Desencanto ciudadano: una sociedad castigada que cree cada vez menos en la democracia
En un estudio serio, la mitad de los consultados se mostraron dispuestos a aceptar una dictadura que resolviera los problemas de la gente
- 6 minutos de lectura'
El dato más inquietante para el futuro de Argentina pasó desapercibido el miércoles, entre noticias sobre actos proselitistas y escándalos de corrupción. Desde 2004, la consultora Poliarquía viene realizando un estudio llamado Cultura Constitucional en Argentina. Los encuestadores preguntaron ahora “¿Cuán de acuerdo o en desacuerdo está con la siguiente frase: ‘No me importaría que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve los problemas de la gente’?” El resultado fue estremecedor. Por primera vez, la mitad de los consultados se mostró dispuesto a aceptar una dictadura.
"La mayoría de los argentinos nació después de 1983; el valor de la democracia les llegó sin la experiencia en carne propia de una dictadura"
La democracia está en riesgo. Y los argentinos avanzarán a las urnas atrapados por un profundo malestar, que se expresó como nunca en una campaña con más enojo que ideas. La elección presidencial puede engendrar un nuevo ciclo histórico, pero sobre una oscilante cuerda floja.
La mayoría de los argentinos nació después de 1983; el valor de la democracia les llegó sin la experiencia en carne propia de una dictadura; resulta para ellos un significado abstracto que fue incapaz de garantizarles progreso. La desigualdad social alcanzó una magnitud catastrófica y, según la encuesta de Poliarquía, la mitad de los argentinos se muestra ahora dispuesto a tirar por la borda los derechos democráticos ante la desesperación por resolver sus problemas.
La crisis económica se transformó en un problema político. El estudio de Poliarquía, presenta un sentimiento extendido de injusticia. Siete de cada 10 consultados aseguran que en la Argentina no se respetan las leyes. Y cuando se les pregunta por los motivos de la ilegalidad extendida, la mayoría, el 52%, responde que se debe al “mal funcionamiento” de la Justicia. La mitad considera, a su vez, que los jueces no son independientes.
La combinación entre el retroceso económico personal y la certeza de que se vive en un sistema injusto conforman la caldera donde se incuba el malestar. El sondeo muestra un brutal aumento en los últimos 10 años de la idea de que en la Argentina no hay igualdad ante la ley, un principio que tienen sus orígenes entrelazados con el nacimiento mismo de la democracia.
"El estudio también muestra que viene creciendo sin pausa la cantidad de gente que considera que una demanda contra el Estado va camino al fracaso"
“La Constitución Nacional indica que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. ¿Usted cree que en la realidad todos somos iguales ante la ley?”, preguntaron los encuestadores. El 73% respondió que no. Los argentinos se sienten parte de un sistema que discrimina entre poderosos y débiles, y les bloquea las salidas.
Las respuestas presentan una diferenciación. A mayor nivel educativo, según muestra el estudio, aumenta el apego a la democracia como sistema político. Pero sería un error entender la educación como una variable aislada. Un mayor nivel de instrucción implica, en la mayoría de los casos, que las urgencias económicas y sociales están resueltas. El futuro urge desarrollo para evitar la caída al autoritarismo.
El estudio también muestra que viene creciendo sin pausa la cantidad de gente que considera que una demanda contra el Estado va camino al fracaso. La combinación dibuja el peor de los laberintos: la percepción mayoritaria es que carece de sentido luchar por revertir una injusticia del poder, que la respuesta sería una derrota.
"La encuesta expone, también, que los argentinos perciben que la falta de respeto a la ley es un problema del otro"
En su expresión más extrema, la insatisfacción social consume incluso el propio valor de la vida. Desde el inicio de la encuesta, dos décadas atrás, aumentó la cantidad de gente que se muestra a favor de la pena de muerte en casos de homicidio. De esa forma, las respuestas de los consultados muestran en gran medida una incongruencia: a un sistema que se considera injusto y arbitrario se le quiere otorgar el poder de decidir sobre la vida y la muerte. El malestar concibe sinsentidos.
La encuesta expone, también, que los argentinos perciben que la falta de respeto a la ley es un problema del otro. La mayoría acusa al Gobierno y asegura cumplir con las normas. Vuelcan las culpas afuera. Los consultados destacan la importancia de respetar la Constitución, pero acusan al resto de la sociedad de violar sus mandatos. Sin embargo, son cada vez más los argentinos que ignoran el año en que se dictó la Constitución. El 73% respondió equivocadamente cuando se le preguntó ¿En qué año se dictó la Constitución Nacional?
La mayoría también se muestra desinteresado por la política y al 40% no le importa lo que se discute en el Congreso Nacional. Al enojo se le abraza la apatía. No hay un horizonte de transformación consciente y organizada, sino fatiga y rechazo. Los partidos políticos y los sindicatos son las agrupaciones que generan la mayor desconfianza según los encuestados. Así, la disconformidad choca sin expectativas de transformación y la política queda secuestrada por los expertos en redes sociales que manipulan el desencanto. La democracia corre el riesgo de ser reemplazada por la dictadura de los especialistas del algoritmo, que no diferencian clientes autócratas o respetuosos de la ley.
El tamaño del problema exige un acuerdo de las fuerzas políticas para devolverle al sistema la capacidad de construir esperanza. Se trata de una tarea compleja. El politólogo Norberto Bobbio aseguraba que, en la democracia, la demanda es fácil y la respuesta es difícil y, por el contrario, los autoritarios tienen la capacidad dar respuestas fáciles, pero cercenan las demandas. El problema también lleva la atención a los protagonistas. La campaña electoral mostró pocos dirigentes a la altura de la crisis. Por el contrario, exhibió un enfrentamiento sucio, con escuchas ilegales, operaciones de inteligencia y mentiras viralizadas. Gran parte de la dirigencia se desentendió del valor de la democracia desde el momento en que, según quedó al desnudo durante la campaña, fue capaz de financiar ilegalmente a un candidato con tal de dividir al adversario y mantenerse en el poder. Las denuncias mostraron que la preservación de los privilegios a cualquier precio no ahorró golpes a los cimientos mismos del edificio, como si los políticos hacharan la rama que los sostiene.
“No hay democracia sin demócratas”, resumió el miércoles pasado Daniel Zovatto, director Regional de IDEA, en la presentación de la encuesta. El domingo, los votantes darán la primera respuesta a la salida que elige la sociedad frente a una crisis que puso a la democracia argentina en peligro.