El hombre más solo del mundo, el nomadismo y las micrópolis: cómo y dónde queremos vivir
Pasado y futuro de las ciudades: riesgos y virtudes de compartir la geografía en el siglo XXI
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La muerte sin testigos del último morador de una tribu originaria en Brasil, el mes pasado, trajo una curiosa paradoja en estos tiempos de hiperconectividad: el hombre permaneció sin contacto con otros humanos durante 26 años. Desde 1996, cuando fue detectada su existencia solitaria, se mantuvo en la selva huyendo incluso de las organizaciones gubernamentales pro-indígenas de ese país.
“En los anales de la historia humana hay muy pocos individuos, si es que hay alguno, que se sepa que hayan experimentado las profundidades de la soledad que soportó este hombre solitario. Durante al menos veintiséis años, no habló con nadie”, detallaba días atrás en la revista The New Yorker el investigador Monte Reel, autor de un libro sobre el caso, que sigue desde hace más de una década con viajes y expediciones. A su tribu la llamaron Tanaru por un río cercano. El “indio do buraco”, como se lo conocía, vivía en pequeñas cuevas-chozas de poco más de un metro de profundidad, provisorias, armadas con hojas de palma, en las que colgaba una pequeña hamaca, y allí diseñaba trampas para animales. Solo y nómade, según comprobaron quienes más se acercaron a él.
Más allá del inédito y extremo protagonista, el tema sobre dónde y cómo vivimos, y viviremos, es una obsesión contemporánea acelerada en el siglo XXI por las tensiones de una población numerosa y creciente. Atravesado por dilemas tecnológicos y ambientales, el asunto se coló esta misma semana en la Bienal de Arquitectura y en la apertura de la Semana del Arte con la proyección del monumental NFT de Refik Anadol en el Teatro Colón: cómo habitar espacios físicos y las posibilidades del universo digital. Con mirada ecológica, también será parte del encuentro C40 que tendrá lugar en los próximos días en esta ciudad sobre los desafíos de la vida en las principales urbes del mundo.
En el reciente libro Metrópolis, una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad (Debate, 2022), Ben Wilson registra esas preguntas a lo largo de los 6000 años de historia de urbanización, desde los primeros asentamientos mesopotámicos hasta este presente en el que más mitad de la población mundial vive en ciudades. No solo las fuerzas sociales que llevan a la concentración y dispersión, sino sobre todo las características y el impacto de este proceso sostenido. Lo hace de manera optimista, basado en las mejores condiciones y en la productividad. De las megalópolis actuales a las ciudades-estrella de los imperios antiguos y medievales. “El éxito de las ciudades”, teoriza Wilson, “se debe a su oferta de placeres, emociones, poder, dinero y seguridad. Se nos da bien vivir en ellas pero somos malos construyéndolas”.
Tres fenómenos recientemente observados en estos días como tendencias urbanas pos-pandemia actualizan y aportan mirada de siglo XXI. Por un lado, la “rurbanización”: proyectos que como detallaba la revista Wired buscan superar la dicotomía campo-ciudad y se proponen traer beneficios de la vida y la cultura agrícolas a la verticalidad de las ciudades. El foco es acercar los cultivos y alimentos a los lugares de consumo. Con paradojas de eficiencia y hábitat, el registro va más allá de las huertas domésticas. De hecho, desde Londres una organización advertía en The Guardian sobre los riesgos de la “gentrificación verde”: que las deseadas políticas ambientales no expulsen a quienes no adopten esa agenda o no puedan afrontarla.
Por otro lado, desde hace años, los especialistas vienen señalando la oportunidad para lo que podríamos llamar “micrópolis”: establecimientos de una escala más pequeña a los que ahora le han aportado nueva dimensión ideal. El académico de la Sorbona Carlos Moreno propuso esa distancia para acceder vía transporte a todos los servicios básicos, comercio y áreas verdes.
Este semana se reeditó, también, un volumen que bucea en el tema con mirada de futuro por el especialista Parag Khanna titulado Move. Dónde van las personas en busca de un futuro mejor. El foco es la capacidad de las ciudades para ser atractivas (tecnología disponible, diversidad) pero también es un repaso enfático por nuestra identidad migrante en busca de oportunidades. El contexto de una emergente clase digital acostumbrada al trabajo remoto es una de las pistas sobre ese futuro sobre la nueva geografía. Nómades.
“Puedes estar solo en el bosque, solo, pero aun así sentirte muy conectado. La mente es muy poderosa: sientes que hay otro agente allí contigo. De la misma manera, puedes estar acompañado durante años y sentirte totalmente solo”, revela un psicólogo sobre el emblemático caso del indio del agujero cuya muerte marcó también el fin de una tribu, un idioma y una cultura que quedó sin registro.