Artistas del engaño, de Tinder a las criptomonedas
Con sus nombres cinematográficos, Ilya Lichtenstein (34) y Heather Morgan (31), dos treintañeros, fueron detenidos en Brooklyn por protagonizar una estafa federal basada en criptomonedas Bitcoin por montos calculables, según cotizaciones volátiles, en los cuatro mil quinientos millones de dólares. Los mecanismos utilizados –según el FBI, que los detuvo días atrás– van de contribución al lavado a defraudación al fisco o, lisa y llanamente, engaño.
El caso trascendió esta semana y la lectura de sus perfiles en redes sociales profundizó el juego de apariencias. The New York Times, en un informe publicado el miércoles último, citaba literalmente la presentación de Morgan en LinkedIn, aún vigente: “Emprendedora serial, escritora prolífica, rapera y comediante, inversora en empresas de software de alto potencial”. Los posteos en la cuenta de Twitter de Lichtenstein, en cambio, parecían obsesionados con las fallas de seguridad en las criptomonedas, la base de su fortuna.
"Manipulación. Ilusionismo. El engaño puede rastrearse en la cultura popular y la literatura reciente"
Otro caso, el del agente literario italiano Filippo Bernardini (29), era explicado con detalles obsesivos por The Guardian la semana pasada: detenido en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, el talentoso señor Bernardini era empleado de la prestigiosa editorial Simon & Schuster, pero su habilidad consistía en robar identidades, hacerse pasar por diversas personalidades del mundo literario, para acceder a manuscritos y obras inéditas de alto valor de figuras como Margaret Atwood o Sally Rooney. Gestionaba más de 160 dominios diferentes en Internet. Por sus aspectos novelescos, la cima de la industria libresca sigue el caso con estupor y temblores.
Antes del furor mundial por el estreno de El estafador de Tinder, el gran fenómeno de Netflix a nivel global en estos días, la cuestión de las estafas montadas en o incentivadas por entornos digitales ya probaba ser un tema de interés cautivante a escala masiva. Dirigido por Felicity Morris (que ya había hecho foco en las redes sociales con No te metas con los gastos: un asesino en Internet), el nuevo “true crime” se centra en los casos de tres víctimas que relatan con precisión, humor y dosis de autocompasión, el arco que las llevó de la ilusión del “swipe + Like + Match” en la aplicación de citas Tinder a la ilusión de un cuento de hadas, y luego a situaciones dramáticas, persecuciones cinematográficas o terrores inéditos. Y afán de venganza.
En casi dos horas, como explica un participante de la investigación periodística, accedemos a la anatomía de un vínculo afectivo, a los detalles de su construcción. De la confianza y la seducción a la decepción y la amenaza. La posterior respuesta del estafador y protagonista Simon Leviev o Shimon Hayut (31), en libertad y con nueva vida tras el estreno que lo convirtió en celebridad global, es parte de una historia que seguramente continuará.
Manipulación. Ilusionismo. El engaño puede rastrearse en la cultura popular y la literatura reciente. El célebre caso de la autobiografía del estafador Frank Abagnale Jr., llevado al cine por Steven Spielberg y protagonizado por Leonardo Di Caprio (Atrápame si puedes, 2002), representaba al artista del engaño y la simulación previo a las redes sociales: se hizo pasar por médico, docente y experimentado piloto de avión. Sus habilidades siguen vigentes: después de haber estado preso varias veces, Abagnale trabajó más de 40 años como asesor del FBI en temas de seguridad y, apenas antes de la pandemia, publicó un nuevo libro con consejos prácticos para evitar el phishing y otros delitos actuales: Estafame si puedes (2019).
A nivel local, los seguidores de la trama del holding Zoe esperan cada episodio, declaración o publicación de sus protagonistas con la ansiedad de un folletín.
Las citas o denuncias sobre esquemas piramidales abundan en las redes: un homenaje a Carlo Ponzi, a cien años de la cadena de engaños millonarios que le dieron notoriedad mundial.
Entre Tinder y las criptomonedas, entre el amor y el dinero, las expectativas, la ilusión, la ambición y el fraude, se esconde la estafa como el mayor temor contemporáneo. Montadas sobre narrativas de confianza, en plena era de la información, donde creemos o asumimos colectivamente que todo está a la vista; donde lo público, lo trazable, lo certificable parecen invadir aspectos minúsculos de la vida cotidiana, estas defraudaciones se convierten en obsesión compartida, en el gran pavor de esta era en la que parte de nuestra ilusión es creer que podemos saber todo.
“Yo lo googleé, vi sus fotos en Instagram…”, admite Cecilia Fjellhoy, una de las víctimas del caso Leviev en el documental… No ver los trucos del mago, del prestidigitador, es la fantasía que aterra mientras creemos tenerlo todo bajo control. Desde los célebres y esotéricos magos persas medievales que desafiaban la razón, hoy cuestionan nuevas creencias. Entre el mentalismo y la numismagia, los hechiceros actuales logran su arte de la simulación, justamente, mientras estamos distraídos mirando en las redes las pruebas que los refutan. Como en los casos de mejor magia, estamos mirando la mano equivocada y cuando creemos haberlo descubierto, el truco ya está hecho. La habilidad del estafador radica justamente en su capacidad para hacernos creer que entendemos cómo funcionan las cosas. Eso es lo que nos aterra. Y lo que nos atrae.