Dardo Cabo, pasión y tragedia del peronismo plebeyo de los años 70
A un tiempo novela y ensayo, el último libro del autor de este texto indaga en la vida de quien lideró el llamado Operativo Cóndor
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En 2007, apartándome un poco del derrotero académico que había llevado durante casi 20 años, resolví incursionar en el ensayo para ocuparme de un aspecto central de la cuestión Malvinas, esto es, la causa Malvinas y su relación con el nacionalismo argentino. El fragoso esfuerzo culminó en un libro, Sal en las heridas (Sudamericana), donde desmenuzo muy críticamente, en una perspectiva histórica, tanto la causa como el nacionalismo que la alimenta y de la que es alimentado.
Cuando debí abordar el inevitable Operativo Cóndor (el secuestro juvenil de un avión de línea que fue desviado a las islas en 1966) tropecé con una figura hasta entonces mal conocida por mí (y por la inmensa mayoría de los argentinos): Dardo Cabo. Suponía que no iba a encontrar en este belicoso peronista de 25 años, “hijo de un obrero metalúrgico”, nada particularmente interesante. De hecho, el Operativo que había conferido a Cabo reputación –buena y mala– está tratado como un tópico en infinidad de textos que de él se ocupan (y que omiten, por acción u omisión, la compleja trama de actores e intereses que, entre bastidores, apenas permiten adivinarse tras aquel). Pero, sin prejuicios, conseguí internarme en los vericuetos de una vida intensa, cuya trayectoria, me pareció desde entonces muy claro, tenía mucho más que decirnos que lo se leía en los estereotipos en que había quedado congelada, el del héroe que había entregado su vida por el pueblo, el del terrorista que había convertido a la violencia en su modo de estar en el mundo, el del demente manipulable por intereses oscuros, incognoscibles.
"Las claves de su vida son expresivas de una época de la Argentina"
Guiado por esa intuición, a punto estuve de encarar una biografía del personaje, pero un resto de sensatez me disuadió: 30 años después de su asesinato, las huellas ciertas que de Dardo quedaban no eran suficientes como pilares de una biografía. Aunque el impulso era fuerte, lo aparté con cierto esfuerzo, pero al cabo de una década volvió por sus fueros. Aunque, por fortuna, en una clave distinta, que me permitió escribir sobre esta figura que había –sin elección– quemado su vela por las dos puntas.
La vida breve de Dardo Cabo. Pasión y tragedia del peronismo plebeyo es, a la vez, una novela y un ensayo. Muchísimas entrevistas, infinidad de lecturas, que en la confección de una biografía hubieran podido aportar poco, me permitieron lo que precisaba: romper con los relatos fabricados, y –sin aspirar a explicar y menos a justificar–, comprender. Comprender una vida en un mundo histórico sumamente complejo, una vida cuyos momentos estuvieron estrechamente imbricados con cada período, desde su infancia en el apogeo del régimen peronista hasta su muerte por ley de fugas en 1977. Así, por ejemplo, el “hijo de un obrero metalúrgico” se me revela integrante de pleno derecho de la élite del régimen –su padre hacía sociales con Evita–, alumno de un colegio de excelencia –el San José de los padres bayonenses–, a quien el mundo se le cae encima en un santiamén en 1955 (conflicto entre Perón y la Iglesia, bombardeos de junio, muerte de su madre en ellos, salida del colegio, deposición de Perón y revolución Libertadora).
"Cabo fue algo más que un terrorista que abrazó la violencia"
Se me revela que, asimismo, Dardo es “puesto en el mundo”, dando un auténtico salto al vacío, al internarse en la selva flamante y desconocida de la resistencia peronista, al principio de la mano paterna, pronto por su cuenta. Cuando Dardo ingresa en la organización de extrema derecha nacionalista Tacuara, no es, como sugieren los tópicos, un joven bisoño y de cabeza huera, sino un peronista bastante fogueado a quien el paso por el grupo de choque hipotéticamente sometido a la férula del padre Menvielle cambia muy poco.
Fue tirando de todos los hilos –del cual este del atroz comienzo político de Cabo es apenas ilustrativo– que pude recoger en hechos (a veces aparentemente nimios) tanto como en palabras (no siempre apropiadamente percibidas por la literatura estándar), así como en testimonios (no completamente indoloros para el entrevistador), las claves de una vida extraordinariamente expresiva de una época, y que pude tejer una trama histórica que al mismo tiempo que intentaba liberar al personaje de la telaraña de los relatos consagrados, hacía posible la comprensión de lo humano en lo que tiene de singular en Dardo y, a la vez, la intelección del proceso histórico que le fue más próximo en su vida breve y trágica, y que he procurado encarnar bajo el nombre y los dilemas del peronismo plebeyo.
A su vez, esa trama compuesta por trayectoria de vida y proceso histórico me colocó rápido frente a la necesidad imperiosa de discutir con Dardo. Mejor dicho, de configurar un espacio de interlocución en el que el diálogo genuino y crítico fueran posibles. Y también trajeran a Dardo al presente, como es factible hacer con cualquier personaje del pasado si no se lo trastoca en ángel o demonio. Evito “espoilear” al lector, pero este Dardo sostiene férreamente sus convicciones de siempre (con las que casi inevitablemente discrepo), pero con los mejores argumentos posibles (Dardo fue en vida un gran lector), frente a dialogantes que no le dan tregua (y que no me expresan), como una lanzadera entre el pasado y el presente. El pasado del régimen peronista, del líder en el exilio, del peronismo plebeyo, de la militancia, de la violencia contenida y desbocada, de la rebeldía y la revolución, y el presente de los grandes temas sempiternos y contemporáneos, como la violencia política, la relación entre voluntad popular y democracia, el vínculo entre liderazgo, orden y rebeldía plebeya.
Este ha sido, en fin, un esfuerzo por establecer un ámbito de diálogo en una Argentina, la actual, en la que el diálogo es escaso, en la que raramente dialogamos como no sea con aquellos que de antemano sabemos que concuerdan con nosotros. Traté de la conformación de una pluralidad difícil, crítica, dura, pero en la que los interlocutores no estemos meramente demasiado de acuerdo con nosotros mismos.
Sociólogo, doctor en Ciencias Políticas y escritor