Cómo será nuestra vida cuando superemos la pandemia
Veinticinco personalidades de todo el globo reflexionan sobre el mundo que dejará el virus en Pausa 2, un libro de entrevistas
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Vivimos una realidad distinta a la de 2019; también a la de 2020. No hemos vuelto a la “vieja normalidad”, pero tampoco seguimos entrampados en la neblina que nos rodeó durante los meses de cuarentena estricta. ¿Será esta, pues, nuestra “nueva normalidad”?
Contamos hoy con vacunas contra el Covid-19 que nos abren a la esperanza. Tendremos que recibir dos o más dosis y los tapabocas siguen siendo parte de nuestra vida cotidiana, al igual que los saludos peculiares, los velorios mínimos y los abrazos magros, pero en términos generales estamos mejor que hace doce meses. Salimos de nuestras casas, la mayoría de los chicos retornó a las clases presenciales, amplios sectores de la economía comienzan a traccionar, dejamos atrás el segundo invierno pandémico y nos ilusionamos con que, ¡al fin!, la tormenta quede atrás.
"La pandemia resultó una lupa que agigantó todo lo bueno y lo malo que ya estaba allí. Nos obligó a examinarnos mejor"
Esos signos de esperanza no ocultan, sin embargo, los múltiples desafíos que afrontaremos.¿Cómo integraremos a los estudiantes que abandonaron las aulas? ¿Qué ocurrirá con el mercado laboral y el teletrabajo? ¿Cómo asistiremos a quienes perdieron sus empleos, quedaron por debajo del umbral de pobreza o padecen severas secuelas físicas o psicológicas, víctimas del Covid-19 o del encierro? ¿Cómo reactivaremos la economía? ¿Cómo cambiarán nuestras vidas las nuevas tecnologías? ¿Qué ocurrirá con las libertades y garantías que cedimos durante este tiempo?
La pandemia resultó una lupa que agigantó todo lo bueno y lo malo que ya estaba allí. Nos obligó a examinarnos mejor. Si éramos solidarios, optimistas, flexibles, generosos, el Covid-19 nos llevó a serlo aún más. Pero si ya descollábamos por egoístas, pesimistas, rígidos o tacaños… cada uno sabrá cómo se comportó durante este período.
Lo mismo ocurrió entre las comunidades y naciones. En aquellos países que ya afrontaban problemas de pobreza, recesión, desigualdad, xenofobia, inseguridad, intolerancia, racismo, brecha educativa o autoritarismo político, la pandemia potenció esos flagelos. Pero aquellos que ya eran innovadoras, que apostaban a la ciencia y la tecnología, que eran flexibles, vieron surgir nuevas oportunidades para prosperar.
Muchísimas preguntas, claro, carecen de una única y certera respuesta. Aquello que puede resultar adecuado para un determinado país, en un determinado contexto, puede no serlo para ese mismo país en otro contexto histórico y social, ni para un país vecino. En rigor, pueden no tener la misma respuesta en provincias o ciudades contiguas.
Ese es uno de los motivos que explican Pausa 2. 25 referentes mundiales piensan cómo será nuestra nueva vida (Planeta), libro que reúne entrevistas a figuras muy disímiles publicadas en este diario. La diversidad de miradas ofrece una perspectiva más abarcadora, en un mosaico enriquecedor. Se trata de mujeres y hombres de edades muy dispares de Europa, las Américas, Medio Oriente y Asia, con vivencias, estudios y perspectivas muy variados.
Greta Thunberg es una estudiante adolescente, por ejemplo, mientras que Alain Touraine y Jane Goodall son nonagenarios con doctorados; algunos como Ángeles Mastretta cuentan cómo lidian con su miedo a morir, mientras que André Comte-Sponville plantea, orillando los 70 años, que le preocupa más el futuro de sus hijos y de sus nietos que su propia salud. Y la visión del chino Yanzhong Huang, una de las mentes más lúcidas sobre los desafíos de la salud global, es muy diferente de la de Tawakkol Karman, la “Madre de la Revolución” en Medio Oriente, hoy en el exilio.
Todos son figuras globales y reconocidas por motivos muy distintos. Hay sociólogos, activistas, emprendedores, escritores, sociólogos, educadores, primatólogos, periodistas, psicólogos, abogados, neurocientistas, politólogos, exjefes de Estado, chefs, historiadores y filósofos.
