Doctor Glas, de Hjalmar Söderberg. Una vida anodina en clave existencialista
“Queremos ser amados, y de no ser posible, admirados; y si esto tampoco se puede, temidos; y de no llegar a despertar el temor, entonces ser odiados y despreciados. Queremos suscitar en los demás alguna suerte de sentimiento. El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio”. El párrafo pertenece al diario del doctor Tyko Glas, protagonista de esta historia, y la frase final permite ilustrar el conflicto –o su ausencia– de toda una vida, o justamente la transición que la novela misma escenifica entre la nada y el abismo. La célebre disyuntiva faulkneriana, el salto desgarrador que implica preferir la pena al vacío se encarna –habría que decir pre-encarna, dado que la novela es de 1905– en Glas de manera doblemente dramática: en primera instancia, por los actos que le exige; luego, porque los mismos –digámoslo revelando lo menos posible– otorgan a sus sueños apenas un ínfimo atisbo de esperanza.
Doctor Glas es, para muchos, la obra maestra de ese escritor sueco muy poco conocido por estas tierras llamado Hjalmar Söderberg, novelista y autor teatral –también cuentista ocasional– que influyera, entre otros, en cineastas como Bergman y Dreyer (quien adaptó una de sus piezas). Un par de años atrás circuló por aquí El juego limpio, una novela algo posterior, bellísima pero mucho más compasiva, humana, o bien empática; en cambio, uno de los mayores riesgos que Söderberg corre, en este caso, es el de escamotearnos casi toda posibilidad de identificación respecto de su héroe, un misántropo orgulloso quizá solo favorecido por lo indeseable de su antagonista.
El argumento es sencillo: un médico de poco más de treinta años, que tiene una vida anodina y necesita con desesperación algo que lo sacuda, recibe la visita y el ruego de una paciente que le pide que la libere de las “obligaciones conyugales” que guarda para con su esposo sacerdote; este le causa repulsión, y sin duda otros sentimientos más complejos que arraigan en la relación secreta que ella mantiene con otro hombre. Glas encuentra entonces una oportunidad: de hacer el bien, sí, y asimismo –o sobre todo– de darle a su vida un sentido.
La narrativa de Söderberg exhibe en esta novela una densidad particular en la recurrencia, de tono existencialista, con que el protagonista se interroga a propósito de su vida y en general sobre la condición humana. Es posible que su rasgo más inquietante consista en la búsqueda de la redención, pero sobre todo porque dicha necesidad parece en cierto modo huérfana: no ya un paraíso perdido, sino inexistente. En ese devenir ciego se pierde Glas, aunque la realidad le presente de vez en cuando –la ilusión del amor– alguna clase de espejismo
Doctor Glas, de Hjalmar Söderberg (Leteo), Trad. y notas: C. Kupchik. 223 págs. $ 2500