El Guernica, un grito imperecedero por las víctimas de la guerra
La obra en la que Picasso, de cuya muerte se cumplió medio siglo, reflejó el horror de la Guerra Civil Española proyecta su fuerza simbólica a los conflictos bélicos del presente
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El Guernica de Pablo Picasso posiblemente ocupe un lugar entre las imágenes simbólicas más poderosas del siglo XX. Este mes se ha cumplido medio siglo del deceso del artista español, a los 91 años de edad, en Mougins, sur de Francia. El artista español está enterrado en el castillo de Vauvenargues, adquirido por el pintor en 1958, luego de renunciar a su vida en Cannes. Allí vivió junto con Jacqueline Roque, su musa y segunda esposa. De ella hizo 400 retratos, más que de cualquier otra modelo.
Picasso había nacido en Málaga en 1881. Alabadas o resistidas, sus obras se propagaron por museos y colecciones de todo el mundo. Su estilo artístico más conocido es el cubismo, movimiento de vanguardia que encabezó junto a artistas como George Braque o Juan Gris y que se caracteriza por el uso de figuras geométricas en el trazado de las figuras y el quiebre de la perspectiva tradicional. Su genio también recaló en la ilustración de libros, el grabado, el dibujo, la cerámica y hasta el vestuario para montajes teatrales. Se declaró pacifista y comunista. Fue miembro del Partido Comunista de España y del francés.
En 1936, la segunda República española, que gobernaba desde 1931, comenzó a padecer el terremoto político que supuso la sublevación de Francisco Franco. Empezaba la larga tormenta de sangre y muerte de la Guerra Civil Española. Hasta ese momento, la obra de Picasso no era bien valorada en España. Una exposición de sus obras había sido recibida con hostilidad en Barcelona. Pero, con el estallido de la guerra civil, todo cambió. Algunos dirigentes de la República estimaron que era una buena estrategia publicitaria apelar al prestigio internacional del artista de Málaga para fortalecer el apoyo al gobierno amenazado. Entonces, el pintor Josep Renau, nuevo director general de Bellas Artes, con el consentimiento del presidente de la República, Manuel Azaña, le ofreció a Picasso el cargo de director del Museo del Prado. Sorprendido y emocionado, el artista aceptó la propuesta aunque nunca llegó a ejercer el cargo. El nombramiento no trascendió lo honorífico.
En ese contexto, la posición antiautoritaria del pintor malagueño se manifestó con claridad. Entre enero y junio de 1937 grabó al aguafuerte dos planchas de cobre, con 18 imágenes a la manera de viñetas: los grabados del Sueño y mentira de Franco. Picasso se remitió a los aleluyas (llamadas aucas en Cataluña), unas historietas muy difundidas en los siglos XVIII y XIX, con versos al pie, posibles antecedentes del cómic. Las imágenes son caricaturas satíricas de Franco o alegorías sobre lo siniestro de la guerra. Para el diario Facetas de Actualidad Española, editado en Cuba, el artista declaró: “Y aquí las primeras pruebas del Sueño y mentira de Franco. ¡En ellos está claramente expresada mi opinión sobre la casta militar que ha hundido a España en el dolor y la muerte!”. Se estamparon mil ejemplares de los grabados a fin de conseguir fondos para la República. La obra satírica fue publicada junto con un poema escrito por el propio Picasso, el “Fandango de lechuzas”.
Denuncia simbólica
Pero la segunda manifestación artística contra la violencia franquista por parte de Picasso se escribirá más nítida en la historia del arte como denuncia simbólica de la devastación bélica.
En 1937 se realizó la Exposición Internacional de París, cuya temática abarcaba las artes y las técnicas aplicadas a la vida moderna. El arquitecto catalán Josep Lluís Sert le ofreció a Picasso la realización de un gran mural para el pabellón de la Segunda República Española en la exposición. De ese encargo surgió el Guernica. En el momento del ofrecimiento, ya se entreveía la posible derrota de la República española ante la intervención de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini en favor de la causa franquista. De hecho, la legión Cóndor, unidad de la fuerza aérea alemana, la Luftwaffe, bombardeó Guernica, localidad del País Vasco, el 26 de abril de 1937. El saldo de víctimas mortales aún se discute. El historiador militar británico Antony Beevor afirma que hubo alrededor de 300 muertos.
