Antonio Caño: “La cancelación es una forma moderna y cool de llamar a la censura”
El exdirector del diario El País sostiene que el periodismo se encuentra en uno de sus momentos más difíciles, pero que debe atenerse a contar el mundo, y no defender causas políticas, por justas que sean
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MADRID
Fue en Buenos Aires, mientras cubría la guerra de Malvinas para la agencia EFE, el lugar donde se produjo el gran impacto: “El periodismo argentino fue fundamental en mi carrera y desde entonces tengo un gran cariño y gratitud hacia él”.
Antonio Caño (Jaén, 1957) se enamoró de un país, luego de un continente, y se comprometió con él. Algunos años después, y antes de convertirse en el director del diario El País, fundaría El País América. Testigo privilegiado de hechos históricos, este emblema del periodismo, una usina de experiencias, narra en su libro autobiográfico Digan la verdad. Memorias de un periodista y apuntes sobre un oficio en peligro de extinción (La Esfera de los Libros) su entrevista con Yasser Arafat, su detención en Ankara en 1984, la cobertura de la guerra civil en El Salvador, sus años como corresponsal en Washington y la transición del papel hacia la digitalización que impulsó en la prestigiosa publicación española.
“El deterioro de la credibilidad de la prensa tiene que ver con el agravamiento de la polarización política en los últimos años. Los periodistas estamos hoy, querámoslo o no, en las barricadas. Unos, para contar la guerra ideológica que se libra; otros, como combatientes en algunos de los frentes. He procurado mantenerme siempre alejado de los bandos políticos, ayudado por el hecho de haber desarrollado la mayor parte de mi carrera fuera de España y de la política española”, asegura Caño.
El periodista publicó además Rubalcaba, un político de verdad (Plaza y Janés, 2021) y recibió el premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España. Además, ha sido distinguido con la Gran Cruz del Mérito Civil concedida por el Rey de España y con la Orden Bernardo O`Higgins, otorgada por la República de Chile. En la actualidad es columnista del diario digital The Objective.
"Cualquier persona que se preocupe más por pasar a la historia que por hacer algo por su país en el presente merece todas las sospechas"
En su libro, Caño escribe: “Los periodistas estamos hoy, querámoslo o no, en las barricadas”. En la Argentina hablamos de “grieta” para designar el fenómeno que se advierte en sociedades polarizadas por guerras ideológicas. ¿Cómo pueden trabajar los periodistas en este escenario actual, tan complejo?
“Es muy difícil, diría casi imposible, trabajar para el periodista profesional e independiente –sostiene el profesional español–. El entorno se le hace imposible y el clima iliberal no favorece. Pero igual, es nuestra obligación intentarlo con las armas que siempre hemos tenido: la independencia, la honestidad intelectual y con todos los recursos tratar de satisfacer las necesidades de información que los lectores siguen teniendo. Por eso es más que nunca difícil ejercer nuestra profesión, si exceptuamos períodos de dictaduras”.
–¿Hasta qué punto somos responsables los periodistas de esta polarización? En Digan la verdad destaca que el periodismo activista o militante es uno de los grandes peligros del periodismo actual.
–El periodismo ha contribuido a la polarización por muchas razones porque en algunos casos se han creído activistas, en lugar de profesionales, y se han sumado a la defensa de causas determinadas con su trabajo, al margen de que estas sean nobles, como la defensa del medio ambiente o la igualdad de las razas y de los sexos. Pero, para su defensa, existen otros ámbitos. El periodismo no debe defender causas políticas, ni de ningún tipo. Además, en esta polarización, las empresas más débiles han hecho a los periodistas más vulnerables y a toda la profesión más vulnerable ante el poder político. No se es periodista para cambiar el mundo. Se es periodista para contar el mundo.
–¿Cómo evalúa la presencia de los periodistas en las redes sociales? ¿Cuál piensa que debe ser su labor en estos medios?
–Las redes han contribuido a favorecer el activismo: los periodistas en redes sociales no tienen lectores; tienen seguidores. Es muy diferente. Un periodista no debe trabajar para sus seguidores. Muchos periodistas lo olvidan y se sienten con doble sentido de la lealtad: a su oficio y a sus seguidores. Así pretenden o enfocan las informaciones de manera de no crear ningún malestar ni decepcionar. Esto contribuye al sectarismo. La opinión tiene otros ámbitos donde manifestarse.
–En la actualidad escribe columnas de opinión. ¿Qué papel debería ocupar hoy el periodismo de opinión en este contexto?
–No he sido columnista a lo largo de mi carrera; he sido esencialmente un reportero. Ahora me dedico al columnismo. Creo que tiene las mismas reglas que el reporterismo. La principal de ellas es la de la honestidad intelectual. Un columnista debe contar las cosas, interpretar los hechos no de forma tramposa, que conduzca al lector a una conclusión. Debe dar su interpretación, por supuesto, y debe dar su punto de vista, pero que conduzca a que el lector se forme su propio criterio, a ponerlo frente a sus contradicciones. La columna no debe ser un dogma, no debe ser la Biblia. El columnismo siempre será minoritario, no habrá muchos lectores que lean una página de opinión completa. No me preocupa tanto eso. Lo importante es que no pretenda ganarse el aplauso fácil de sus lectores. No soy partidario de dar la opinión muy masticada. Tiene que tener cierta altura intelectual y cultural y va a ser siempre un periodismo que se dirige a las élites.
