Andri Snær Magnason: “El éxito de nuestro futuro no está en la tecnología, sino en seguir siendo humanos”
El escritor islandés, que como divulgador ecologista popularizó el concepto de acidificación de los océanos contra el de cambio climático, sostiene que la pandemia nos permitió descubrir cómo podemos prescindir de muchos malos hábitos; todavía hay esperanza, dice, lo que no hay es tiempo
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Aquel verano, la estación que espera con entusiasmo durante los gélidos meses de su Islandia natal, el entonces joven licenciado en Letras Andri Snær Magnason (Reikiavik, 1973) rechazó un viaje para estudiar las costumbres de apareamiento de la anaconda en Venezuela. En un sótano oscuro, rodeado de eruditos de la lengua, pasó las primeras semanas de julio de 1997, dirimiendo si desistir de la expedición había sido la decisión correcta o no. Un día, el filólogo principal de aquel grupo le pidió a Magnason que descendiera con él a una cámara subterránea y, como en un cuento de Jorge Luis Borges, aquel anciano bibliotecario le abrió a este ávido lector un universo. Puso sobre sus manos un tesoro: el Codex Regius, el códice de la Edda mayor, la principal fuente de la mitología nórdica que inspiró a Richard Wagner, a J.R.R. Tolkien y que emulan los héroes de Marvel. En aquel manuscrito se encuentra la “Profecía del vidente”, escrita en torno al año 1100, sobre el fin del mundo. “Desde entonces, la idea del paso del tiempo, de lo efímero, se convirtió para mí en una obsesión”, dice en la terraza de un hotel Magnason, una de las principales voces del planeta en alertar sobre el cambio climático o, mejor dicho, sobre la “acidificación de los océanos”, el término que utiliza este divulgador científico.
Ex candidato a presidente de su país en 2016, poeta, narrador –ganador por El país de los sueños de la máxima distinción literaria en Islandia, libro que fue traducido a 30 idiomas–, dramaturgo y ensayista, presentó Sobre el tiempo y el agua (Salamandra) en el Hay Festival Segovia, en España. En su obra, tanto en la de ficción como la de no ficción, combina la mitología nórdica con el rigor científico y a él acuden los principales expertos en cambio climático para ver cómo la gravedad de este problema puede llegar a ser trasladada al público general con un mensaje diáfano.
"La expresión ‘cambio climático’ es un mero zumbido; si no entendemos eso, jamás podremos llevar a cabo una acción responsable"
–El lenguaje es una herramienta central para cambiar la realidad. Considera que debemos dejar de utilizar “cambio climático” y propone otro término: “acidificación de los océanos”. ¿Por qué?
–Ese es uno de los hallazgos fundamentales de mi investigación. Quienes niegan el cambio climático no rechazan el hecho de que se está llevando a cabo una acidificación de los océanos, o no pueden hacerlo, porque solo basta estudiar su PH y comprender que está descendiendo. Este es el mayor cambio que se ha realizado en los océanos en los últimos 50 millones de años. Creo que aún la humanidad no puede entender bien este problema, qué significa y dónde estamos en esta crisis climática. Suena a algo intangible. La expresión “cambio climático” es un mero zumbido y, si no entendemos eso, no podremos jamás llevar a cabo una acción responsable.
"El papel de los artistas en la sociedad es el de instalar nuevos paradigmas, entender nuevas realidades y nuevos lenguajes"
–Es curioso cómo usted es capaz de crear metáforas, como poeta, pero también de realizar el proceso inverso e ir al sentido literal de las palabras.
–Mi formación y mi mundo son la poesía, soy muy lector de Jorge Luis Borges. Pero la gente común tarda en entender el significado de las cosas, como se demoró en comprender qué significan “Holocausto” o “democracia”. Los científicos han hecho y hacen un gran trabajo, pero es hora de poder llevar este mensaje a un lenguaje diferente y más claro. Es aquí donde los escritores tenemos nuestra misión. Conecto con un papel sincero del arte. A veces me pregunto si los escritores no somos más que meros entretenedores. Pienso: “¿De qué me sirve y le sirve a la humanidad que yo escriba otra novela negra?”. El papel de los artistas en la sociedad es el de instalar nuevos paradigmas, entender nuevas realidades y nuevos lenguajes.
–¿Qué le atrae de Borges?
–Su conocimiento, o mejor diría su sabiduría, para interpretar la mitología nórdica, a la que yo también acudo para poder explicar este momento y hablar del futuro de los glaciares.
–Volvamos a la crisis ambiental. Destaca el hecho de que estamos anclados en el presente, que no estamos conectados con el futuro, que lo desdeñamos. ¿Cómo podemos lograr pensar en él para tomar una acción efectiva y, así, detener la acidificación de los océanos?