Luis Iriondo, un sobreviviente, que tenía 14 años entonces y murió el año pasado, recordó el estallido de una bomba tras otra, lo que parecía una atronadora tempestad: “Cuando salí del refugio antiaéreo, encontré ante mí un paisaje aterrador. Todo mi pueblo estaba ardiendo, convertido en una gigantesca bola de fuego”.
El bombardeo de Guernica (la Operación Rügen) se ejecutó en tres fases, que preludiaban tácticas a emplear en la Segunda Guerra Mundial: bombardeo de edificios y de la infraestructura urbana, el ametrallamiento de civiles y el incendio de la ciudad.
De ese hecho sangriento, Picasso obtuvo su inspiración para el célebre mural. Comenzó su realización el 1 de mayo de 1937. Dora Maar era entonces su amante y su musa. Pintora, escultora y fotógrafa francesa, Picasso estuvo enamorado de ella en el tiempo de la guerra civil y la ocupación alemana de Francia.
Maar fotografió cada etapa de la elaboración del Guernica. Luego de su conclusión, en junio, la obra fue exhibida en la mencionada Exposición Internacional de París. Después la obra inició su viaje itinerante por varios países hasta terminar en el MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, hasta su traslado definitivo a España, en 1981. Hoy se exhibe en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Se trata de un óleo de 3,49 metros de ancho y 7,77 metros de largo, en blanco y negro. De una compleja imaginería simbólica, no se ven aviones, bombas, ametralladoras, armamentos. Sí un misterioso toro, una madre con un hijo muerto y una paloma. Pero la imagen, según palabras del propio Picasso, refleja que “la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”.
Picasso pintaría también otro cuadro con intencionalidad política: La masacre en Corea, en 1951, que denuncia las víctimas civiles norcoreanas en la guerra de Corea.
Etapas
Antes del Guernica, Picasso cultivó su estilo azul con sus personajes pobres y melancólicos; su estilo rosa con personajes más alegres como sus arlequines, payasos y saltimbanquis; su periodo cubista (con su Hombre con clarinete); su neoclasicismo (con su Tres gracias), su etapa surrealista, y su periodo expresionista, que corresponde al tiempo del Guernica. Y luego, su etapa del municipio francés de Vallauris y sus pinturas de tinte erótico, como La pareja, o su vuelta a temas clásicos como su famosa variación de Las meninas de Velázquez.
Para el gran público, la fuente continua del atractivo picassiano sigue siendo el Guernica. Icono del siglo XX del arte como denuncia de los estragos de la guerra, una tradición en la que Picasso es precedido por el dibujante y grabador francés Jacques Callot y su imputación de la Guerra de los Treinta años, en el siglo XVII; por Goya y sus grabados Los desastres de la guerra; o por Otto Dix, y el horror de la Primera Guerra Mundial. El crítico de arte australiano Robert Hughes sostuvo que, antes de la fotografía bélica, el Guernica es “la última gran pintura histórica” por su expresión icónica del sufrimiento y destrucción propios de la guerra.
Después de la obra del malagueño, la película de Stanley Kubrick Doctor Insólito (1964), hizo de la imagen de los hongos nucleares, con un acompañamiento musical, su versión emblemática del tipo de enfrentamiento que amenazaba con la aniquilación de la humanidad en el tiempo de la Guerra Fría.
Ahora, el conflicto entre Ucrania y Rusia convoca también a la expresividad artística. Banksy, el artista urbano británico de identidad anónima, creador de una difundida obra contracultural a través de sus grafitis, ha pintado siete murales en varias ciudades ucranianas, incluyendo a Kiev. La primera de sus obras fue un grafiti sobre la pared de un edificio en ruinas de la ciudad de Borodyanka, el 12 de noviembre de 2022. Sin embargo, aún no se reconoce una obra como el Guernica de Picasso, capaz de convertir este conflicto contemporáneo en una trama simbólica de interpretación abierta y continua.
Quizá, el principal legado del Guernica es la imagen artística que transforma la vastedad del sufrimiento de la guerra en un grito o queja que, a diferencia de las bombas reales, nunca deja de estallar.