–En este escenario se palpa más que nunca la cultura de la cancelación, una corriente que corroe al periodismo político, al cultural. Esta cancelación ha puesto de relieve lo intolerantes que podemos llegar a ser. ¿Cómo se manifestaba antes de las redes sociales? ¿Hay alguna salida posible?
–La cancelación no es más que una forma moderna y cool de llamar a la censura. Siempre ha habido personas censuradas a las que el poder político les impedía el acceso a los medios. Lo grave es que ahora mismo sean los propios periodistas los que actúan de censores, los que se permiten el lujo de decir qué personas no pueden aparecer en los periódicos. La cancelación es la antidemocracia. Les evita a sus lectores la exposición de argumentos o hechos, pero uno se dirige a lectores maduros. Hay que dejar que el lector conozca la realidad y él sabrá hacer su criba.
–En una de sus últimas columnas se refiere a la necesidad de acudir a la psiquiatría y a sus herramientas para estudiar a líderes narcisistas, populistas, antidemocráticos. ¿Por qué el poder convierte a estos políticos en seres tan dañinos?
–No lo sé. No tenemos líderes en la actualidad. Hay una gran cantidad de políticos que piensan más en sus propios intereses que en el de los ciudadanos. Que no ven en la política un servicio a la sociedad, sino un instrumento para imponer sus puntos de vista y defenderse a sí mismos. Es una plaga desgraciada que estamos teniendo en los últimos quince años. En la Universidad de Washington hay un programa de Psicología Política que estudia los comportamientos, muchos verdaderamente patológicos, de nuestros líderes.
"América Latina ha tenido mil oportunidades a lo largo de la historia. La decepción del mundo es enorme. Se ha perdido la paciencia con el continente"
–Pareciera ser que algunos políticos están más preocupados en construir una narrativa –una expresión cada vez más extendida que la importamos del inglés– de su vida y de su imagen que en gobernar.
–Cualquier persona que se preocupe más por pasar a la historia que por hacer algo por su país en el momento presente merece todas las sospechas. Estamos viendo muchos de esos dirigentes y eso es realmente peligroso.
–¿Pesan aún prejuicios de la prensa extranjera sobre América Latina?
–Sí, existe un estereotipo hacia América Latina y, por supuesto, funciona. No nos podemos espantar porque también hay uno que pesa sobre los españoles o sobre los franceses. Lo que ocurre es que el estereotipo latinoamericano es cada vez más negativo. Cada vez más se lo da como un continente con el que no se puede contar para el progreso de la humanidad. A diferencia de África, con el que no se contaba y ha tratado dolorosamente de incorporarse al desarrollo, América Latina ha tenido mil oportunidades a lo largo de la historia. La decepción del mundo es enorme. Ya se ha perdido la paciencia con el continente.
–Pero España está buscando cada vez más el voto en América Latina, de inmigrantes o de aquellos con doble ciudadanía.
–Sí. Hay muchos políticos españoles interesados en América Latina, y en la Argentina en particular, porque se supone que las elecciones estarán aquí muy igualadas. España tiene un compromiso histórico, moral incluso, con América Latina, porque es esencial para el papel que España puede jugar en el mundo.
–¿Cómo evalúa la reciente sentencia hacia la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner? ¿Es una respuesta resiliente de las instituciones?
–No me atrevo a hacer una valoración. He seguido el tema con mucho interés, pero no quiero hacer una valoración jurídica. Confío en la Justicia argentina y no creo que en absoluto haya actuado por motivaciones políticas. Siento el máximo respeto a la sentencia y me escandaliza que haya políticos españoles [Pablo Iglesias, exvicepresidente segundo], incluso miembros del gobierno [Irene Montero, ministra de Igualdad], que se han sumado a criticar la actuación de la Justicia argentina. El mínimo sentido de respeto en las relaciones bilaterales entre dos países amigos, como son España y la Argentina, exige respetar las decisiones judiciales de otro país. Por lo demás, yo creo que Cristina Kirchner forma parte de ese modelo de político del que hablamos antes, más preocupada de pasar a la historia y de salvar su reputación que de contribuir al progreso de su país y que la mayor parte de su actuación en la política argentina y en América Latina ha sido negativa. Su reacción a la sentencia demuestra un talante antidemocrático.
"En España tenemos muchos peronistas, sin el nacionalismo que tenía el peronismo original. Esa es la doctrina dominante en Podemos"
–Cada vez el epíteto “peronista” aparece más a menudo en la política española, en los discursos en el Congreso de Diputados, por ejemplo.