–En el pasado, el futuro era más predecible que ahora, porque el progreso era más lento. Pero en este mundo de cambios, tecnología, teléfonos celulares… todo ocurre de modo muy veloz. Así, subestimamos lo rápido que va a llegar el futuro. Las personas están esperando soluciones mágicas para detener el cambio climático. Siempre nos referimos al futuro de modo vago o especulativo, a través de distopías poco convincentes. Como en una ecuación matemática, para llegar al núcleo de las cosas hay que ir despejando variables, todo lo extra. Quería conectarme con el año 2100 o 2050 sin distraerme con lo tecnológico, sino pensando qué seguirá siendo lo más importante: dos humanos interactuando. En mi propia abuela encontré la clave para conectar con el futuro. Nos reunimos junto con mi hija, tres generaciones, a compartir historias. El éxito de nuestro futuro no está en la tecnología, sino en el hecho de que continuemos siendo humanos, en un contexto de biodiversidad, en sociedades pacíficas.
–Usted se reunió con el Dalai Lama, el guía espiritual del Tíbet. Él mismo quiso conocerlo y luego nació una amistad.
–Estaba grabando las historias de mi abuela, grabando relatos, pensando en este ensayo, y, como siempre estuve vinculado con activistas ambientales, me llamaron para contarme que el Dalai Lama estaba en Islandia. Fue toda una sorpresa, porque ni siquiera se había anunciado en los medios de comunicación que visitaría el país. Nos encontramos varias veces, después también en la India. La primera vez que lo entrevisté, obviamente, cuando me propusieron reunirme con él, no pude rechazar semejante oportunidad. Así que empecé a pensar qué podía preguntarle. No estoy ligado al budismo y nuestras culturas son tan diferentes, o al menos así lo pensaba, porque pude encontrar puntos en común entre sus creencias y las mías.
–¿Por ejemplo?
–La mitología nórdica comienza con “La Gran Vaca Cósmica”, Audumla. Esa es la fuente de la vida para nuestra tradición. Sé que puede sonar absurdo, pero en la India el lugar más sagrado es Gangotri, un glaciar cuyo nombre se puede traducir como “La boca de una vaca”. Este hecho me parece una excelente metáfora de los glaciares: son seres vivos, rumiantes, y el agua del glaciar es lechosa, llena de sedimento con nutrientes muy ricos. Es lo que proporciona entonces el alimento para millones de personas. El Dalai Lama comprende que hay que velar por el futuro de estos glaciares porque, si se derriten, les quitarán el alimento a millones de personas. Y así fuimos construyendo este vínculo donde además aparece el azar. Él me habló de la necesidad de acompañar a la Sociedad Islandesa de Glaciares, porque allí hay muchas claves para comprender este desastre. Y, ¡mis abuelos son los socios fundadores de esa institución!
–¿Entonces cree que las religiones o los líderes religiosos nos pueden ayudar a sembrar conciencia de lo que está ocurriendo en el planeta?
–Exacto. Todas las religiones y mitologías tienen conexiones y tabús vinculados a la naturaleza. Vivimos en sociedades superracionales. Lo puedo ver bien en Islandia, un sistema superracional de instituciones, universidades y gobiernos. Así resulta muy difícil defender la naturaleza en términos de belleza y de biodiversidad, porque priman las leyes del mercado. No estoy predicando espiritualidad.
"Tenemos que detenernos a pensar cuáles son las palabras que debemos elegir para designar un asunto tan complejo como el que ocurre en el planeta"
–Ni el capitalismo ni el comunismo, destaca en su ensayo, han podido rendir cuenta, a través de sus propios lenguajes y de su lógica, de lo que ocurre en el planeta, ni detenerlo. ¿Cómo analiza entonces el momento donde nos encontramos o, al menos, donde se encuentra gran parte de Occidente?
–Lo que hago es preguntarme cómo estos fundamentos afectan a nuestro conocimiento del mundo. Creo haber sido testigo del hundimiento de dos sistemas ideológicos enormes [en su libro destaca el encuentro de 1986 entre Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, entendido por Magnason como símbolo del fin del comunismo, y la bancarrota del banco islandés Kaupthing en 2008, una pérdida de 20.000 millones de dólares, un símbolo que interpreta como el ocaso del capitalismo]. Cuando los sistemas caen, el lenguaje se libera. Aquí tenemos que detenernos a pensar cuáles son las palabras que debemos elegir para designar un asunto tan complejo como el que ocurre en el planeta.
–Cuando usted se presentó como candidato a presidente de su país…
–Antes que nada me gustaría aclarar que el presidente en Islandia es un líder independiente, nunca es parte de un partido político.
–Gracias por la aclaración. ¿De qué modo analiza, usted que tiene una mirada política, este momento en el que las democracias se han debilitado? En Europa y en América, además, se advierten populismos.