"Tomará décadas lidiar, por ejemplo, con los efectos de la brecha educativa que se expandió entre aquellos que continuaron estudiando y aquellos que abandonaron el sistema"
Algunos, como Karman, fueron galardonados con el Premio Nobel; otros, con los máximos reconocimientos en sus campos respectivos, además de cosechar doctorados honoris causa. Algunos escribieron best sellers mundiales; otros cargan con recorridos extraordinarios. Varios dedicaron su vida a los claustros académicos; otros, al trabajo en el terreno. Algunos pasaron toda su adultez en el sector privado; otros acumulan experiencia en el sector público, al más alto nivel. Varios emigraron por decisión propia; otros debieron escapar de sus hogares. Algunos pasaron la pandemia sin mayores sobresaltos; la mayoría afrontó períodos de cuarentena, y no pocos se contagiaron con el virus de Covid-19.
La premisa central fue escucharlos. Dejar que avanzaran por donde los llevaran sus ilusiones e inquietudes, ya fueran personales, económicas, políticas, educativas, sociales, sanitarias o internacionales.
Tomará décadas lidiar, por ejemplo, con los efectos de la brecha educativa que se expandió entre aquellos que continuaron estudiando y aquellos que abandonaron el sistema. Impactará en el tipo de trabajo al que podrán acceder y las retribuciones que recibirán unos y otros, acaso de por vida. Por eso Stefanía Giannini, máxima referente de las Naciones Unidas (ONU) para la educación, habla de “catástrofe generacional”. Por eso urge a los maestros a “reinventar las aulas” y a los padres a involucrarse.
La educación, sin embargo, es apenas una de las muchas dimensiones que afectó la pandemia. ¿Cuánto tiempo podría insumirle a la Argentina recuperar los puestos de trabajo que se perdieron durante 2020? ¿Cuánto tiempo demandará sacar de la pobreza a quienes se cayeron de la clase media y trabajadora? El coronavirus resultó, dice el escritor ruso Mikhail Shishkin, “una especie de suero de la verdad para la humanidad”.
El Covid-19, con su avance, nos mostró quiénes somos, cuáles son nuestras fortalezas y debilidades, y cuáles son nuestras prioridades como personas y como seres sociales. Tuvo “la exquisitez de revelarnos las verdades de cada país y de cada líder”, dice el cronista norteamericano Jon Lee Anderson, una verdad que debemos extender a nosotros mismos.
Un largo recorrido
Mirarnos al espejo, sin embargo, no alcanza. Es el primer paso de un recorrido largo. ¿Corregiremos aquello que está mal en nosotros y en nuestros países? ¿O a medida que retornamos a algo parecido a la “vieja normalidad” volveremos al “piloto automático” de nuestra vida anterior? ¿Pretendemos actuar como si lo padecido durante 2020 no hubiera ocurrido?
Esa opción acaso sea posible para algunos como individuos, pero no como miembros de comunidades asoladas por la inseguridad, las carencias alimenticias o la escasez de oportunidades. La tragedia del Covid-19 impactó en nuestras vidas de muchas maneras. ¿Acaso volver al pasado es nuestra mejor opción? ¿O es sólo la más egoísta? Dicho de otro modo, ¿qué rasgos de aquella vida pasada nos gustaría recuperar y qué rasgos nos gustaría –o deberíamos– dejar atrás?
“Toda crisis es una oportunidad” es una frase remanida que la analista Michele Wucker nos invita a reformular: “Una crisis es algo terrible de desperdiciar”. Si ya estamos en el baile, ¿qué podemos extraer que nos sea útil y beneficioso? ¿Qué podemos –y debemos– aprovechar?
"La expresidenta de Finlandia Tarja Halonen plantea: “Lo que estamos viviendo ahora es un entrenamiento para el futuro"
Avancemos otro paso con las preguntas, que a menudo resultan más enriquecedoras que las respuestas fáciles. La expresidenta de Finlandia Tarja Halonen plantea: “Lo que estamos viviendo ahora es un entrenamiento para el futuro”. Si es así, ¿qué enseñanzas y herramientas podemos extraer de estos casi dos años de pandemia que nos resulte útil para nuestras vidas?
Cambiar no es fácil. Pero la pandemia significó un replanteo de las reglas de juego que nos puede ayudar a modificar nuestras prácticas laborales, nuestros métodos educativos, nuestros hábitos de consumo, nuestras costumbres sociales y mucho más.
La científica rusa Sonja Lyubomirsky sabe de eso. Con décadas encima estudiando la conducta humana, tiene clara una premisa: “Sólo perdurarán los cambios en nuestras vidas que sean estructurales”. Es decir, profundos, sistémicos. ¿Estamos dispuestos a eso?
Un reloj despertador
La pandemia funcionó, en definitiva, como un reloj despertador. ¿Queremos volver a aquel “piloto automático” y a aquella velocidad “crucero” de nuestra vida pre-Covid ahora que ponemos en marcha la máquina otra vez? ¿Nuestras prioridades seguirán siendo las mismas, tanto a nivel individual como social? ¿Nuestras prioridades presupuestarias no deberían, acaso, cambiar ante lo que vivimos y padecimos? ¿Eso sería inteligente para nuestras vidas, nuestras familias y nuestra comunidad? Llevándolo al extremo: ¿acaso nuestros muertos por Covid-19 habrán muerto en vano y volveremos a tropezar con la misma piedra en el futuro?
“La pandemia es un buen momento para pensar en lo que realmente importa”, remarca Daniel Goleman, que de inteligencia emocional sabe. “Lo que vivimos es una oportunidad para pensar en el significado y el propósito de nuestras vidas”.
Muchos harán lo que puedan, por supuesto, mientras pugnan por conseguir o conservar un empleo que les permita alimentar a sus familias. Pero cada uno sabrá qué puede o debe cambiar. Porque si afrontamos desafíos que perdurarán durante años o, incluso, décadas, entonces los desafíos nos exceden. Involucran a nuestros hijos y nuestros nietos. ¿Qué mundo les estamos dejando, sabiendo que, como dice Fareed Zakaria, “esta pandemia es más global que cualquier evento que hayamos experimentado antes”?
Greta Thunberg recuerda que “debemos comenzar a tratar la crisis climática como una crisis y a tomar medidas para detenerla”. Y Jane Goodall se ilusiona: “La gente comienza a comprender que tanto la pandemia como el cambio climático son causados por nuestra absoluta falta de respeto al medio ambiente”.
El sociólogo francés Alain Touraine aborda otra arista que debemos replantearnos pensando en las siguientes generaciones. Plantea que debemos “retornar a una democracia donde se dé la prioridad a la sociedad civil por encima de los Estados”. Pero, ¿estamos priorizando a las personas y, en particular, a los que más necesitan ayuda? O dicho de otro modo, cuando llegue nuestro final, ¿habremos dejado un mundo –el que nos rodea en lo inmediato– mejor que el que nos recibió?
La pandemia nos deja tareas pendientes que nos tienen como protagonistas en beneficio o perjuicio de quienes más amamos. “Si no actuamos ahora”, alerta el Nobel de la Paz Kailash Satyarthi, “les habremos fallado a nuestros hijos en el momento en que más nos necesitan”.
Confío, pues, que esta segunda serie de entrevistas nos ofrezca otra oportunidad para reflexionar sobre lo que vivimos y lo que se avecina. Porque afrontamos una nueva oportunidad. Y depende de nosotros. Así lo plasma la poetisa nicaragüense Gioconda Belli:
“Porque mientras quede uno
dispuesto a salvar a otro
no se rendirá la vida
la ciudad
la humanidad
y bajo un cielo lavado
habrá que recomenzar”.
Fareed Zakaria. “Hemos perdido la confianza en los gobiernos”
Los países grandes pueden sostenerse y prosperar por su cuenta, o al menos tienen más herramientas para intentarlo. El problema lo tienen los países medianos, como la Argentina, dice Fareed Zakaria, uno de los analistas internacionales más prestigiosos y reconocidos de las últimas décadas. Porque son esas naciones las que dependen muchísimo del contexto. Necesitan tomar deuda en los mercados internacionales, deben exportar y tienen que generar divisas. Y eso, ahora, será todo un desafío.
“La Argentina tiene que entender qué está pasando en el mundo, tiene que abrirse paso”, urge Zakaria desde Nueva York. “Tiene que entender qué está pasando con el otro 99 por ciento de la humanidad. Cuáles son las oportunidades, cuáles son los desafíos”, argumenta.
Crítico preciso de los confinamientos y defensor a ultranza de la cooperación internacional, el autor del flamante libro Diez lecciones para un mundo post-pandémico –ya un bestseller internacional– no vislumbra un horizonte sencillo en el corto y mediano plazo. “No habrá un repunte económico agudo y fácil”, anticipa, en un contexto de creciente desigualdad social. Por eso, insiste, será clave apelar al idealismo de los realistas.
–Definió los confinamientos masivos como “una señal de fracaso”. ¿Por qué?
–Lo comprendí tras dialogar con el vicepresidente taiwanés. Taiwán probablemente obtenga la medalla de oro por su manejo del Covid-19. Con 24 millones de habitantes registró siete muertes. El estado de Nueva York, donde vivo, tiene 19 millones de personas y registró casi 4000 muertes por Covid-19. La tasa de mortalidad por esta pandemia en Estados Unidos es 2000 veces mayor per cápita que la de Taiwán, aunque los taiwaneses gastan en atención médica un tercio de lo que gasta Estados Unidos. Es un éxito asombroso. La clave es aislar a los contagiados, por lo que no se trata solo de testear, ni rastrear quiénes están potencialmente infectados, sino aislarlos. Al hacerlo de manera inteligente, el otro 99 por ciento de la población pudo continuar con sus actividades como siempre. Taiwán nunca ordenó un bloqueo general de ningún tipo. Corea del Sur y Singapur, tampoco. Por el contrario, es fascinante ver cómo no hemos tenido la disciplina en Occidente para hacer esto. Requiere un gobierno muy inteligente, que actúa temprano, y cierta confianza entre el gobierno y la gente. Ese es un problema en el mundo occidental: hemos perdido esa confianza en el gobierno.
–¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?
–La pregunta fundamental es cuál es el equilibrio correcto entre velocidad y estabilidad, velocidad y protección, velocidad y algunas redes de seguridad, cuando por ejemplo desregulamos masivamente las finanzas globales. Recordemos cuántas crisis económicas hemos tenido desde la década de 1990, cuántas crisis geopolíticas como el 11 de septiembre, cuántas crisis naturales. Tenemos un mundo muy inestable, que se mueve muy rápido. Me preocupa que la próxima sea la crisis climática.
Daniel Goleman.”Es el momento de pensar en lo que importa”
“Sentido de propósito”. Es decir, para qué vivimos, para qué trabajamos, cuál es nuestro objetivo profundo, real, que nos moviliza. Ese, puede decirse, es el objetivo que en estos tiempos de coronavirus y crisis nos invita a buscar Daniel Goleman, el psicólogo que está por alcanzar un hito. El libro que cambió su vida, Inteligencia emocional, cumplió veinticinco años.
“La pandemia es un buen momento para pensar en lo que realmente importa”, dice Goleman desde las afueras de Nueva York. A los 75 años, encara nuevos proyectos y ayuda a quienes puede en estos tiempos complicados. En particular, al personal sanitario que afronta un estrés superlativo. “Me inquieta la resiliencia entre las personas más estresadas”, explica, mientras marca una distinción: aquellos que tienen un objetivo más allá de ellos mismos son más resilientes.
–Menciona la resiliencia. ¿Por qué es tan relevante en estos días?
–Resiliencia significa qué tan rápido nos recuperamos de emociones como estar molestos, preocupados, ansiosos o temerosos Algunas personas son más resilientes y otras no lo son en absoluto. Una forma de saber que no eres muy resiliente es si te despiertas preocupado por algo en medio de la noche. Es una señal de que no puedes desconectarte de tus preocupaciones. Eso implica que hay una relación en el cerebro que debe fortalecerse. Le explico: la corteza prefrontal, es decir, justo detrás de la frente, es el llamado “centro ejecutivo” del cerebro. El lado izquierdo de la corteza prefrontal tiene un conjunto o circuito de células cerebrales que pueden inhibir o decir “no” a la activación del estrés. En las personas que son muy resilientes, ese circuito es aproximadamente tres veces más poderoso que en las personas que tienen una resiliencia muy baja. Pero hay formas de mejorar la resiliencia y la meditación generalmente es una forma de fortalecer ese circuito.
–¿Cómo mejorar nuestro sentido de propósito durante esta pandemia?
