Cuando las especias valían tanto como el oro
El noruego Thomas Reinertsen Berg, que se presentará hoy en la FED, habla de su ensayo sobre los ingredientes, en el pasado exóticos, que impulsaron la conquista occidental del mundo
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“Temprano en la mañana se levantan de las esteras donde han estado durmiendo. Los primeros rayos de sol dan al cielo un tinte azul claro. Palomas torcaces, vencejos arbóreos, petirrojos color canela y otros pájaros cantan en los árboles que los rodean. Son las 6 de la mañana en Sri Lanka del 12 de junio de 1669 en plena cosecha de canela que dura de mayo a agosto y los labradores de la canela, los kurunducara, comen un cuenco de arroz antes de ir a trabajar”. Así, con condimentos narrativos, El origen de las especias, de Thomas Reinertsen Berg (Noruega, 1971), despliega un relato de investigación periodística inusual en su género, que tradicionalmente se enmarca en cuestiones más duras. Un texto cuyo objeto son estos ingredientes hoy accesibles en las cocinas de todo el mundo. Aunque no siempre fue así, esos aromas y sabores ya globalizados son parte del arte culinario tanto de Oriente como de Occidente. Reinertsen Berg recrea en su trabajo un fragmento de la historia universal que no gira, en este caso, alrededor del ser humano.
Para embarcarse en esta investigación consultó textos antiguos chinos, portugueses, ingleses. Cruzó anécdotas con explicaciones científicas geológicas –con las que describe el origen de las islas Molucas, donde nacen el clavo de olor y la nuez moscada–; también menciona el transmisor nasal que lleva información de los aromas al cerebro. Toma elementos descriptivos de la botánica, la geografía y la agronomía. Describe capullos, bayas, carozos, raíces y explica con fundamentos biológicos por qué nos gusta algo que no siempre resulta tan bueno la primera vez que lo probamos.
El libro es también la historia de un mercado que se remonta desde textos bíblicos sobre Moisés hasta los poetas chinos de las primeras dinastías y que involucra barcos hundidos en el mar o rituales religiosos. Se retrotrae hasta un momento en el que afirma que, por ejemplo, la canela llegó a valer más que el oro o grandes cantidades de clavo de olor podían ser intercambiados por islas.
Reinertsen Berg, escritor de no ficción y editor, llegó a Buenos Aires para participar de la nueva edición de la Feria de Editores (FED). Su trayectoria incluye galardones por su primer libro Theatre of the World sobre la historia de la cartografía, un best seller que fue traducido a catorce idiomas. Y que fue donde encontró una punta para iniciar esta otra investigación, más específica.
“Creo que lo que une ambos trabajos es mi interés por la historia en general. Cuando escribí sobre los mapas había allí una punta que no podía hacer cuajar, que era la disputa sobre la división del mundo entre España y Portugal con respecto a las Islas de las especias y cómo se habían dividido Oriente y Occidente. Cuando Portugal se aventuró tanto hacia el Oriente en el mar, los españoles pensaron que se habían metido hasta su lado del mundo al llegar a las Islas Molucas; entonces empezó una pelea tremenda basada en mapas. Me dio curiosidad esto: ¿por qué eran tan importantes estas islas de las especias, por las que valía la pena navegar, incluso perdiendo tripulaciones enteras, hasta el otro lado del mundo? Y eso me llevo a hacer una investigación para tratar de descubrir la importancia de estos productos en aquella época”.
Reinersten Berg trabaja el texto con un tono narrativo, alejado de lo técnico, e incluye también anécdotas más cercanas en la historia. Como la que cuenta que el primer embajador de Indonesia en Gran Bretaña, Agus Salim, se encontraba en 1941 en una recepción diplomática. “El hombre bajo y delgado con un pequeño sombrero negro sobre el cabello blanco llamaba la atención por su apariencia, pero lo que realmente desconcertaba a los demás era el extraño olor que salía de su cigarrillo. Alguien no pudo evitar preguntar: ‘¿Qué está fumando?’ Salim, que fumaba un Kereteck, un cigarrillo indonesio en el que el tabaco se mezcla con clavo de olor, respondió: ‘Su excelencia, esta es la razón por la que Occidente conquistó el mundo’”.
