El cinismo de los filósofos griegos, recuperado por el arte culinario
En la simplicidad de una cocina que respeta la Tierra y sus ciclos anida una propuesta revolucionaria: la de reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza
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En el siglo IV a.C., en la antigua Grecia, el filósofo Antístenes de Atenas dio inicio a una corriente filosófica que aspiraba a una vida virtuosa en armonía con la naturaleza. Su objetivo era la felicidad alcanzada mediante el rechazo de las convenciones sociales y los bienes materiales. Según el filósofo, solo de esta manera era posible conquistar la verdadera libertad individual y, con ella, la plenitud.
Entre los discípulos de Antístenes, hubo uno que se destacó por su radicalidad: Diógenes de Sinope, quien, tras adoptar la doctrina de su maestro, se dedicó a difundirla por diversas colonias griegas. Bien sabido es que, fiel a los principios cínicos, Diógenes vivía en un barril, se alimentaba de lo que recolectaba y que, con actitud provocadora, en claro desafío a las normas establecidas, se paseaba desnudo por las calles de Atenas.
El filósofo francés Michel Onfray recupera la vida de este extravagante personaje en su libro El vientre de los filósofos. El capítulo bautizado con su nombre profundiza en un aspecto poco abordado de su filosofía: el uso pedagógico que el cínico hacía de la comida. Con su ingeniosa pluma, Onfray nos relata cómo, mediante la elección de sus alimentos, el filósofo predicaba una nueva forma de vincularse con el entorno o, mejor dicho, de retornar a la naturaleza.
La alimentación de Diógenes –simple, autosuficiente y frugal– reflejaba su comprensión de los ciclos de la tierra y el respeto a sus límites. Para el cínico, la naturaleza es prolífica. No se requiere de la mediación cultural para disfrutar de sus manjares. De este modo, reivindicaba una unidad que nunca debió ser escindida: la del Hombre con la naturaleza. El ser humano es naturaleza, y por lo tanto debe desandar el errático camino impuesto por la sociedad para reencontrarse con su auténtica esencia.
En nuestros tiempos, el término “cinismo”, lejos de aludir a una actitud crítica que propende a la liberación individual y el desapego material, se asocia a la desvergüenza, al descaro o a acciones vituperables. Nada queda de aquel origen semántico combativo, en el que el cínico desafiaba el orden establecido y volvía a las fuentes.
Sin embargo, en un mundo alienado y enviciado por el consumo, que enfrenta una crisis ambiental sin precedentes, recuperar ese sentido primigenio puede resultarnos de gran ayuda. Sin tener, tal vez, conciencia de ello, muchos cocineros argentinos ya lo están haciendo. Es el caso de Fernando Rivarola, en Salta; de Gunter Moros, en Misiones; en Chaco, de Alina Ruiz y en Chubut, de Carola Puracchio, entre otros. Con su cocina de proximidad o cocina regenerativa, enarbolan algunos de los principios rectores de esa filosofía. Desafían las imposiciones de un sistema alimentario descarriado –uno de los máximos responsables de la crisis climática–, al respetar los ciclos y los límites planetarios, contribuyendo a la restauración de ecosistemas amenazados por nuestra propia cultura.
Estos cocineros regresan, orgullosos y confiados, a la biodiversidad de su territorio y a los frutos de sus temporadas, mientras afrontan los sistemas injustos de comercio y reconcilian a los paladares contemporáneos con los sabores de su entorno.
Estos “cínicos culinarios” no rechazan el mundo moderno por completo; buscan, en cambio, redefinirlo, construyendo una relación más sana con la tierra y restableciendo un equilibrio que hemos perdido. Al igual que Diógenes, no temen desafiar las normas establecidas ni provocar incomodidad. Muy por el contrario, entienden que solo a través de esa incomodidad, será posible abrir la puerta a un cambio profundo y necesario.
Así las cosas, en la aparente simplicidad de una cocina que respeta la tierra y sus ciclos, palpita una propuesta revolucionaria: reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza y, con ello, recuperar la libertad y la plenitud que alguna vez supimos gozar y a la que, hace mucho tiempo, los cínicos intentaron reconquistar, a su manera.
Magíster en Arte Contemporáneo y fundadora de Flavorsophy