El ejemplo de Cristina Kirchner que inspira la reaparición de Mauricio Macri
El expresidente sale al escenario en momentos en que la oposición carece de un liderazgo claro y está en plena ebullición de proyectos personales; su libro confirma que quiere ser protagonista del futuro
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La sumisión de Alberto Fernández y del peronismo orgánico a los intereses de Cristina Kirchner ha sido una ofrenda invalorable para una coalición opositora que hace un año y tres meses se quedó sin el poder, sin conductor y sin un relato uniforme sobre el proyecto de país que persigue.
Juntos por el Cambio es un conglomerado de dirigentes que convive bajo el paraguas del rechazo al populismo. La división simplista entre halcones y palomas dio paso a un cierto cuentapropismo político. Florecen candidatos en construcción, sellos de goma, patas peronistas, internas radicales.
La reaparición pública de Mauricio Macri agitó ese ambiente. Eligió el método “libro y gira nacional” que tanto éxito (político y comercial) le redituó a Cristina Kirchner en 2019 con Sinceramente. Una forma de hacer campaña con disimulo y testear al mismo tiempo la influencia en la agenda política que un dirigente retiene.
Juntos por el Cambio ya no responde al mote de “macrista”. Pero, al igual que Cristina hace dos años, Macri encuentra en la orfandad de liderazgo opositor un impulso para reclamar el volante. Vivió como un triunfo asistencia casi perfecta de dirigentes relevantes a su acto del jueves en el que declaró: “Vamos a volver al poder con una enseñanza adquirida”.
Macri se define como todo lo contrario a Cristina -ella diría lo mismo de él-, pero a menudo se enfrenta a los paralelismos con su rival. Así es la fisonomía de la grieta. Él retiene niveles de adhesión sólidos entre los votantes antikirchneristas, pero con altísimo rechazo en la población total. Muy similar a lo que sufre la vicepresidenta desde hace años. El Gobierno lo quiere a él como adversario, como él quería tenerla a Cristina.
A ella no le alcanzó para volver a la presidencia, pero sí para elegir a dedo un candidato a su medida y finalmente imponer el retorno a las políticas de una década atrás.
El armado de listas legislativas es un desafío intenso para quienes deben coordinar esa estructura multifacética con rasgos del peronismo modelo 2016-18. Muchos proyectos, pocos liderazgos. Nadie con la lapicera autorizada.
Adrede, Macri no blanquea que el “segundo tiempo” al que alude su libro implique un lanzamiento electoral. Pero el mensaje que transmite el libro y sus frases en la presentación oficial son claras: no piensa renunciar a ser parte de la disputa de poder. El texto funciona como una reivindicación de sus años en la Casa Rosada. Las autocríticas no refieren al rumbo sino a la intensidad que imprimió a sus reformas y a no haber previsto actitudes negativas de los otros.
En Juntos por el Cambio abundan los dirigentes que ansían una autocrítica mayor y la exposición de una narrativa clara de qué falló en ese tiempo que ya se verá si fue el primero. Tampoco es compartida la idea sobre el grado de apertura que requiere una oposición al kirchnerismo y sobre el plan que se le debe ofrecer a los argentinos para ilusionarlos con “cambiar” otra vez.
Candidatos
De ese espacio crítico no cuajó aún un liderazgo alternativo. Horacio Rodríguez Larreta, sólido en las encuestas, apuesta a un armado de largo plazo de perfil moderado y de rechazo a la grieta con el kirchnerismo. Muchos dirigentes que le reclamaban encabezar una alternativa con más convicción empezaron a largarse solos.
Martín Lousteau se involucró en las elecciones internas de la UCR y sale por las provincias con perfil presidencial. Tiene enfrente a la estructura tradicional del partido, que amaga con anotar nombres a la pelea de 2023 (Alfredo Cornejo, Gerardo Morales). Los radicales quieren revisar el contrato con el Pro y dejar de ser el furgón de cola del tren opositor. Les toca romper el karma de 2001: la ausencia de un nombre con atractivo nacional.
Patricia Bullrich, macrista sin peros, capitaliza el rebrote antiK y consiguió con una campaña infatigable una visibilidad para envidiar. Larreta tuvo que alzar la voz contra el Gobierno ante el temor a que se diluya su fisonomía opositora. “Horacio quiso hacer campaña con el delantal de médico, pero se impone el traje de policía”, ironizó un dirigente cambiemita.
En Buenos Aires se multiplican los proyectos. Emilio Monzó busca consolidarse como candidato a diputado para ir después por la gobernación. Sin trato con Macri, interactúa con Larreta y se ilusiona con el crecimiento de Lousteau. Miguel Pichetto arma su pata peronista propia. María Eugenia Vidal prepara su regreso –otro libro y gira- tras un año largo de silencio. Elisa Carrió también se anota.
El armado de listas legislativas es un desafío intenso para quienes deben coordinar esa estructura multifacética con rasgos del peronismo modelo 2016-18. Muchos proyectos, pocos liderazgos. Nadie con la lapicera autorizada. Esta oposición de hoy cuenta con la ventaja de la unidad frente a un gobierno en crisis permanente e incapaz de construir puentes. Y a los aspirantes al premio mayor no los paraliza el miedo al último jefe, como les pasó a quienes soñaron con jubilar a Cristina. También es cierto que falta demasiado para el recambio presidencial y todo el juego está abierto, en uno y otro bando.
Pero Macri está. Vuelve a ocupar un lugar que se percibe vacante. Le queda probar si tendrá la capacidad y la astucia de su gran rival para manejar los hilos de un proyecto para superar al kirchnerismo.