–El auge del populismo es un problema hoy y siempre lo ha sido. Creo que emana de la desigualdad y de la alienación en la que las personas comienzan a tener una nostalgia imaginativa, donde se sienten que no tienen el mismo estatus en la sociedad que tenían antes. Mi libro es una contribución sincera a la democracia. Creo que un libro puede, con mil otras fuerzas más, contribuir a lo que está pasando, a dirigirnos a una dirección correcta. La amenaza del populismo es una gran prueba para la democracia: ¿somos capaces de planear algo a largo plazo? En términos de la crisis ambiental, ¿no deberían ser ilegales en todas partes las emisiones tóxicas? La democracia debe plantearse si debe siempre premiar a los políticos en esos cuatro años que dura su cargo o si debe comprometerse con quien venga luego. Los derechos humanos han marchado en una dirección correcta. Vimos los derechos de las mujeres también ir en una buena dirección. Quiero pensar que las democracias son el mejor sistema para combatir esta crisis.
–¿La definición o categoría “partido verde” o “partido ecologista” ya ha quedado caduca? Quiero decir si todos los partidos no debieran tener en sus propuestas esta consigna.
–Sí. Hoy todos los partidos, en sus bases, defienden los derechos humanos, así que el partido verde debería hacer esa promoción. En la política islandesa, cada partido lo tiene en su agenda, pero la pregunta es quién es más probable que lidere el cambio. Y la pregunta también debe estar en el público.
"Los jóvenes son los que más cosas han sacrificado durante la pandemia. Han visto y entienden cómo se debe poner ‘el freno de emergencia’"
–¿Hay alguna enseñanza que quizá nos haya dejado la pandemia que podamos trasladar a la lucha contra el cambio climático?
–Sí. Creo que hay una buena noticia: para detener la pandemia, nos vimos exigidos a realizar un sacrificio, a actuar de modo radical, a alejarnos de las personas. Creo que con el virus además descubrimos que podemos prescindir de muchos de nuestros malos hábitos. Para detener el cambio climático no necesitamos imponer cambios tan drásticos porque podremos seguir abrazando a nuestros seres queridos, ir al teatro, tener una vida social. Debemos comprender que, cuando la ciencia envía sus alertas, hay que tomarlas en serio. .
–”Amamos solo lo que entendemos”, es un verso del poema de Guðmundur Páll Ólafsson que abre su libro. ¿Cómo explica los fanatismos?
–No tengo una solución para todo. Es una pregunta universal. La mayoría del tiempo, prevenir a las personas de radicalizarse es fundamental. Cuando se identifica a gente joven que se está yendo hacia los extremos, hay que acercárseles. Leí entrevistas y estudios a hombres que ingresaron en grupos radicales del islam y admitieron que ingresaron en estos grupos porque alguien los escuchaba. En lugar de estar jugando videojuegos, esa pertenencia los convirtió en algo importante. No puedo explicar los fanatismos, pero sé que el problema se tiene que atacar en las escuelas.
–Hay una generación, señala, la de los universitarios, la de los menores de treinta años, que es clave en esta lucha por detener esta situación crítica. Entonces, ¿tenemos esperanza?
–Los jóvenes son los que más cosas han sacrificado durante la pandemia y lo han hecho para salvar a los más grandes, a los ancianos. Han visto y entienden cómo se debe poner “el freno de emergencia” [un término que popularizó la activista sueca Greta Thunberg]. Con toda la información que poseen y además después de haber visto el movimiento #MeToo, cómo redefinió las reglas, los jóvenes tienen muchas herramientas. A todo esto le tenemos que sumar un gran esfuerzo colectivo, pero, y aunque ya haya glaciares que han perecido, hay esperanza. Lo que no hay es tiempo.
UN NARRADOR CON RIGOR CIENTÍFICO
PERFIL: Andri Snær Magnason
■ Andri Snær Magnason nació en Reikiavik, la capital de Islandia, en 1973. Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, es uno de los escritores más premiados de su país, además de un notorio activista ecológico.
■ Sus libros se destacan por su manejo de la mitología nórdica, pero también por su rigor científico. Entre los conceptos que popularizó para subrayar la urgencia ambiental se encuentra el de “acidificación de los océanos”, que prefiere al más general y trillado “cambio climático”.
■ Su libro El país de los sueños, un ensayo en que criticaba duramente las construcciones de diques en ríos islandeses para producir energía para atraer a fábricas de aluminio, recibió el Icelandic Literary Award, el más importante de la isla.
■ En español la editorial Salamandra acaba de publicar Sobre el tiempo y el agua, un volumen que entrelaza relatos familiares, conversaciones con el Dalai Lama e historias científicas para reflexionar sobre el destino de los glaciares y las consecuencias que su eventual desaparición tendría para la humanidad.