–Así es. En España tenemos muchos peronistas, sin el nacionalismo que tenía el peronismo original. Llamémosle, por resumirlo, el populismo que es peronismo de izquierdas. Esa es la doctrina dominante en Podemos. Ese peronismo es igual, pero sin esa fe en la patria y en el proyecto político que tuvo el peronismo original.
–Menciona a Podemos. Pareciera ser que ha perdido una gran cantidad de simpatizantes o que se ha debilitado. ¿Por qué se produjo este cambio?
–Ha perdido simpatizantes, pero no poder, porque en la medida en la que esté en el poder saca adelante leyes como una reciente que va tener unos efectos muy nocivos en la sociedad española [la ley trans]. Lo que ha perdido es la simpatía de los ciudadanos. Creo que va en camino de ser una fuerza política residual porque fuera de esa fascinación inicial del año 2014 la gente ha ido descubriendo en el fondo unos políticos como los de siempre, que traían un mensaje anticuado, que prometían recetas que se han ensayado mil veces en mil lugares del mundo.
–Sobre todo en América Latina…
–Sobre todo América Latina, y que ellos mismos eran proclives a la corruptela, al arribismo, al nepotismo. Como diría un madrileño castizo, “la gente los ha calao”.
–En su estudio sobre la labor de periodistas de medios profesionales que impugnaban las afirmaciones de Donald Trump durante la campaña, considera que esa conducta debilitó, paradójicamente, su credibilidad. ¿Por qué perdió tanto el periodismo estadounidense al que muchas veces se lo mira como una meca?
–Trump le declaró la guerra a la prensa. La mayor parte de la prensa respondió a esa guerra y se vio envuelta en un cuerpo a cuerpo con Trump. En una guerra personal la prensa siempre pierde. Desafortunadamente hoy muchos de los periódicos que participaron en la guerra contra Trump han perdido respaldo de su audiencia o han perdido el respeto de la sociedad en general. ¿Qué proporción de credibilidad se ha perdido? No lo sé, pero sí creo que ha sufrido su reputación.
–Entonces, ¿cómo debería actuar el periodismo ante estas encrucijadas?
–No es la primera vez que un político actúa así. Es cierto que no con esta ferocidad. Los periodistas están familiarizados con los ataques. Saben que en ocasiones son atacados por las personas que se sienten afectadas por sus informaciones. Hay líneas que no pueden cruzar y me temo que alguna prensa en los Estados Unidos las ha cruzado.
–¿Cómo evalúa el papel del periodismo en la actualidad de la guerra en Ucrania?
–Creo que está haciendo un buen esfuerzo y me ha resultado esperanzador ver a jóvenes periodistas que se sentían atraídos por ir a Ucrania y contar la guerra de la mejor manera posible. Me ha parecido alentador que algunos medios hayan decidido gastar algo de dinero en la cobertura. Debido a la fragilidad de la empresa periodística es difícil mantener a los periodistas sobre el terreno en las condiciones que necesitan estar.
–Destaca en su libro que como periodistas, no podemos cambiar el mundo, pero ¿cómo podemos hacer para mejorarlo?
–Si nuestro trabajo está bien hecho, con modestia, con seriedad, con rigor es fundamental para el desarrollo de una democracia moderna y para ayudar a la convivencia y el entendimiento entre las personas. Hay que hacerlo pensando no en pasar a la historia, como los políticos, sino en la pequeña contribución que día a día se le brinda a los ciudadanos para que sean más libres.
–Fue pionero a la hora de interpretar que el futuro de los medios tenía que ver con la tecnología, con la digitalización. ¿Dónde está hoy el futuro del periodismo?
–Mi respuesta la resumo, honradamente, en tres palabras: no lo sé. Me sumé a la revolución digital porque no había otra, no por convicción ni porque yo supiera exactamente adónde íbamos. Sabía que teníamos que seguir pedaleando para no caernos de la bicicleta. No sé hoy dónde está la meta, ni siquiera sé si va a seguir habiendo periodismo en el sentido que lo entendemos hoy dentro de 50 o 100 años. No soy capaz de imaginar cómo será el periodismo fuera de los medios tradicionales. Solo se trata de confiar que ese impulso vital que tiene el ser humano por el conocimiento, que esa curiosidad permita que el periodismo perviva.
UNA MIRADA EXPERIMENTADA
PERFIL: Antonio Caño
■ Antonio Caño nació en la provincia de Jaén, España, en 1965, y se licenció en periodismo en la Universidad Complutense, de Madrid.
■ Fue director de El País de España entre 2014 y 2018, diario en el que comenzó a escribir en los años ochenta, después de trabajar en la agencia EFE. Fue corresponsal de ese medio en Estados Unidos. Hoy es columnista del diario digital The Objective.
■ Cubrió, entre otros acontecimientos, el conflicto de Malvinas, la guerra civil en El Salvador, las guerras del Golfo Pérsico y elecciones norteamericanas.
■ Acaba de publicar Digan la verdad. Memorias de un periodista y apuntes sobre un oficio en peligro de extinción.
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