El catolicismo y el laicisismo, dos tradiciones que conviven en el país
La idea de que en los años 30 la Argentina giró hacia la “nación católica” de la que surgiría el peronismo es discutible
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El populismo no es una ideología, sino una cultura política. Puede expresarse a través de liderazgos políticos de derecha, como sucede en el Occidente desarrollado, o de izquierda, como ocurre en América Latina.
A esto hay que agregar que conviene diferenciar populismo de totalitarismo. No necesariamente son lo mismo. Poner en una misma clasificación a la Unión Soviética y al gobierno de centroizquierda de Rafael Correa, en Ecuador, carece de rigor político y académico.
"La Constitución de 1853 es una síntesis de las dos tradiciones"
La idea de que el peronismo –que en líneas generales ha encarnado al populismo en la Argentina desde 1945– constituye una expresión contemporánea de una corriente ideológica que, a partir de la Iglesia Católica, se expresa en la región con la organización socioeconómica de las misiones jesuitas y la tradición cultural y religiosa española, en los caudillos federales en el siglo XIX y en la “nación católica” de los sectores nacionalistas que reaparece en el peronismo es una simplificación de un fenómeno más complejo y diverso.
En 2018, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en una medular y meditada conferencia ante los obispos católicos, sostuvo que su país era una combinación de dos tradiciones: la laica y la católica. Esto es indiscutible desde un punto de vista histórico. La Revolución Francesa sienta las bases de una cultura política laica, pero los franceses siguen siendo, entrado el siglo XXI, mayoritariamente católicos. Las dos tradiciones, que tuvieron fuertes enfrentamientos en el pasado, actualmente forman parte de lo que es la Francia de hoy.
En mi opinión, el caso argentino es similar: conviven las dos tradiciones. Al iniciarse, el proceso de independencia choca con una fuerte tradición derivada del Imperio español, en el cual la religión católica era un elemento fundamental. Pero ya desde entonces fue emergiendo una ideología liberal vinculada en gran medida con la masonería, que fue impulsando gradualmente una cultura política laica. Se trató de un cambio gradual que evitó los conflictos frontales y buscó limitar la influencia temporal de la Iglesia para construir un Estado laico.
La Constitución de 1853 es una síntesis de las dos tradiciones, al establecer que la católica es la religión oficial del Estado y que el presidente debe ser de esta confesión religiosa. Pero, al mismo tiempo, los derechos, las garantías, la convocatoria a la inmigración y la libertad de cultos expresan una tendencia a la pluralidad religiosa y política.
"Recién en este siglo tomó cuerpo la idea de la vigencia de peronismo en función de la tradición católica"
El punto culminante de la construcción del Estado laico es la primera presidencia de Julio A. Roca, entre 1880 y 1886. Allí se sentaron las bases de la separación entre la Iglesia y el Estado. La creación del Registro Civil fue la recuperación de competencias propias del Estado que ejercía la Iglesia. La ley 1420 de educación pública laica, gratuita y obligatoria quitó la obligatoriedad de enseñanza de la religión. Esto generó conflictos y divisiones, a causa de los cuales fue expulsado el nuncio apostólico y quedaron en suspenso las relaciones con el Vaticano durante casi dos décadas.
El Diccionario de la masonería muestra una amplia mayoría de presidentes argentinos que pertenecieron a ella entre 1853 y 1916 (todos menos dos).
La mencionada ley de educación rige hasta hoy y se ha mantenido como un hito de la cultura laica del país. Entre su sanción y hoy han transcurrido 137 años, y solo no rigió en diez. La religión como contenido educativo obligatorio (aunque quienes no profesaban la religión católica no estaban obligados a asistir a la materia correspondiente) fue impuesta por el régimen de facto de 1944 y rigió hasta 1954, cuando se restableció la ley 1420 en el contexto del violento conflicto desatado entre el peronismo y la Iglesia Católica, meses antes de la caída de Perón. Este hecho muestra que la relación entre el populismo argentino y la Iglesia ha sido compleja.
La Reforma Universitaria de 1917, a comienzos de la primera presidencia de Yrigoyen, tuvo una clara connotación laicista, que se expresó cuatro décadas después con el conflicto que generó la autorización para la educación privada universitaria, impulsada por la Iglesia al comenzar el gobierno de Frondizi.
La idea de que en los años 30, en los cuales proliferaron populismos y autoritarismos en el mundo, fue el momento en que la Argentina giró hacia la “nación católica” es por lo menos discutible. Se suele mencionar la realización del Congreso Eucarístico como el hecho simbólico de dicha tendencia, pero el presidente era el general Agustín P. Justo, miembro de la masonería, hijo y yerno de dos grandes maestres. En este periodo, la ley de divorcio llegó a tener media sanción en la Cámara de Diputados, pero el Senado, siempre más conservador, dilató su tratamiento.
La revolución que terminó con el primer gobierno peronista tuvo un sesgo de cultura laica en su política universitaria y cultural.
En la política, durante las últimas décadas, ni el peronismo ni el antiperonismo tuvieron grandes conflictos con la Iglesia, que siempre tuvo en su seno sacerdotes con diferentes tendencias o simpatías políticas. Eso le permitió mantenerse en contacto con todo el espectro político.
Recién en el siglo XXI ha ganado adherentes en los sectores antipopulistas de nuestro país la interpretación de la vigencia del peronismo en función de la tradición católica.
A mi criterio, esta idea no reconocer que la Argentina, como sucede también con Francia, es una combinación o síntesis de dos tradiciones, la laica y la católica, y que como mostró la aprobación de la reciente ley que legalizó el aborto, ambas tradiciones se manifiestan en las dos fuerzas políticas principales.
La reciente beatificación de fray Mamerto Esquiú, quien a mediados del siglo XIX emprendió una prédica pública en defensa de la Constitución Nacional, es una muestra elocuente de la complejidad de los fenómenos políticos y sociales, que se resisten a las explicaciones monocausales.ß
Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría