Antony Beevor: “Las guerras del futuro serán entre la democracia y la autocracia”
El historiador británico, que acaba de publicar un libro sobre la Revolución Rusa, afirma que en Vladimir Putin prevalece el resentimiento, emoción propia de aquellos que quieren perpetuarse en el poder
- 12 minutos de lectura'
SEGOVIA
Líderes del mundo, académicos, periodistas y militares acuden a Antony Beevor con la misma reverencia con la que se consulta un oráculo. Hoy buscan comprender los planes de Vladimir Putin y predecir la evolución que podría tener la guerra iniciada con la invasión rusa.
Rusia, revolución y guerra civil 1917-1921 (Crítica) es un estudio que Beevor comenzó hace seis años y que acaba de presentar en el Hay Festival Segovia. En esta frondosa investigación, el historiador británico expone los orígenes de una cultura política y los hilos de un tejido social fundamental para entender el presente en Rusia y en Occidente.
Sin embargo, no es solo esta cuestión la que hoy despierta interés por la palabra de Beevor, ya que conoce en profundidad a la monarquía de su país, la misma que en el año 2017 le otorgó el título de Caballero.
Entre la Corona y Beevor existe un respeto mutuo y por este motivo fue designado como uno de los principales oradores en el funeral de la Reina Isabel II en el Palacio de Buckingham, celebrado hace poco más de un mes.
Stalingrado –un libro por el cual si pisara nuevamente el suelo ruso sería condenado a cinco años de prisión– Berlín, La guerra civil española, El día D y La Segunda Guerra Mundial son algunos de los libros más exitosos de este historiador de la guerra, como se define a sí mismo, un término que no es sinónimo de historiador militar, porque su mirada está siempre enfocada en lo humano y no en la destrucción.
"Si Estados Unidos no se posiciona como el gran garante de la democracia internacional, estamos perdidos. Sería terrible que regresara Trump"
A la hora de pensar en un hilo conductor que recorra toda su obra, Antony Beevor destaca que ese elemento sería el resentimiento, un oscuro motor que impulsa la acción de los dictadores y de los políticos que buscan perpetuarse en el poder.
–Usted señala que el enfrentamiento entre blancos y bolcheviques en Rusia a principios del siglo XX es el origen del comunismo y del fascismo. ¿Podría explicarme este concepto?
–En 1988 tuve el deseo de escribir este libro, pero no estaba listo como historiador, ni los archivos rusos estaban abiertos. Para mí era terriblemente importante poder comprender la secuencia de hechos del siglo XX a partir de la guerra civil rusa. Los historiadores están en lo correcto cuando dicen que la Primera Guerra Mundial fue la primera catástrofe del siglo. Antes de esta guerra hubo un gran best seller en toda Europa, The Great Illusion (1909), de Norman Angeli, que argumentaba que una guerra sería imposible dadas las mejoras en tecnología, en las comunicaciones y también en el comercio. Sin embargo, poco después se demostró que estaba equivocado. Este mismo error fue el que cometió Angela Merkel, que consideraba que no había que gastar dinero en defensa porque estábamos unidos a Rusia por razones económicas.
–Este error de Merkel que señala, ¿cuán ingenuo fue?
–Bueno, en Alemania algunos la quieren juzgar por traición. Hay una teoría conspirativa que comienza a ganar cada vez más fuerza, y uno nunca lo sabrá con certeza, que dice que Merkel fue reclutada como agente de influencia por la KGB cuando estaba en Alemania del Este, antes de 1989. Merkel tuvo una serie de advertencias a partir de muchos dichos de Putin y debería haber aprendido de ellos. Por ejemplo: “¿Quién necesita armas nucleares cuando tenés petróleo?”. Merkel redujo el poder armamentístico de Alemania y dejó a su ejército debilitado.
"Los jóvenes rusos que tienen acceso a los medios tienen otra mentalidad y muchos, los mejores, se han ido del país. Esta guerra es una tragedia también para Rusia"
–¿Qué esperaba Putin para invadir Ucrania? ¿Que se fuera Merkel del gobierno?
–Algunos pocos sabían de modo anticipado que Putin tenía la intención de atacar Ucrania. Pero la mayoría lo desconocía. No sabemos si Putin se convirtió en un paranoico con el Covid o cuándo tomó esta decisión. Él está armando un rompecabezas para recuperar el Imperio ruso y Ucrania era la pieza clave.
–Además de Merkel, ¿pudo Occidente haber previsto los planes de Putin? ¿Dónde está el error de cálculo?
–No, no lo pudo anticipar. Pero esto mismo le ocurrió en la década de 1930 a los británicos y a los franceses. No vieron venir a Hitler, porque quienes vivimos en democracia tendemos a mirar el mundo desde nuestra óptica. Después de la Primera Guerra Mundial, los aliados no creyeron que habría una nueva guerra de gran escala.
