acuerdo para tener las dosis acordadas con laboratorios norteamericanos autorizados a realizar pruebas de sus productos en argentinos.
El seudosocialismo de los gobiernos kirchneristas fue interrumpido por apenas cuatro años del gobierno de Mauricio Macri. El presidente de Cambiemos usó y abusó de su relacionamiento personal para reintroducir a la Argentina entre sus históricos socios, en un ejemplo criollo de lo que se suele llamar “diplomacia de presidentes”.
Macri creyó que los líderes mundiales lo trataban bien por su carisma más que por el interés en encontrar un buen socio comercial que abandonaba la cerrazón del ideologismo kirchnerista.
Estados Unidos habilitó a Macri para el desmesurado crédito que el FMI le otorgó a la Argentina por la misma razón que ahora atiende a Massa en sus ruegos: el costo de otra caída en desgracia del país es más alto que tolerar los repetidos pedidos de socorro de los sucesivos gobiernos.
El cordial reencuentro de Alberto Fernández con el dictador Nicolás Maduro incluye el presagio de lo efímero y forma parte de una serie de disparates aún más costosos, como haber congelado las relaciones con Brasil solo porque estaba gobernado por un presidente en las antípodas del arco ideológico: el antecesor de Lula, Jair Bolsonaro.
Una vez más, en nombre de una supuesta amistad con Lula, el país cruza el puente para proteger a Maduro. Ocurrió mientras el presidente brasileño comunicaba que nada pueden esperar los argentinos de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en materia de ayuda financiera. El presidente de Brasil retoma su intento de liderar a la región y empezó por acumular incondicionales. El precio que paga la Argentina es quedar pegada a los violadores de derechos humanos a cambio de nada.