–Puede ser una oportunidad para estar más en contacto con nuestros objetivos. Si estás en tu casa, encerrado, y la crisis nos rodea por todas partes, es un buen momento para pensar en lo que realmente importa. Porque si todo está patas para arriba, tal vez sea una oportunidad para analizar lo que tiene más significado en mi vida y revisar todas las cosas que hago. ¿Cuál es mi sentido de propósito?
–¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?
–Una pregunta es ¿qué no estoy percibiendo? O ¿qué estoy ignorando? Al principio de la pandemia, pudo haber sido el riesgo que representaba el virus. Ahora puede ser la injusticia sistémica. ¿Por qué algunos no reciben el tratamiento adecuado? ¿Por qué otros sufren la injusticia económica? ¿Por qué la pobreza se transmite de generación en generación? ¿Cómo es que la forma en que vivo y lo que compro y uso está contribuyendo a la degradación de la vida en el planeta? Para mí, esas son las preguntas más interesantes.
Jane Goodall. “Hay que hallar una nueva economía verde”
“No podemos seguir así, ¿verdad?”, interroga la legendaria Jane Goodall desde su casa familiar en la campiña de Inglaterra. “A medida que salgamos de esta pandemia, tenemos que encontrar una nueva economía verde que no solo dependa del desarrollo económico. De hecho, no podemos tener un desarrollo económico global ilimitado en un planeta con recursos naturales finitos y una población en constante crecimiento”.
Octava persona –y primera mujer– en obtener un doctorado en la Universidad de Cambridge sin un título de grado previo, Goodall confía en que la humanidad se encuentra a tiempo de revertir su debacle. Pero eso, afirma, dependerá de cada uno de nosotros, incluso en estos tiempos de coronavirus. Y, en particular, de los jóvenes. Confía en ellos. “Parecen estar –dice– a la altura del desafío”.
–¿Qué es lo que más le preocupa de esta pandemia global?
–Mi mayor temor es que sigamos adelante como si nada, que continuemos con esta codiciosa destrucción de los recursos naturales del planeta. En ciertos lugares estamos consumiendo esos recursos más rápido de lo que la naturaleza puede reponerlos, mientras aumenta la población humana y todos aspiran al mismo estilo de vida insostenible que existe en el mundo desarrollado. Ahora somos 7200 millones de personas, se estima que para 2050 seremos 9700 millones. Tenemos que aliviar la pobreza, tenemos que reducir el estilo de vida insostenible del resto y tenemos que pensar cómo será el crecimiento de la población durante las próximas décadas.
–¿Hay motivos para la esperanza?
–Sí. Los jóvenes parecen estar a la altura del desafío. Son muy decididos. No estoy hablando solo de marchar y exigir a los políticos y las empresas que instrumenten cambios. Me refiero a jóvenes, como los que se suman a nuestro “Raíces y Brotes”, que salen a plantar árboles y levantar basura, abordando el problema de la contaminación plástica. Se han levantado ante una desesperada necesidad y están llenos de entusiasmo y determinación. Y otra razón por la que soy optimista es que muchos directores ejecutivos de grandes corporaciones están cambiando. En parte porque responden a la demanda de los consumidores, que han comenzado a mostrar una conciencia mayor sobre el cambio climático. Si la gente dice, “Bueno, no voy a comprar este producto porque se fabricó de una manera que daña el medio ambiente y aumenta el cambio climático”, eso hace que una empresa cambie. A eso se suma que muchos de estos directores ejecutivos tienen hijos, que les hacen planteos. Lo mismo con los políticos que quieren impulsar una nueva “economía verde”, que se dan cuenta de que tenemos que invertir dinero y esfuerzo para abordar el cambio climático, para apoyar la energía renovable. Estos políticos más conscientes de los desafíos que afrontamos deberían empezar a marcar la diferencia. Y a esta se suma, claro, la resiliencia de la naturaleza. Hay lugares que hemos destruido por completo pero que pueden regenerarse.
A PENSAR CON LOS QUE MÁS SABEN
En Pausa 2. 25 referentes mundiales piensan cómo será nuestra nueva vida (Planeta), Hugo Alconada Mon reúne entrevistas a referentes en disciplinas diversas alrededor del fenómeno de la pandemia, así como del mundo que la humanidad debe reconstruir. Estos diálogos fueron publicados en este diario y se suman a los de Pausa, editado el año pasado.