El alegato de Paul Auster contra el uso de armas personales
En su nuevo libro, Un país bañado en sangre, el escritor estadounidense analiza la peligrosa relación de sus compatriotas con la violencia
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Para el escritor estadounidense Paul Auster, la escalofriante “historia de amor con las armas” de sus compatriotas se remonta siglos atrás, cuando los colonos británicos, aterrados por el temor a ser masacrados por las tribus indígenas del territorio, decidieron armarse y atacar antes, organizados en milicias compuestas por hombres mayores de dieciséis años. “Miedo unido a violencia, con las balas como recurso principal”, plantea en su nuevo libro de no ficción.
Un país bañado en sangre (Seix Barral) surgió a partir del proyecto de su yerno, el fotógrafo Spencer Ostrander, de registrar los lugares donde se llevaron a cabo tiroteos masivos en Estados Unidos durante el siglo XXI y en los que murieron centenares de personas. Imágenes de supermercados, escuelas y universidades, discotecas y bares, iglesias, almacenes y fábricas, desprovistas de figuras humanas, clausuran cada uno de los cinco capítulos de este estremecedor documento en el que Auster combina anécdotas familiares y autobiográficas con información histórica y datos sobre los estragos que ocasionan el uso y el comercio legal de armas, el lobby de los fabricantes e, incluso, la ley estadounidense. Con su cámara, escribe Auster, Ostrander transformó esos escenarios “en lápidas de nuestro dolor colectivo”.
Al comienzo, el autor de Leviatán narra su propia relación con las armas (de juguete) durante la infancia, cuando modelaba su masculinidad a imagen y semejanza de los héroes televisivos: “Como yo no me imaginaba a mí mismo como villano sino como héroe, el revólver sujeto a la cintura con una correa constituía la señal de mi propia virtud e integridad, la prueba palpable de mi fantasiosa y fingida hombría”. También se detiene en una trágica historia familiar. En enero de 1919, la abuela paterna de Auster había asesinado a balazos a su violento marido. Absuelta por la Justicia, se mudó con sus cinco hijos de Wisconsin a Nueva Jersey; la familia mantuvo un pacto de silencio por décadas.
Un país bañado en sangre consigna datos elocuentes. Actualmente en Estados Unidos hay 393 millones de armas de fuego que causan alrededor de cuarenta mil muertos al año; de esas cuarenta mil muertes, más de la mitad son suicidios. A ese promedio, se debe agregar la cifra de ochenta mil heridos al año. “El número de norteamericanos directa o indirectamente marcados por la violencia de las armas asciende a millones cada año”, remarca Auster. En la última década, hubo 228 episodios de violencia armada en colegios y universidades (treinta fueron matanzas).
También llega a conclusiones esclarecedoras. En primer lugar, los ejecutores de estas masacres (bien planificadas) fueron hombres, muchos de ellos jóvenes, “lobos solitarios, fanáticos supremacistas blancos que pretendían purificar el país de la contaminación de otros de piel oscura que no eran cristianos, sino sobre todo musulmanes y judíos”. Más que ira, Auster deja entrever la tristeza por lo que parece un destino difícil de cambiar, en parte debido a la indiferencia de los dirigentes (no solo políticos, sino también empresarios y responsables de medios de comunicación).
A diferencia de algunos candidatos que aspiran ser electos en la Argentina este año, para Auster la solución es dificultar a la ciudadanía la obtención de armas. “La gente mata a tiros a otra gente precisamente porque tiene armas de fuego, y la gente se suicida con armas de fuego porque las tiene, y cuantas más armas haya en venta y más gente haya para comprarlas, más gente se suicidará y matará a otros con armas de fuego –razona–. No se trata de una declaración moral o política: es una simple cuestión de aritmética”.
El lanzamiento mundial de Un país bañado en sangre (en enero en Estados Unidos y en marzo en la Argentina, con traducción de Benito Gómez Ibáñes) coincidió con la difusión de una triste noticia. El pasado 11, la escritora Siri Hustvedt, pareja de Auster, anunció en su cuenta de Instagram que el escritor, de 76 años, padecía cáncer. “He estado alejada de Instagram por un tiempo –escribió–. Es porque a mi esposo le diagnosticaron cáncer en diciembre después de haber estado enfermo durante varios meses antes. Ahora está siendo tratado en Sloan Kettering en Nueva York, y yo he estado viviendo en un lugar que llamé Cancerland. Muchas personas han cruzado sus fronteras, ya sea porque están o han estado enfermos o aman a alguien, un padre, hijo, cónyuge o amigo que tiene o ha tenido cáncer. El cáncer es diferente para cada persona que lo tiene”. Acompañó la publicación con una foto de Ostrander, donde se ve a un Auster sonriente mientras recibe un beso de Hustvedt.