"El genio de la reina Isabel era extraño, tenía un sentido del humor único. Contaba un chiste sin reírse y no sabías si te hablaba en serio o no "
–¿De qué modo los sucesos de 1917 sirven para entender el presente, y no solo en Rusia?
–Sé que no se pueden ver claramente los enlaces entre aquellos años y la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento del fascismo y del comunismo, pero el resentimiento, el odio, el miedo a la destrucción, la crueldad conspicua generaron una división terrible entre izquierda y derecha que destrozó al centro.
–Destaca a menudo la idea del resentimiento.
–Sí. Pienso que Occidente no entiende a Putin porque su mentalidad proviene del resentimiento, el mismo sentimiento que mueve a los dictadores y a los políticos que se quieren perpetuar en el poder.
–Se refería recién al centro. Las posturas radicales se advierten en distintos países, una política de los extremos, y el concepto de centro parece haber desaparecido en muchos sistemas.
–Lo sé. Por eso es importante aprender del pasado. Pero aunque todos digamos que es importante hacerlo, nadie tiene ganas de aprender de nuestra propia experiencia. Creo que hemos estado viviendo en un falso paraíso en los últimos 70 años. Putin ha estado mezclando conceptos de la historia, desde diferentes ángulos, a veces de modo caótico, otras veces con cierta lógica, pero desde un punto de vista nacionalista. El mundo está dejando la pelea entre izquierda y derecha; la nueva Guerra Fría, las guerras del futuro serán entre la autocracia y la democracia.
–¿Qué más me puede decir del futuro?
–No puedo predecir las guerras. A nosotros los historiadores nos piden que anticipemos el futuro. Por el momento pareciera que podría haber un bloque, o que vamos hacia una alianza entre Rusia, China, Venezuela y algún otro país más. Los estadounidenses siempre confiaron en su fortaleza, pero creo que si Donald Trump regresa al gobierno, estaremos en una posición muy peligrosa.
–¿Por qué? ¿Y cuán factible es el regreso de Trump?
–Porque, en un sentido geopolítico, si los Estados Unidos no están posicionados como el gran garante de la democracia internacional, estamos perdidos. De nuevo, no puedo predecir si hay posibilidades o no de que Trump regrese, pero creo que sería terrible para los Estados Unidos. Además, la izquierda allí ha sido muy estúpida, en el sentido de que ha provocado que se les quite poder a las fuerzas de seguridad.
–Mencionaba a Venezuela. ¿Cree que Rusia tiene una gran influencia en América Latina?
–Sí, y no solo Rusia, sino también China. Los británicos y los estadounidenses son responsables de haber mirado, después del 11 de septiembre de 2001, solo a Medio Oriente como su gran amenaza. Así han perdido su mirada de otras regiones del mundo.
–¿Es Putin un líder de izquierda?
–No. No es un rojo. Es un blanco. Sus teorías están más influenciadas por las ideas de los sobrevivientes de la guerra civil, con un hincapié en el nacionalismo eslavo. Putin ha modificado el Kremlin, lleno de símbolos del zar, y no hay allí ni una sola estatua soviética. Su palacio en el Mar Negro está lleno de águilas bicéfalas imperiales. Es una recreación del zarismo. Además, en Europa ha sido respaldado por los nacionalistas de derecha.
–Desde las primeras páginas de su libro emerge una particularidad sobre el ejército ruso: su crueldad y perversión. ¿Permanece esta característica en la actualidad?
–Es así. Tratan tan mal a sus soldados como a sus enemigos. En los años noventa, 5000 reclutas se suicidaban por año y a los generales esto les causaba risa. Esta mentalidad busca deshumanizar a sus soldados y algunos creen que esto se remonta a la época de los mongoles. Con la Ilustración, la idea de sembrar terror entre los propios soldados de un ejército fue desapareciendo, pero en Rusia persiste la idea de esta crueldad extrema, casi como si estuviésemos en la época medieval.
–Últimamente llegaron noticias de que Ucrania ha recuperado territorios, a lo que Rusia respondió con dureza. ¿Puede dar Ucrania un vuelco en esta guerra?
–Sí, pero eso no significa que la guerra esté terminando. Estamos lejos de eso. No podemos predecir nada en esta guerra porque a Putin le gusta ser impredecible. Le gusta sorprendernos. Putin no ofrece garantías de que tras un posible acuerdo mantenga su palabra.
–Menciona que hacia 1917 el zar pensaba que Rusia estaba atrasada 200 años con respecto a Europa. ¿Y hoy, en qué lugar se encuentra?
–Estaba atrasada porque no tenía una democracia. En un sentido, podríamos decir que aún hoy está en la Guerra Fría, con el control de los medios de comunicación y otros factores. Pero los jóvenes rusos que tuvieron acceso a los medios de comunicación tienen otra mentalidad y se han ido muchos, los mejores, del país. Es por eso que la guerra de Ucrania no es una tragedia solo para Ucrania, sino también para Rusia.
