El mundo de los libros, según un editor argentino
El experimentado Leandro de Sagastizábal propone en su nueva obra una mirada histórica y actual sobre el ecosistema editorial argentino
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No abundan las memorias de editores en la Argentina, menos aún las que resultan entretenidas, con información sobre la historia, las lógicas y la “trastienda” del ecosistema editorial local. Un camino con los libros (Eudeba), del historiador Leandro de Sagastizábal (Posadas, 1947), que a partir de la década de 1970 fue librero, editor, investigador, autor, director de la carrera de Edición de la Universidad de Buenos Aires y presidente de la Conabip durante el gobierno de Cambiemos, es uno de esos relatos.
“El haber trabajado en el mundo de los libros, haberlos promocionado, editado, vendido y escrito, así como estimulado su lectura, ha sido una experiencia que quise compartir”, destaca el autor, que actualmente dirige en Eudeba la colección Puentes de Encuentro, en alianza con la editorial de la Universidad Estatal Paulista.
“En la pandemia un recurso natural de quienes hemos sido personas dedicadas a los libros fue leer o escribir –dice De Sagastizábal–. Hice ambas. Como he sido docente en Edición y he leído muchas memorias de editores, siempre he considerado que son un material útil para quienes se están formando en estos temas”.
Con su amigo y colega Luis Quevedo, gerente general de Eudeba, condujo el programa radial de entrevistas a hacedores de libros, Leer por leer, en Radio UBA, que luego se transformó en el recomendable Optimistas seriales. Conversaciones con editores, de la colección La Vida y los Libros.
Según el autor, hay un déficit en la historia editorial argentina. “En especial, de testimonios de quienes han tenido trayectoria y experiencia en el tema –remarca–. También de archivos con materiales de las editoriales. He tenido una preocupación desde siempre por eso y ya en 1994 escribí La edición de libros en la Argentina: una empresa de cultura. No era un libro de rigor académico, pero era inspirador para que se investigara en esta materia. Hoy hay quinientas personas que lo hacen y en general son investigadores de gran calidad como José Luis de Diego, Gustavo Sorá, Alejandra Giuliani y otros”.
Cada experiencia en el mundo del libro vino acompañada de enseñanzas y vínculos que a veces limaron los difíciles contextos socioeconómicos, como el de 2001-2002. En su paso por la gerencia editorial de Planeta, por ejemplo, antes del proceso de concentración que se dio a finales de la década de 1990 en el país, supo (gracias a Ricardo Sabanes y Guillermo Schavelzon) que “el corazón de la vida de una editorial” son los autores y el programa empresarial. Desde la contratación de títulos, el diseño de colecciones y tapas, los análisis de costos y estrategias de marketing hasta la comercialización (un factor al que, según él, no se le brinda la atención suficiente) y la organización de encuentros para ganar lectores son narrados (más que analizados) por el editor de manera clara.
El recorrido propuesto abarca más de 40 años y empresas como Fondo de Cultura Económica, Tinta Fresca y Capital Intelectual. “Concentración de las editoriales y librerías, y su contracara con el auge de los editores independientes y librerías de todo tipo; sofisticación mayor en lo que atañe a la materialidad del libro, diseño de interior y tapas, calidades impresoras, encuadernaciones, calidad de traducciones, y, sobre todo, el rol de los editores –enumera–. Los autores hoy desean la intervención activa de un editor”.
Resalta que en los últimos años, los editores argentinos se han vuelto “Estado-dependientes”, en especial de las compras de libros que, a veces, no llegan a los lectores. “La presencia del Estado debería ser mayor en el impulso al desarrollo de la lectura”, sugiere, y también para facilitar los costos de logística y exportación. Recomienda que, así como hay desde la creación de la carrera de Edición, en 1992, una mayor profesionalización en el sector, podría pensarse un programa similar destinado a los libreros. A los editores les aconseja visitar las librerías de saldos de la avenida Corrientes para afinar el lápiz a la hora de decidir tiradas en un mercado saturado de novedades, mes a mes.
Hay palabras de gratitud para el exministro de Cultura Pablo Avelluto por haberlo convocado a presidir la Conabip. En Un camino con los libros, hace una “defensa absoluta” de esta institución.
“Las bibliotecas populares son patrimonio cultural de las comunidades, lugares donde se inicia en la lectura, tanto en términos de edad como en lo social, para quienes no pueden comprar libros –afirma–. Y son espacios asociativos, cooperativos, en una sociedad cada vez más individualista”.
Pese a la crisis, advierte un mayor interés por la lectura y los libros en la sociedad argentina. “Me parecen excelentes las instancias de las ferias, así como el mayor uso de libros en las escuelas, de donde proviene en parte el auge de la literatura infantil –concluye–. Ojalá se tuviera más confianza en los medios respecto a que programas sobre libros, con escritores, editores y libreros, pueden ser muy interesantes”.