Arturo Frondizi. Una historia de conspiraciones y falsos relatos
A 61 años del golpe contra el expresidente desarrollista, vale recordar las dificultades que el mandatario enfrentó durante su gestión y ciertos hechos que han sido tergiversados
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Enhorabuena, este año vamos a conmemorar los 40 años de democracia ininterrumpida, el período más largo desde la ley Sáenz Peña de 1912, que instauró el voto obligatorio y secreto. Como sociedad hemos dejado atrás la historia de interrupciones del orden constitucional realizadas, siempre con apoyo civil, por las Fuerzas Armadas. Sin duda, uno de sus capítulos fue el derrocamiento del presidente Arturo Frondizi, ocurrido el 29 de marzo de 1962, hace 61 años.
Frondizi fue un intelectual y un político, una rareza entre los presidentes argentinos, salvo muy ilustres precedentes como Mitre, Sarmiento y Avellaneda. También fue un hombre de derecho que sostuvo sin claudicaciones la vigencia de la Constitución dentro del difícil y condicionado contexto del país de aquellos años, cuyas circunstancias lo hacían poco menos que inviable.
"En la Casa Rosada lo esperaba el vacío administrativo"
En los últimos días se ha recordado el triunfo de Frondizi en las elecciones del 23 de febrero de 1958 y, una vez más, no han faltado historiadores y políticos que repiten como verdades absolutas hechos de aquel tiempo que distan de la realidad. Puedo dar testimonio de ellos porque, más allá de ser sobrino de Frondizi, tuve la oportunidad de ser su colaborador directo durante su gobierno y luego de acompañarlo hasta el final de sus días.
Una de esas falacias que se le atribuyen es que firmó un documento con Perón donde se formalizaba el apoyo electoral del General. El presunto documento del llamado “Pacto” era y es falso. No existió documento alguno entre Frondizi y Perón que dejara por escrito el supuesto pacto político. Circuló uno con la firma de Frondizi falsificada: así lo determinó un estudio caligráfico que se practicó oportunamente. Nadie vio el original ni éste fue encontrado jamás en parte alguna, lo que refuerza la convicción de que la fotocopia fue el resultado de un montaje al que se agregaron firmas falsificadas. El presunto pacto fue negado categóricamente por Frondizi durante la campaña electoral, su presidencia, y tras ser derrocado, y también por Rogelio Frigerio.
La responsabilidad por la movida impulsada en 1959 le cupo al dirigente de la izquierda peronista John William Cooke, que oficiaba de delegado de Perón. Cooke propiciaba una huelga revolucionaria para derrocar al gobierno de Frondizi y entronizar al peronismo. Esto coincidió con la huelga de los petroleros, el incendio de pozos de petróleo en Mendoza y un clima de violenta agitación desatado en todo el país. Con dicha fotocopia se pretendió acreditar un pacto que supuestamente inducía el voto peronista a favor de Frondizi y generar condiciones para su destitución. Contenía cláusulas descabelladas, como la novena, que disponía la obligación de Frondizi, en caso de asumir el gobierno, de convocar a una convención constituyente dentro del plazo máximo de dos años para una reforma total de la Constitución, la declaración de la caducidad de todas las autoridades y el llamado a elecciones generales.
Fue público que la directiva de Perón de votar a Frondizi fue dada antes de la fecha en que aparece la fotocopia y antes de la visita de Ramón Prieto –importante protagonista del acuerdo– a Ciudad Trujillo, donde se hallaba el General. Vale recordar que después de la victoria electoral, Frigerio viajó a esa ciudad para trasmitirle a Perón la preocupación por las actitudes y posibles provocaciones de Cooke, preocupación que compartió Perón, quien envió a sus partidarios en Argentina un mensaje categórico: “El peronismo no tiene ningún botín que reclamar por la victoria (de Frondizi)”.
Una idea moral
En su discurso inaugural ante el Congreso, Arturo Frondizi puso a su gobierno bajo el signo de una idea moral: la reconciliación de los argentinos, la legalidad para todos y el desarrollo económico como sustento de la justicia social. Advirtió que, si bien había llegado a la presidencia como candidato de la UCRI, había sido votado por vastos sectores del pueblo que no pertenecían a su partido pero que también, como éste, querían libertad, bienestar, paz y progreso. Y se comprometió a gobernar para todos los argentinos con el concurso de cuantos coincidieran con el programa de gobierno sin otra condición que su honestidad y su capacidad.
Y así lo hizo y cumplió. Durante su gobierno sancionó la ley de amnistía general con excepción de los casos de corrupción, derogó la ley de residencia, levantó las proscripciones e inhabilitaciones a millares de ciudadanos. También mpulsó la ley de asociaciones profesionales, la devolución de la CGT a los trabajadores, el Estatuto del docente, la sanción de una nueva ley de jubilaciones, la duplicación de los aportes financieros a las universidades nacionales, la ley de enseñanza libre, la creación de la Escuela de Salud Pública y el Fondo Nacional de las Artes. Firmó el decreto que dispuso la construcción de la Biblioteca Nacional y dio impulso a la televisión privada.