Las especias tienen ese poder de desbloquear recuerdos, aromas que pueden desplegar respuestas emocionales ligadas a la memoria. Respecto de esto el autor recuerda: “Mi madre fue la primera en servirme especias. Gachas de arroz con canela. Mucha gente asocia en Noruega al clavo de olor a la Navidad por un postre local, que no tiene traducción, y que se prepara con naranja y esta especia. Se come en diciembre, pero también es un postre que se suele preparar los sábados y gusta mucho a los chicos porque lleva azúcar y manteca. Entonces la primera especia que los noruegos conocemos es la canela, por este plato y porque también son muy comunes los rolls horneados con esta especia. Hay una historia ligada a la época en que en Europa se creía que colgar una naranja con clavos de olor purificaba tanto el aire que protegía contra las temidas plagas”.
Entre sus recuerdos hay otro no tan grato, aunque lo describe con una sonrisa: “Mi abuela me preparaba wafles con cardamomo, una especia que no me gusta. También surge esta memoria cada vez que lo huelo. Aunque nunca me atreví a decírselo a ella”.
El libro se centra en seis de las especias fundamentales: la canela, el clavo de olor, la pimienta, el jengibre, el cardamomo y la nuez moscada. ¿Pero qué pasa con las especias del Nuevo Mundo, como la vainilla o el chile? “Después de un mes en el Caribe, Colón escribió en su cuaderno de bitácora que ‘sin duda hay en estos países cantidades infinitas de especias’, sin haber visto ninguna hasta entonces. Pero es fácil comprender las suposiciones de Colón. América está ubicada exactamente donde supuso que estaba Asia”, dice en el capítulo dedicado a los imperios en el océano. Hoy también las especias americanas son populares en el mundo entero. “Me gusta mucho la vainilla. Y el chile se consume masivamente en la gastronomía americana. Claro, tienen hoy una importancia mundial. Si mi trabajo se hubiese ampliado a la historia de las especias de las Américas en profundidad, hubiera sido un libro inabarcable. Tuve que ceñirme a estas seis. Sin embargo, hay un capítulo sobre Guatemala y el cardamomo porque, a pesar de ser este un país pequeño, es el principal productor de esta especia que es la segunda más vendida después de la pimienta. El chile era algo interesante pero requería una historia más extensa”, comenta el autor.
Reinertsen Berg sigue las huellas de las especias hasta la historia antigua de la Tierra, explicando por qué estas plantas únicas crecieron exactamente en puntos geográficos tan específicos. Por ejemplo la corteza de canela en Sri Lanka, la nuez moscada en las islas volcánicas de Banda al sur de las Molucas, en Indonesia. Y cómo sin embargo ayudaron a construir imperios y generar conflictos, intercambios y explotación desde las civilizaciones antiguas a la actualidad.
Su libro viaja desde China e India hasta Egipto y el Imperio Romano, y muestra cómo las plantas de especias controlaban las rutas comerciales, el desarrollo cultural y las economías.
Suele suceder con las historias antiguas que los mitos se disfrazan de datos históricos. ¿Será este el caso de que la canela valía más que el oro? “Cuando comenzó el comercio de especias era así, un ingrediente que solo se conseguía al otro lado del mundo y para el que había que emprender larguísimos viajes para obtenerlo. También es cierto que, con los siglos, las especias fueron perdiendo ese exotismo. La baja del precio tiene que ver, como pasó con otros productos en los mercados, con el aumento del comercio de las especias y con los cambios en la forma de cocinar.”
La edición en español de su libro, bellamente editada por Godot, cuenta con el agregado de una minuciosa traducción del especialista en lenguas nórdicas y experto en literatura de viajes Christian Kupchik, escritor y editor argentino fallecido hace menos de un año.
Thomas Reinertsen Berg se presentará hoy sábado 10 de agosto a las 19.30 en la Feria de Editores en la charla “Especias: una tentación que hizo historia” (C Complejo Art Media, Corrientes 6271)