Cambio de época. La calidad y la confianza, desafíos del periodismo actual
La revolución tecnológica alteró el oficio de informar y la industria que lo sostiene; en su nuevo libro, la especialista Adriana Amado recorre los debates que genera esta transformación
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El periodismo está sufriendo grandes cambios. A partir de esta evidencia, la especialista en medios e investigadora Adriana Amado recorre en su nuevo libro los debates que esta transformación –acelerada por las herramientas tecnológicas– despierta entre periodistas, medios y audiencias. “El periodismo es agente, institución, canal y oficio, y está viviendo la trasmutación en todos estos aspectos”, sostiene la autora en las páginas de Las metáforas del periodismo. Mutaciones y desafíos (Ampersand).
Ante los cambios, Amado reclama transformaciones conceptuales y culturales, es decir, nuevas metáforas. En tanto “formas abstractas de pensamiento que se relacionan con el pensamiento simbólico y creativo”, las metáforas pueden cristalizarse. Eso ocurre también en el periodismo, una actividad que surgió en el siglo XIX y supo convertirse en el “cuarto poder”, idea que hoy está en jaque. “¿Cómo funciona esta metáfora en democracias como las latinoamericanas, en donde ni siquiera tenemos claramente delimitados los tres primeros poderes, en donde no existe un juego independiente de esos poderes y, como hemos visto en la historia argentina reciente, uno de ellos, el Legislativo, queda sumido en las decisiones del Ejecutivo? –se pregunta Amado–. Ahí hay una metáfora que enaltece el periodismo pero a la vez lo pone en una trampa, en tanto se trata de países en donde se carece de la independencia y de las herramientas para cumplir cabalmente ese cuarto poder”.
"‘Lentamente, estamos aprendiendo que cuando la opinión es informada es mucho más sólida y mucho más fácil de defender. Por eso creo que todo el sistema va a ir hacia un equilibrio entre opinión e información verificable’, dice Amado"
Del Balzac de Las ilusiones perdidas a las tesis de Alessandro Baricco sobre la “revolución digital”, pasando por Eliseo Verón y Silvio Waisbord (que firma el prólogo), Amado echa mano a representaciones, ideas y datos sobre el periodismo y su estado actual. “Una de las cuestiones que permite la conversación pública en red es que muchos sectores, muchas personas que en el sistema masivo de medios eran considerados sujetos anónimos, empiezan a tomar voz y a expresarse, y en ese mecanismo se identifican con aquellos personajes que tienen una opinión similar a la propia –dice–. Pero para tomar decisiones y para opinar se necesita información de calidad. Lentamente, estamos aprendiendo que cuando la opinión es informada es mucho más sólida y mucho más fácil de defender. Por eso creo que todo el sistema va a ir hacia un equilibrio entre opinión e información verificable”.
En 2012, Amado se sumó a un grupo de estudio de periodismo internacional, Worlds of Journalism, que estudia la profesión de manera sistemática. Hicieron una encuesta en la que compararon la realidad de 67 países. No solo había más de sesenta países con distintos periodismos, sino que, además, en cada país había muchas formas de ejercer la actividad. “Eso me llevó a estudiar comparativamente. Una cosa era lo que decía la academia local, otra lo que decían los estudios globales, y otra muy diferente lo que pensaba la sociedad del periodismo y lo que el periodismo pensaba de sí mismo”.
Según la autora, las metáforas del periodismo expresan ciertos consensos y una aceptación de roles. “El problema aparece cuando los medios o los propios periodistas intentan ajustarse a modelos que son incompatibles con la práctica concreta –argumenta–. Eso genera mucha frustración, porque el periodismo entiende que una cosa es lo que dicen los manuales, lo que dicen aquellos que hablan de una ética periodística, y otra muy distinta es lo que tiene que hacer en el día a día. Por eso, la profesión debe estudiarse con el análisis de las condiciones en que se desarrolla”.
Para Amado, las mutaciones del periodismo son una buena noticia. “Lo hace fuerte en cuanto a la adaptación al ambiente –señala–. Lo que cruje es la distancia que hay entre un modelo cristalizado, pensado para un periodismo ideal en el siglo XIX, y el ejercicio profesional cotidiano que existe hoy, que sigue transformándose pero que todavía no encuentra una explicación en el análisis intelectual, académico, profesional, incluso sindical”.
En el libro, Amado analiza las diferencias entre el periodismo estadounidense y el de los países latinoamericanos. “Las culturas periodísticas dependen de los contextos en que se ejercen. La tradición norteamericana trató de separar la parte publicitaria de la periodística y privilegió la objetividad; es decir, se ponderaban los hechos a partir de cierto protocolo de procedimiento, de donde viene, por ejemplo, ese principio de consultar a más de una fuente”. En el periodismo latinoamericano, señala, esa separación entre la parte comercial y la editorial no suele ser tan tajante. “Fue un periodismo que en muchos casos se basó en la propaganda de ideas. De hecho, nosotros consagramos en el Día del Periodista a Mariano Moreno, que era secretario de prensa de un partido revolucionario; es decir, en la tradición del periodismo argentino se valora más lo político, la opinión y lo argumentativo. La figura de Rodolfo Walsh también encaja dentro de ese periodismo que toma partido por una causa”. Si bien un tipo de periodismo no es mejor que otro, dice Amado, lo ideal sería un pluralismo de ofertas de prensa. El problema es que, como ocurre en algunas localidades de interior, el periodismo de propaganda coopta todo el sistema y no hay espacio para otro tipo de ejercicio profesional.