–Además de incluir en su libro un extensísimo catálogo de todos los archivos y fuentes documentales consultadas, en un apartado lista las obras de ficción que también consultó. ¿De qué modo le puede enseñar la ficción a la historia o cómo la ficción colabora con la historia?
–La buena ficción nos debería ayudar. Algunos historiadores piensan que la ficción corrompe la historia. A mí eso me parece estúpido. Por el contrario, ilumina la historia, en particular para los jóvenes que no se pueden imaginar cómo era la guerra civil. En la década de 1980 había una gran moda en Gran Bretaña y en los Estados Unidos, lo que se llamó “historia oral”, es decir, diarios, entrevistas a personas que hubiesen participado de conflictos, etcétera, pero estos textos no estaban en un contexto. Yo no soy un historiador militar, soy un historiador de la guerra. Puede sonar pedante, pero es una diferencia muy importante, establecida por el historiador Michael Howard. La experiencia de las mujeres, de los niños, de los soldados rasos que no tenían control de su propio destino, eso es lo que me interesa.
–Como británico y como historiador, ¿cómo recordará la historia a la Reina Isabel II?
–Era una gran persona en tantos modos diferentes. Lo que se veía en la superficie no era lo que había debajo, en realidad. No era una intelectual. Era una persona muy astuta. Hubo durante su reinado un gran avance tecnológico, económico y social. A ella se le debe reconocer su interés por conservar siempre la democracia y se convirtió en un modelo en Gran Bretaña que brindaba un sentido de confort y de continuidad a su pueblo.
–Hasta qué puntos ciertas tradiciones y su pompa ayudan a mantener un sentido de pertenencia, aun para los que están en extremos distintos del arco político. ¿Qué capital tienen los países que conservan su tradición y la tienen tan presente en su vida cotidiana?
–La mayoría de las monarquías europeas son bastante populares. Eso es una garantía enorme, porque en caso de que existiera una crisis, podrían intervenir y sus pueblos las respetarían.
–Carlos III pareciera no ser un rey muy popular y tampoco posee experiencia política. ¿Mostrará sus habilidades en el futuro? ¿Tiene habilidades políticas?
–Podrías haber dicho hace un tiempo que no tenía juicio político, pero sí tiene experiencia política. Hablo de épocas en las que estaba intensamente frustrado, porque tuvo el principado de Gales más extenso de la historia. La relación con sus padres fue por momentos un poco compleja, pero era un hijo muy cariñoso. Quien logró todo el cambio en él es Camilla. Ella es brillante. Todo el mundo la adora. Es tan natural, tan graciosa. Es la única persona que logra que se relaje. Fue una tragedia que no se casara con él por un gran malentendido. Ella pensó que él no estaba interesado en ella porque no le propuso matrimonio. Pobre Diana, sufrió mucho por eso.
––¿Las generaciones jóvenes son más escépticas con las monarquías?
–No lo creo. Las personas cambian con el tiempo, pero el republicanismo hoy en Inglaterra está en sus niveles más bajos, más incluso que durante el reinado de la reina Victoria. En el único momento en el que hubo un problema fue con la muerte de Diana. La policía tenía pánico de que la gente entrara en el Palacio de Buckingham.
–¿La reina opacaba a su hijo?
–No lo creo. El genio de la reina era extraño, tenía un sentido del humor único. Contaba chistes sin reírse nunca y no sabías si te hablaba en serio o no. Tenía un gran olfato para rodearse de las personas. Era completamente neutral en lo político. Esa distancia es otra de las virtudes por las que será recordada.
–¿Cuán preocupados están los conservadores y los monárquicos con esta sucesión en el trono?
–No lo están. Carlos III ha tenido muchos años de preparación. Lo que preocupa son otros temas y no solo a los conservadores: un invierno muy duro se avecina y también es posible una recesión mundial. Eso será difícil para él, pero estoy seguro de que resolverá los problemas que se le presenten.
PERFIL ANTONY BEEVOR
HISTORIADOR Y CABALLERO INGLÉSs
■ Antony Beevor nació en Londres, en diciembre de 1946. Estudió en el Winchester College y en la Real Academia de Sandhurst.
■ Beevor es autor de numerosas obras sobre la Segunda Guerra Mundial, celebradas por su estilo ágil y preciso.
■ Estos ensayos históricos, traducidos a más de treinta idiomas, han sido galardonados con varios premios y se han vendido en más de ocho millones de ejemplares.
■ Entre sus obras se destacan Stalingrado (2000), Berlín 1945. La Caída (2002), La guerra civil española (2005), El Día D. La batalla de Normandía (2009) y La Segunda Guerra Mundial (2012). Acaba de publicar Rusia. Revolución y guerra civil 1917-1921 (Crítica).
■ Es presidente de la Society of Authors, fellow de la Royal Society of Literature y de la Royal Historical Society. Ha recibido doctorados honoris causa y becas de cinco universidades. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Samuel Johnson (1999). Fue nombrado Caballero del Imperio Británico en 2017.