En materia económica logró el autoabastecimiento de petróleo y gas, la construcción de grandes gasoductos, la puesta en marcha del primer alto horno de América Latina en la planta de Somisa, el reequipamiento de la industria, la radicación de las fábricas automotrices, de tractores y maquinaria agrícola, la modernización de Aerolíneas Argentinas; se pavimentaron 13.000 kms. de rutas nacionales, se re-equipó con buques nuevos a la flota mercante del Estado, se creó el Consejo Federal de Inversiones, solo por dar algunos ejemplos. Hizo una drástica reducción del déficit fiscal y la inflación cayó al 13% anual en 1961.
Todo en medio de enfrentamientos políticos, huelgas y protestas de cariz destituyente y más de 30 tentativas de golpes de Estado alimentadas por el elenco estable del golpismo cívico-militar.
Se instaló la leyenda de que Frondizi era el autor del Plan Conintes, obviando el hecho de que fue creado por la ley 13.264 en la primera presidencia de Perón. Este plan fue incorporado a la legislación nacional como una parte sustancial de las modificaciones al derecho público hechas en aquella época: la Constitución de 1949 introdujo el “estado de prevención y alarma” junto al Estado de sitio, la citada ley de “Organización General de la Nación en Tiempos de Guerra” que crea el Plan Conintes, y el decreto ratificado por la ley que establece el “Estado de Guerra Interno”. Precisamente fue el 25 de enero de 1951 cuando Perón firmó el decreto que dispuso la movilización militar para frenar la huelga ferroviaria iniciada en noviembre de 1950. “El que vaya a trabajar estará movilizado, y el que no vaya será procesado e irá a los cuarteles para ser juzgado por la Justicia Militar de acuerdo al Código de Justicia Militar”, dijo Perón en el discurso que dio antes de firmar el decreto.
La Casa Rosada o la prisión
En rigor histórico, el proceso que llevó al derrocamiento del presidente Frondizi tuvo sus inicios antes de que asumiera, a partir de los intentos que hubo para que el gobierno militar vetara su candidatura. La transición entre la elección del 23 de febrero y la asunción de su cargo fue muy difícil, entre otros motivos por la oposición del gobierno de facto a la creación del Ministerio de Defensa y por sus interferencias en la designación de los Secretarios de Ejército, Marina y Aeronáutica. Tan difícil fue aquel 1° de mayo que quienes ese día estábamos con Arturo en su casa no sabíamos si los tres jefes más antiguos de las FF.AA. que debían acompañarlo al acto de transmisión del mando lo llevarían a la Casa Rosada o a la cárcel. Esa situación, de la que alertó Alfredo Vítolo, que sería su ministro del Interior, fue confirmada por el jefe de la agrupación de jeeps escolta del automóvil presidencial, quien dijo que debía esperar una señal, previamente convenida, del general Arturo Ossorio Arana, ministro de Guerra, para saber dónde debía llevar a Frondizi, si a la Presidencia o a la prisión.
Ante esa situación, aquel día, cuando el presidente asistió a la Asamblea Legislativa decidí no ir al Congreso y me dirigí a la Casa de Gobierno.Entré sin ninguna dificultad por la puerta de Paseo Colón y fui hasta las dependencias de la Presidencia. Recorrí las oficinas y los despachos, todos vacíos, sin funcionarios, expedientes ni papeles que evidenciaran alguna actividad. Era el vacío administrativo preparado por el régimen saliente. En el sector más próximo al despacho presidencial encontré a jefes y oficiales del Ejército que, sin tapujos, decían a viva voz que no había que entregar el Gobierno. El golpe estaba ya agazapado esperando su oportunidad. Luego vinieron 36 tentativas que culminaron el 29 de marzo de 1962 con la destitución del presidente y su detención en la isla de Martín García.
Arturo Frondizi murió en abril de 1995 y con honores institucionales sus restos descansan, como fue su voluntad, en la bóveda familiar del Cementerio de Olivos junto a su esposa , hija, padres y hermanos. Su vida pública y privada fue austera y sencilla, falleció sin tener casa propia ni bienes de fortuna tras haber dedicado su existencia a la política y a su patria, rodeado del afecto de muchísima gente, del respeto de sus adversarios, honrado y condecorado por las propias FF.AA. que 33 años antes lo habían destituido. Su ejemplo, que muchos citan e invocan, está en las antípodas de lo que hoy muestra cierta dirigencia política que deberá explicar ante la historia haber llevado a la mitad de los argentinos a vivir en la pobreza.
Jurista, ex magistrado, ensayista