–¿Qué pasa con el periodismo como servicio público?
–El modelo que valora el servicio público tiene que ver con un periodismo más orientado a las necesidades ciudadanas, dentro de las cuales están, por ejemplo, las que tienen que ver con el consumo y la orientación en prácticas culturales. Eso también es un servicio. Y a veces ese tipo de periodismo está subestimado desde escuelas de periodismo que siguen exaltando el periodismo de investigación o el periodismo de la argumentación política. ¿Por qué ese periodismo no estaría cumpliendo un rol social fundamental?
–¿Por qué en la Argentina los líderes políticos critican tanto al periodismo?
–Los líderes populistas tienen como base una comunicación sin intermediarios, en donde su palabra, su mirada del mundo, su versión identitaria de la nación es la que vale. No están acostumbrados a la crítica. Es un modelo de política que no admite ningún tipo de versión que no sea la propia. Es también propia de totalitarismos o de ideologías de tipo hegemónico. Esa matriz es la que atraviesa al periodismo y ha generado una política muy acostumbrada a no ser contrastada, a no ser investigada. De hecho, nuestro sistema político tiene pocos mecanismos de rendición de cuentas, y el periodismo no está acostumbrado a usarlos, a tal punto que durante muchísimos años se abandonó como práctica cotidiana la conferencia de prensa, y salvo algunos esfuerzos aislados, se dejó de generar capacitación en conferencias de prensa. No hubo una defensa sistemática de ese mecanismo. Si uno observa lo que pasó en otros países durante la pandemia, advierte que al principio las instituciones, el Poder Ejecutivo y los ministros de Salud daban conferencias de prensa diarias, porque era el mecanismo clásico en donde el poder político rinde cuentas ante una diversidad de medios. En la Argentina esa práctica se eliminó. Tenemos un sistema político poco acostumbrado a dar cuenta de sus actos y un periodismo más orientado a la declaración que al contraste de esa declaración.
"Las fake news se da como un fenómeno marginal respecto de los consumos generales de internet"
–¿En qué medida las fake news y la desinformación amenazan al periodismo?
–El fenómeno de las fake news está sobrestimado. Interesantes trabajos del Reuters Institute y de Periodistas Asociados han demostrado que la fake news se da como un fenómeno marginal respecto de los consumos generales de internet. Por otro lado, los principales difusores de fake news provienen de la política. Entonces, que sea la política la que quiere hacer el control del asunto me parece una contradicción. El principal problema de la información y del periodismo es la confianza. Y la confianza no se reconstruye hablando todo el tiempo de la parte negativa de la información, sino reforzando el sistema de información virtuoso, basado en la calidad.
La tensión entre los medios y las grandes plataformas
En lo comunicacional, la autora sostiene que es un falso dilema
Adriana Amado integra el equipo de Solo una vuelta más, en TN. Colabora también con este diario. “Hace mucho que ejerzo el periodismo. Quizá lo he venido haciendo en lugares no tan visibles ni en medios tan destacados como ahora, pero siempre acompañé mi trabajo de académica y de investigadora con un contacto directo con periodistas y medios, e intenté incorporar esa práctica –dice–. Esto me dio la posibilidad de divulgar conocimientos que, en algunos casos, quedaban encerrados en la complejidad de la academia”.
Sobre la competencia entre plataformas digitales y medios, Amado sostiene que se trata de un falso dilema. “Las plataformas no son medios de comunicación y los medios de comunicación no serán plataformas. La clave hay que buscarla más allá de la tecnología, no se trata de un nuevo canal de comunicación, sino de una distribución de la producción y consumo de la información que no se había dado antes”, dice, y agrega que algo parecido pasa con las redes sociales. “No significa que la conversación pública vaya a reemplazar a los medios de comunicación, pero sí que esa conversación cuestiona la propia esencia de la información pública, no solo la discusión habitual que se puede tener en redes, sino que empiezan a aparecer otros actores sociales que aportan voces alternativas”. Cómo afectan las grandes plataformas la sustentabilidad de la industria periodística es harina de otro costal.
Ante las mutaciones se presenta el desafío, dice Amado, de dejar de considerar el periodismo “un faro que irradia la luz de la información, como decían algunas metáforas presentes en los nombres de los diarios”. Los periodistas serían, entonces, “voces con competencias informativas y comunicacionales mejores que las del ciudadano, con lo cual pueden ser facilitadores de información y un nodo que articule fuentes y lectores; no los que producen la información de cero, sino puentes que ponen en contacto lugares y personas”.