Aquietar la mente puede ayudar a combatir el estrés que provoca la pandemia
En medio de la sobrecarga de datos y la incertidumbre que siembra el virus, la meditación aplaca los estados de ansiedad
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Juan tiene 37 años y está agotado. No da más. Sufre la presión de su cargo como director de operaciones en una multinacional. Le habían recomendado meditar muchas veces. La respuesta de este ingeniero industrial siempre era: “No tengo tiempo para cosas improductivas, tengo miles de mails esperándome cada mañana. Si, encima, medito, mi productividad va a derrapar”. Hace dos meses, desbordado por el estrés del aislamiento de la pandemia, tuvo un dolor en el pecho. Su cardiólogo le dijo que tenía que bajar un cambio. Descreído, empezó a meditar. Algo cambió.
Si alguien le hubiera explicado que había una razón científica por la cual meditar lo ayudaría, quizás la salud de Juan no se hubiera deteriorado tanto.
La ola interminable de coachs sonrientes que recomiendan de un modo naíf bajar un cambio, junto a la parafernalia de consumo del mindfulness le dio a Juan la sensación de que era todo palabrerío soft, sin un fondo racional. Es lógico, el boom del pensamiento mágico y la inmediatez de la satisfacción de los deseos espantan a muchos. En efecto, en su compañía, hay quienes creen que se ocupan de la gente porque les dan cinco minutos diarios para respirar. Un insulto al intelecto.
"Las personas que no pueden salir de un estado de rumiación mental tienen más estrés"
Fundamentos. Es un poco técnico, pero la red en modo default del cerebro se activa en automático cuando estamos en reposo y es más activa cuando no estamos enfocados en nada en particular. Es un diálogo dentro de nuestro cerebro entre la corteza prefrontal, sede del pensamiento racional y el juicio crítico, con la región de la corteza cingulada posterior, región altamente relacionada con el registro de las emociones.
¿Traducido? Es un ping-pong automático entre contenido racional que va produciendo reacciones emocionales sutiles y reacciones emocionales que van alimentando una línea particular de pensamientos. Así, descubrimos las redes que actúan sobre la rumiación mental y aquellas conversaciones imaginarias que mantenemos con nosotros mismos. Se ha comprobado que las personas con dificultad para salir de este modo default, o sea de esta rumiación mental, tienen más estrés. Y es lógico, ya que una vez que estamos ahí somos las víctimas de la película que nosotros mismos estamos proyectando en nuestra mente. Y esto puede ser agotador.
Afortunadamente, se ha observado que tenemos varias maneras de salir de este modo default. Una de ellas es enfocar toda nuestra atención en algo.
Cuando estamos muy concentrados en algo y nos abstraemos de ese ruido mental, actúan circuitos del cerebro ejecutivos y esta red en default se apaga. Pero a una persona con ansiedad le resulta más difícil enfocarse en una sola cosa, y sufre con pensamientos e ideas que se interceptan constantemente.
Mejorar la atención. La pregunta, entonces, es: ¿se puede fortalecer la atención? Sí. El mindfulness y las prácticas de meditación actúan principalmente sobre la atención. Se trata, precisamente, de trabajar sobre nuestra capacidad de prestar atención. Algo que es muy importante en los tiempos que corren. Nos encontramos expuestos a un tráfico de datos que se vuelve abrumador y muchas veces sobrepasa nuestra capacidad de procesamiento, colaborando así con los estados de ansiedad. La sobreinformación que vivimos durante la pandemia nos estresa.
Cuando logramos ir fortaleciendo la atención con la práctica sostenida, dejamos de tener esas conversaciones internas donde quedamos muchas veces atrapados. O al menos duran menos tiempo, ya que logramos darnos cuenta y desplegar nuestra capacidad metacognitiva, que es nuestra capacidad de poder observar nuestra propia mente y nuestros pensamientos.
Así, la atención se va fortaleciendo cómo un músculo que vamos entrenando día a día. No podemos pretender dominarla con diez minutos esporádicos cuando se nos queman los papeles por el exceso de estrés. No funciona así, ni para nuestro cuerpo ni para nuestra mente.
Hoy nos enfrentamos a la era de la información, y algunos postulan que un niño de 7 años con acceso a Internet por algún medio digital maneja más información que un emperador hace dos mil años. Sabemos que esta sobrecarga de datos puede sobrecalentar la máquina (mente) y que esto se ve reflejado en la actividad eléctrica del cerebro.
"Hay éxitos que pueden resultar muy infelices"
Ciencia, no chantadas. También hoy, por múltiples estudios científicos, sabemos que los meditadores entrenados pueden bajar esa frecuencia cerebral, lo que se asocia a una reducción del estrés y una mayor claridad mental. Incluso, hay instrumentos que se pueden tener en casa que miden los cambios eléctricos del cerebro para ver si uno está consiguiendo con la meditación los resultados que quiere.
El cerebro, al igual que un músculo, va aprendiendo de nuestros hábitos mentales y estos se van transformando en rasgos. Tanto meditar como hacer actividad física aumenta un factor neurotrófico (BDNF), que ayuda a generar neuroplasticidad, es decir, a crear nuevas conexiones entre nuestras neuronas. Y en la medida que persistimos con la práctica vamos adquiriendo rasgos de mejor atención, mayor presencia, menos ansiedad, más calma, más empatía y bienestar general.
En 2004, Dan Harris, un periodista y presentador norteamericano, tuvo un ataque de pánico en vivo. Luego de esta experiencia, tomó consciencia de que tenía que hacer un giro importante en su vida, salir del acelere constante y el consumo de drogas que lo estaba conduciendo a un éxito sumamente infeliz. Él describe cómo la meditación lo ayudó a salir de los estados mentales acelerados que ya se habían vuelto parte de su “normalidad”. A raíz de esta experiencia escribió un libro al cual tituló: “10% más feliz”.
En él, describe cómo ese 10% marcó la diferencia en su calidad de vida. La meditación y el mindfulness no son la salvación. Pero, sin duda, son prácticas que pueden resultar una llave que nos sirva para abrir muchas puertas, especialmente las ligadas con el bienestar. ß
Isola es filósofo, PhD, coach ejecutivo y especialista en storytelling; Grehan es médico dedicado a medicina del estrés